LA POSTA - Guión literario para un cortometraje.



LOCACIÓN: KIOSCO DE REVISTA Y PLAZA PRINCIPAL DEL PUEBLO. DIA HÁBIL DE SEMANA
PERSONAJES:
JUAN: Kiosquero
POCHI: empleado judicial
ANDRES: oficinista
VILMA: empleada y estudiante
FLOR: empleada
CARLOS: abogado

POCHI SE ACERCA AL KIOSCO Y EL KIOSQUERO LE ALCANZA UN DIARIO, QUE LUEGO POCHI PAGA, ES OBVIO QUE ES ALGO HABITUAL Y COTIDIANO PORQUE NO MENCIONAN NI QUÉ DIARIO NI CUÁNTO SALE, MIENTRAS HABLAN.

KIOSQUERO: Hola Pochi, qué carucha hermano…
POCHI: Estoy arruinado…
KIOSQUERO: ¿Ya dejaste los pibes en el colegio?
POCHI: Ajá… siempre la misma vida rutinaria, chata… ¡Qué querés con este pueblo!
KIOSQUERO: ¡Epa, cómo estamos!
POCHI: La verdad que tengo un día de mierda porque tuve que dormir en el sofá… la Negra se enojó y me echó de la cama.
KIOSQUERO: Jodida la Negra…
POCHI: Qué sé yo, la verdad que estoy podrido de tener que dormir como un boludo en el living…
KIOSQUERO: y… nada cómo la cama para descansar.
POCHI: Sí, aparte todo el día voy a andar destruido, cansado, todo contracturado…  (Se va)

ANDRES (Vestido como oficinista) SE ACERCA AL KIOSCO, PIDE UN DIARIO:

ANDRES: ¡Qué hacés, Juan!
KIOSQUERO: (le alcanza un diario)
ANDRES: No, hoy dame el Página 12…
KIOSQUERO: ¿Cambiamos?
ANDRES: Y para compensar un poco… dicen que la verdad es la suma de distintos puntos de vista…
KIOSQUERO: Recién estuvo Pochi… el del juzgado…
ANDRES: ¡Pochi! Sí estuve con él en el cumpleaños del Beto Mangoni,  justo este  fin de semana…
KIOSQUERO: ¡No sabés cómo estaba! La mujer lo echó y tuvo que dormir en un sofá 
ANDRÉS: ¿Mirá vos? Yo los vi a los dos juntos, me pareció que estaban bien…
KIOSQUERO: Y viste como son las minas, un día están bien y otro día te mandan freir churros.

ANDRÉS, LUEGO DE PAGAR SE VA, CAMINA UNOS METROS POR LA PLAZA Y SE ENCUENTRA CON VILMA

ANDRES: ¡Vilma, querida! ¿Cómo te fue con el parcial?
VILMA: Creo que bien… pero estoy muerta… trabajar y estudiar es agotador.
ANDRÉS: Che, escuchame, ¿vos estudiás con la Negra, no? La esposa de Pochi.
VILMA: Ah, sí, sí… estuvimos juntas en un par de materias, pero hace rato que no la veo
ANDRES: ¿Sabías que se separó?
VILMA: (sorprendida) ¿¡Cómo sabés!?
ANDRES: Me lo acaba de decir, Juan, el del kiosco…
VILMA: Pobre Negra…
ANDRES: No, pará, porque me parece que ella lo echó a la mierda…
VILMA: ¿Se fue él?
ANDRES: Y seguro… viste que en estas cosas salen ganando las minas…
VILMA: ¿Y los pibes? todavía están en la primaria, creo…
ANDRES: Qué sé yo, se quedarán con ella…
VILMA: Entonces la cagada se la mandó el, porque si no, ni en pedo se va de la casa, yo lo conozco, siempre se encarga de dejar en claro que la casa la hizo cuando todavía no estaban casados.
ANDRES: Y… bueno… nada es para siempre (se va apurado)

VILMA CAMINA Y SE CRUZA CON FLOR. FLOR SALUDA APURADA, ES EVIDENTE QUE NO QUIERE DETENERSE.

