Aquella noche después de ir a ver a la muestra de pintura en el Colegio de Abogados, fuimos a cenar a La Recova, una clásica confitería de la ciudad que reinauguraba después de haber estado dos meses cerrada por una remodelación que le habían hecho. Nos sentamos en una de las mesas sobre plaza San Martín y pacientemente esperamos que venga el mozo a atendernos. Había muchas mesas ocupadas y la cosa no iba a ser breve ni mucho menos.
Chiche era amigo mío y nos había pedido que vayamos con Lili a presenciar la entrega de premios, Chiche había sacado primera mención y no era poca cosa. En el Colegio de Abogados estuvimos largo tiempo mirando los cuadros que habían sido aceptados para el concurso. La verdad es que la exposición tenía para todos los gustos: abstractos, figurativos, meros retratos y algunas obras que rayaban el rubro infantil por decirlo de un modo amable; y estaban, infaltables, las típicas obras de los artistas que sabían que si pintaban de modo costumbrista -quizás la estación de trenes o la pasarela del parque municipal-, tenían más posibilidades de adjudicarse los mil quinientos pesos que daban para el primer premio. Algunos cuadros nos gustaban y otros, sinceramente, no entendíamos como podían estar ahí.
Recorríamos la muestra cuando desde la otra punta del salón, entre el gentío integrado por una mayoría de artistas plásticos concursantes y familiares, tímidamente, con apenas un leve movimiento de cabeza me saluda Vinicius. Vinicius era un muchacho negro, oriundo de Brasil, que llevaba el estigma de ser el único negro del pueblo. Era de esos morochos casi azulados, brillosos, y que se destacaba donde estuviere porque definitivamente era el único. A mí me saludaba porque habíamos estado hablando hacía un tiempo atrás en el cumpleaños de un amigo en común, Pablito Miñón. Vinicius era el esposo de Betina Miranda, una eximia pintora de la ciudad y se habían conocido en Buenos Aires, donde Betina vivía y estudiaba en aquél tiempo, en uno de los viajes que Vinicius había hecho al país, si mal no recuerdo, por haber ganado una beca de una fundación.
Ya en la Recova, esperando las milanesas napolitanas y cerveza que habíamos pedido, Lili me preguntó a qué se dedicaba Vinicius. Le contesté que no sabía en realidad, que vivían en una casona del abuelo de ella y que él se encargaba de las tareas del hogar mientras Betina Miranda daba clases particulares de pintura.
-¿Pero con eso no les va a alcanzar, aparte tienen dos hijos?- dijo Lili acomodando la silla en la despareja vereda de la plaza.
-En realidad es pintor también.
-¿Vende cuadros?
-¡No, qué va a vender! Es bueno pero no está en la cosa del mercado, donde se mueven los galeristas y todo eso.
-¿Y cómo sabés que es bueno?
-No sé, yo de pintura no entiendo mucho pero por lo que me dijo Chiche técnicamente es impecable, a parte está todo el día pintando.
-Bueno, eso no dice mucho, porque si no tenés talento, por más que le dediques tiempo…
El Chino nos trajo las milanesas y las bebidas, la noche estaba perfecta para comer allí afuera, templada pero no agobiante, mi termómetro para calificar el clima es: si Lili no siente frío y yo no sudo una gota es porque el clima está en su punto justo.
-...ahora -retomó Lili con la boca aún llena de papafritas -, …si tienen dos hijos y viven nada más de lo que ella gana con las clases particulares ¿cómo diablos hacen?
-Y bueno…- dije tratando de convencer-, si alquiler no pagan, a juzgar por lo que veo en ropa apenas gastan, los chicos van a colegios públicos, entonces…
-¡No, no me digás que les puede alcanzar, porque nosotros, que trabajamos los dos y no tenemos hijos, tendríamos que ser ricos por lo menos!
-Lo que pasa es que el intentó conseguir trabajo pero es una persona con problemas de integración…
-¿Con problemas de integración? ¿Por?
-¡Y, mi vida, por la paranoia! ¡¿Por qué va a ser, si no?!
-¿Y por qué se persigue? ¿Por qué es de color?
-¡No, porque tiene dientes muy blancos! -dije irónicamente y agregué: -¡Claro que porque es negro! No digas de color porque es espantoso, de color somos todos... Ser el único negro de este pueblo debe ser insoportable, yo no me imagino vivir así.
- Perdoname que disienta pero yo no pienso como vos- dijo Lili enojada, olvidándose de comer, -eso que me estás diciendo es de otra época.
-No, no es de otra época, o mejor dicho, en otra época los mataban, los usaban de esclavos, de sirvientes, pero el estigma de ser negro queda, y mucho más si estás en un pueblo como este fachista hasta la médula. En este pueblo para poder subsistir tenés que ser heterosexual, no más que morocho y jamás decir la verdad y mucho menos de frente, ¡y vos pretendés que un negro consiga un trabajo decente!