VILMA: pará… pará…
FLOR: Qué hacés Vil (se dan un beso)…
VILMA: ¿Sabés lo de la Negra?
FLOR: ¿Qué negra? (fastidiada) ¿Conozco como cinco negras?
VILMA: ¡La Negra, boluda! ¡La Negra Rosso!
FLOR: uh, hace un siglo que no la veo.
VILMA: Se separó
FLOR: (Sorprendida e interesada) ¿En serio?
VILMA: No sabés, lo echó al marido de la casa…
FLOR: Ya me parecía…
VILMA: ¿por?
FLOR: Y… viste… no sé… está en esa onda de metrosexual, cada vez que me lo cruzo tiene un corte de pelo nuevo, sé que va al gimnasio… no sé… cuando un hombre anda así…
VILMA: ¿Vos sabés que a mí también me parecía? No sé, tenía esa sospecha de que tira para el otro lado…
FLOR: ¿Viste? A mí me dio la misma sensación, porque viste que ellos parecen la familia perfectita, siempre de vacaciones, los chicos en la escuela top, viaje a Disney…
VILMA: ¡se cansan!
FLOR: Claro, se cansan de abundancia nomás y necesitan otras cosas…
VILMA: El ser humano es así…
FLOR: Me dejaste helada, Vilma,  me voy porque estoy apurada…
VILMA: Dale, nos vemos…

FLOR CAMINA Y SE ENCUENTRA CON CARLOS (vestido de traje)

FLOR: Carlos, ¿Cómo estás?
CARLOS: Bien Flor, ¿cómo le fue a Romina?
FLOR: Bien, no ganó, porque viste que es difícil competir afuera pero la pasó bien…
CARLOS: Y… son experiencias… todo sirve…
FLOR: Cómo anda esa beba, vi las fotos por facebook y está divina…
CARLOS: No sabés lo qué es… no dormimos en todo la noche pero nos tiene embobado…
FLOR: Hablando de no dormir ¿te acordás de la Negra, en la secundaria?
CARLOS: ¿La negra Rosso?
FLOR: Sí, vos fuiste novio de ella, ¿no?
CARLOS: No… nada que ver… yo tuve algo con la amiga, Patricia, pero fue un par de semanas nada más…
FLOR: ¿Y al marido lo conocés?
CARLOS: Ay pará… pará… (hace esfuerzos por recordar) ¿Con quién se casó?
FLOR: Con Pochi Rinaldi… qué iba a Nacional… que andaba con la música…
CARLOS: Ah… sí… sí… uno rubiecito… sí trabaja acá nomás, en un juzgado creo…
FLOR: Ese, bueno… se dio vuelta como una media…
CARLOS: No entiendo…
FLOR: Se hizo puto (se nota que disfruta)
CARLOS: ¿Vos querés decir que dejó a Flor por otro tipo?
FLOR: Y… se separaron, ella lo echó… seguro que se enteró que estaba con un tipo… y lo mandó a la mierda…
CARLOS: ¡Mirá vos! La verdad que yo no tengo nada contra los putos… pero ¿pobre los hijos, no? Porque tienen dos o tres pibes…
FLOR: Una nena y un nene…
CARLOS: Andá a saber que trastorno le habrá agarrado a este muchacho…
FLOR: Y viste, eso pasa por ostentar… yo sabía que había heredado un campo… Y empezaron a darse la gran vida.
CARLOS: Y sí te llueve guita y no sabés qué hacer…
FLOR: Si viajaron por todo el mundo… viste como es… conocés lugares como Miami, Ibiza… todo es joda…
CARLOS: ¡Claro! (sorprendido) ¿fueron a Ibiza con los nenes?
FLOR: No, seguro que lo dejaron con la abuela, la madre de ella…
CARLOS:¡ No te puedo creer, que bárbaro!
FLOR: Nos vemos Carlos, después decile a Mari que pase a tomar unos mates por casa…
CARLOS: Le digo…

CARLOS LLEGA AL KIOSCO DE JUAN.

CARLOS: Juancito, dame el Olé.
KIOSQUERO: Qué hacés Carloncho, cómo anda la cosa…
CARLOS: Me acabo de enterar lo de Pochi Rinaldi…
KIOSQUERO: Ah ¿viste?... y bueno… a cualquiera le pasa…
CARLOS: No, te puedo asegurar que a mí no pasa ni me va a pasar…
KIOSQUERO: Y…algunos tienen suerte…
CARLOS: No es cuestión de suerte, es un trastorno si te ponés a pensar, puede ser doloroso…
KIOSQUERO: Te quedan las cervicales para la mierda…
CARLOS: ¿las cervicales? Se te abre el orto como una cala…
KIOSQUERO: Bueno… no es para tanto… a mí me ha pasado… y te digo que no la paso tan mal, con tal de no tener a la gorda cerca por un par de noches…
CARLOS:  ¡No, Juan, no me digas que vos también! ¡dejame de joder! ¡yo prefiero mil veces el mismo guiso todos los días que tener que cambiar por cambiar!
KIOSQUERO:  ¡Cómo se nota que te casaste hace poquito! ¿Sabés como le vas a tomar cariño al sofá dentro de un par de años…?
CARLOS: ¿Qué sofá?
KIOSQUERO: ¿De qué estás hablando?
CARLOS: De que el Pochi Rinaldi ahora tira para otro lado, parece que se enganchó un tipo en Ibiza y la mujer lo descubrió, y ahora lo echó a la mierda…
KIOSQUERO: (Sorprendido) ¿Estás seguro? ¿Quién te dijo?
CARLOS: Hablé con una íntima amiga de ella… parece que le cayó una guita dulce de arriba y entró en la joda…

KIOSQUERO: (sonríe asintiendo)… yo sabía que me estaba verseando este hijo de puta. ¡Qué puto de mierda!