-Pero…fijate…- dijo Lili cambiando el tono de enojada por uno más dulce, tiernamente femenino-, fijate la piel hermosa que tiene, como azulada, suave, a mí me encanta, ojalá yo tuviera una piel así.
-Puede ser que sea linda para vos, pero para los que dan trabajo no creo que les resuelva contratar un negro. Es una mierda de pueblo pero es así. No por nada somos todos descendientes de italianos y españoles, Mussolini y Franco no existieron al pedo.
-No entiendo, no entiendo…para mí que él mucho no debe querer conseguir trabajo porque si insiste se lo dan, no tiene nada que ver que sea de color, eso ya fue, ahora la cosa es distinta, además es un tipo lindo, elegante.
Era verdad que no había ningún motivo para no tomar en un trabajo a Vinicius, era un tipo agradable mucho más aun cuando entraba en confianza y por sobre todas las cosas saltaba a la vista al escucharlo conversar que era una persona culta e inteligente, centrada, con un sentido de la ubicación poco natural. Pero apenas se sentía observado comenzaba a caer en un pozo paranoico que lo paralizaba, esto me lo había contado Pablito el día de su cumpleaños antes de presentármelo. Confieso que para una persona como yo que de mundo tiene poco, estar con un negro frente a frente resulta extraño, es difícil no sentir esa tensión que provoca la percepción del otro como diferente, uno escruta con la mirada aunque no quiera, me pasa con los orientales y esos alemanes colorados y pecosos. Mientras conversaba las pocas palabras que cruzamos con él me resultaba imposible no mirarle como el color de sus labios se fundía en un monocromo con el de su piel y como el contraste de la palma de sus manos, casi blancas, con el resto del cuerpo sobresalía notablemente. De todos modos creo que él no reparó en mis observaciones anatómicas y pudimos abordar la charla cordialmente. Por supuesto hablamos de pintura y plástica en general, algo en que lo encontré muy apasionado.
-Sigo insistiendo- me interrumpió en mis recuerdos Lili, -yo no creo que por ser de color esté discriminado a esta altura de la modernidad, eso es imposible.
-Por favor Lili, no digas “de color”, es “negro” y punto, “ne – gro”. Decir “de color” es más racista porque eso quiere decir que nosotros no somos “blancos” sino que tenemos el color de piel predestinado para la humanidad y los demás destiñen…
Tomé un trago de cerveza y continué:
-…lo que sé es que el padre de Betina que trabaja en tribunales está intentando ayudarlo.
-¿Con dinero?
-No sé si con dinero, lo que me enteré es que lo puso a Vinicius a hacer algunos trabajos ad honorem en el juzgado donde trabaja para ver si con el tiempo lo toman.
-¿En tribunales, en un juzgado? Como ordenanza supongo.
-Y debe ser, el sueldo no es una locura, pero trabajás de lunes a viernes de siete y media a una y media de la tarde, tenés quince días de vacaciones en invierno y un mes entero en verano, y agarrás todos los feriados porque para eso son patriotas patriotas, los festejan todos, y una vez que entrás te podés mandar mil cagadas que no te echan nunca, es más, Vinicius hasta se puede tomar un año de licencia sin goce de sueldo por si se quiere ir para Brasil y encima mantiene el trabajo, cuando regresa se presenta y ya está, empieza a cobrar de nuevo.
Lili se quedó en silencio, sosteniendo el vaso de cerveza cerca de su boca, inmóvil, como si se hubiera quedado congelada en un instante, en su rostro comenzó a evidenciarse un leve tono rojizo, y un brillo húmedo empañó sus ojos.
- Mirá… -dijo definitivamente enojada -, ¡si ese negro llega a entrar a trabajar a Tribunales armo un escándalo que ni te cuento, porque ese negro por más buen pintor que sea no va a venir a sacarnos el trabajo a nosotros los argentinos, y me importa tres pitos que el suegro trabaje ahí, si llega a pasar eso te juro que lo denuncio a él y al suegro por venir a robarnos el trabajo!
Nos interrumpió el Chino que nos preguntaba si estaba todo bien, si nos hacía falta algo. Le dije que no, que todo estaba en orden, por suerte la noche estaba linda y la cerveza aún se mantenía fresca. Quedamos unos minutos en silencio mientras terminábamos nuestras porciones. Un perrito, negrito con una mancha blanca en el hocico se acercó a nuestra mesa y para apartarlo le tiré un pedazo de pan unos metros más allá, donde empezaba el césped del cantero.
-¿Lindo el cuadro de Chiche no?- pregunté intentando cambiar de tema mientras me limpiaba las manos con la servilleta de papel. Lili me miró y no podía despegarse del gesto sombrío y tenso de su rostro.
-¿Lindo?...una cagada...
Mercedes 2007
1 comentario:
Qué pelotuda Lili...
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