92 Carretillas - Crónica de una tarde reveladora.

   
       Mi esposa me lo dijo al pasar, como si fuera una cosa de todos los días:
-Compré tierra.
- ¿Para?- pregunté con la boca llena mientras terminaba con la empanada de carne que ella había cocinado.
-¿Cómo “para”? ¿Dónde vivís vos? ¿No ves los pozos que hay en el patio?
Francamente había notado el declive del terreno pero son cosas que están lejos de preocuparme, puedo tener un cráter o los valles Calchaquíes en el fondo de casa y sinceramente me adapto a ello, como si fuera parte del paisaje.
-Para mí está bien… -dije sin demasiada convicción.
-Para vos estará bien -me dice ella con el tono imperativo que he aprendido a temer-, pero pronto hay que armar la pelopincho y el terreno tiene que estar alisado, eso es un desastre.
-Está bien -dije resignado- ¿cuándo traen la tierra?
-El lunes que viene traen medio camión.
-¿Cuánto costó eso?- repregunto temeroso.
-Cuatrocientos pesos… y no pongás esa cara porque hay que hacerlo…
-No pongo ninguna cara- le digo, seguramente con la cara que ella dice que pongo y que yo no puedo simular.
-¿A quién le compraste tierra? -pregunté intentando un tono conciliador.
-A quién va a ser, a Achilli.
Pasó el sábado, pasó el domingo y me olvidé por completo del tema de la tierra. El lunes al mediodía, cuando regresaba del trabajo como todos los mediodías para almorzar, apenas doblé en la esquina con el auto sentí un gran desconcierto, como si no pudiera entender que se encontraba frente a mis ojos, a medida que avanzaba supe que habían transportado el cerro Champaquí y lo habían depositado en la vereda de casa.
-¡¿Qué pasó?! ¡¿Por qué no la dejó en el patio?! –pregunté a mi esposa sin siquiera saludar, desencajado y molesto. Justo en ese momento ella intentaba que nuestra hija de tres años terminara de comer. Me contestó con calma, luego de una larga y profunda exhalación.
-Porque dijo que no le entraba el camión.
-¡Pero si el año pasado había entrado!
-Pero dijo que éste era otro camión y el más chico no le había arrancado.
Caí en el sillón y grité con todas mis ganas:
-¡Achilli hijo de puta, cuatrocientos pesos para transportarme tierra que andá a saber de dónde sacás para dejármela en la puerta de casa y condenarme, hijo de mil putas, a tener que entrarla yo y vaya a saber como mierda lo hago!
Luego sobrevino la discusión lógica que no voy a transcribir para preservarme de esas miserias dialécticas en las que uno cae en este tipo de esgrima conyugal.
El sábado conseguí la carretilla gracias a un amigo del barrio y desde las dos de la tarde, en absoluta soledad ya que mi esposa y mi hija fueron a visitar a una amiga , me dediqué a entrar la mayor cantidad de carretillas posibles. Como la empresa era desconocida para mí y quizás lo haría por única vez en la vida quise contar la cantidad de carretillas que me llevaría tamaña proeza.
Carretilla 1: Primer error. La lleno mucho, me resulta pesada, pues tengo como recorrido una tenue subida de tres metros en lo que es la entrada del auto y después una decena de metros para llegar hasta el lugar de descargue.
Carretilla 2: Pega el sol, me doy cuenta que está fuerte y me voy a broncear los brazos hasta la mitad y después voy a ostentar, en alguna situación en la que voy a desnudarme, esa imagen bicolor ridícula en el cuerpo. Me saco la remera. Mi cuerpo es un derroche involuntario de flacidez pero estoicamente quedo con el torso desnudo. Después de todo es la hora de la siesta y no hay casi nadie en la calle.
Carretilla 3: El sol pega verdaderamente fuerte. Sería bueno poner algo de música. Entro a casa, conecto la netbook a los parlantes y pongo un disco de Mercedes Sosa, por supuesto ensucio dentro de casa. Limpiaré cuando termine.
Carretilla 4: Cuento las paladas de tierra que meto en la carretilla, son veintidós, esa cantidad parece ser la adecuada: volumen aceptable, peso transportable, bien. Son veintidós paladas.
Carretilla 5: Noto que por momentos escucho la voz de Mercedes y su música, y por momentos se pierde, debería subir el volumen, pero estoy en la hora de la siesta. Desisto: no quiero tener problemas con los vecinos.
Carretilla 6: Los rayos de sol parecen letales. ¿Debería ponerme la remera? ¿Necesitaré un ungüento de aloe vera, luego, para curar las quemaduras? Mejor buscar el protector solar. Después de la carretilla 7.
Carretilla 7: En la palada diez la carretilla cae, me doy cuenta que debo ir distribuyendo la tierra en forma pareja sobre la superficie de la carretilla. La lleno con las veintidós paladas y la descargo. Entro a buscar el protector solar pero, claro, estoy solo y no voy a poder cubrir la espalda completa, sería bochornoso pedirle algún vecino que me ayude. Lo hago como puedo, tirando manotazos aquí y allá, hasta quedar decentemente cubierto por la crema blanquecina.
Carretilla 8: Tengo una idea, cuando llegue a la carretilla número 10, haré una evaluación, la cual me permitirá deducir cuántas carretillas harán falta para terminar la obra (para mí ya es una Obra, con mayúsculas, que yo sólo pueda entrar toda esa montaña de tierra será algo digno de plasmar en mi historia, será mi Obra, podré contarle a mis nietos: yo entré una montaña de tierra a la casa a carretilla limpia)
Carretilla 9: Lo hago sin mirar, estoy entusiasmado por llegar a la carretilla 10 y ver mi avance.
Carretilla 10: Coloco las veintidós paladas de tierra, las descargo en el patio y vuelvo a observar y comparar las dos montañas de tierra. Decepcionante. La montaña de afuera sigue siendo el mismo cúmulo gigante del principio, el montículo del patio es apenas una protuberancia simpática, apenas se asemeja a un hormiguero de hormigas coloradas. No puedo calcular, lo que sé es que faltan muchas carretillas de tierra, muchas… extremadamente muchas, mejor no contar.
PAUSA: Tomo agua de la canilla, he comenzado a transpirar y la sed no se hace esperar. Mercedes Sosa canta “Ramito de albahaca, niña Yolanda…” es un disco viejo. Mientras escucho pienso que no quiero ver esa montaña de tierra en mi patio y se me ocurre comenzar a desparramar y rellenar los pozos que tanto preocupan a mi esposa, eso va a demorarme pero a la larga será mucho mejor.
Carretilla 11: Duro empezar de nuevo y no se ve el horizonte. Veintidós paladas.
Carretilla 12: A la música no puedo prestarle atención, no me distrae a ese volumen, pero no voy a ganarme enemigos en la vecindad, la siesta es sagrada.
Carretilla 13: Ya está, me digo a mi mismo, si Achilli no tenía el camión chico por algo será, son cosas del destino… si la tierra hubiera sido descargada en el patio yo tendría nada más que desparramarla, apenas una hora de trabajo, no más, sin embargo el panorama parece ser incierto, recuerdo la canción de Serú Girán “Cuánto tiempo más llevará”, canto el estribillo.
Carretilla 14: Transpiro como un condenado, las gotas caen sobre la tierra. Llega Roque, mi vecino y me mira, me siento bien, demuestro que no sólo soy el que toca la guitarrita o administra una tienda, soy además el que va a entrar esta cojuda montaña de tierra al patio de mi casa.
Carretilla 15: Ja, se lo contará a su mujer: Mirá vos, le dirá, el vecino no es tan vagoneta, está entrando solo toda esa tierra.
Carretilla 16: Qué calor del orto, estoy transpirando a chorros. Pasa un auto, es un Focus nuevito, se oye cuando está cerca el aire acondicionado encendido, pero el muy turro no se da cuenta que afuera está la realidad y no reduce la velocidad provocando la polvareda en la calle de tierra. Lo puteo… porque sé que no me escucha.
Carretilla 17: Pasan dos pibes del barrio, mi perra Greta los acribilla a ladridos, sin embargo se detienen. Me dicen: Señor, no quiere que le entremos la tierra. No está mal, pienso: los pibes se ganan unos mangos, saco la reposera, una cerveza, vuelvo a poner el disco de Mercedes Sosa que no pude escuchar y me siento a la sombra. Pero el primer escollo es pensar en mi esposa, el segundo que los vea mi vecino Roque… No, les digo, perdonen, es lo que más quisiera pero mi esposa, si los ve, me cuelga del cableado telefónico.
Carretilla 18: Pasa mi amigo Gustavo en su auto, abre la ventanilla y sonríe, sacame una foto la puta que te parió, le digo… se va riendo.
Carretilla 19: Van cincuenta minutos de trabajo forzado, pero estoy bien, no parece ser tan grave.
Carretilla 20: Estoy ansioso, voy a hacer una nueva pausa y me apuro, veinte carretillas en una hora está muy bien para mi gusto.
PAUSA: Tomo agua, no quiero sentarme porque sería fatal, podría no levantarme jamás, mejor desparramar los diez montoncitos que diseminé en lugares estratégicos en el patio.
Carretilla 21: Siento las piernas entumecidas, vuelvo a pensar en Achilli. ¡Por Dios!.
Carretilla 22: Mi vecino Roque sale en su moto, lleva una mochila y, no querría haberlo visto pero sí, lleva puestos botines de fútbol, cuando lo observo la palada 17 se me cae al suelo. Claro, es sábado, y la mayoría de los mortales argentinos juegan al fútbol, pero yo no, yo debo entrar todo este gigantesco incidente geográfico provocado por Achilli al patio de mi casa. Adivino que Roque va sonriendo. No lo veo pero lo adivino.
Carretilla 23: Seguramente Achilli, el dueño, ni se enteró que tuvieron que dejarme la tierra en la puerta. Es probable.
Carretilla 24: Mi condición es mejor que la de Roque, sé que juega de defensor central, es decir que apenas corre, y yo estoy haciendo una descarga física que equivale a tres partidos de fútbol, probablemente mi salud esté más beneficiada que la de Roque.
Carretilla 25: Roque podría lesionarse, en cambio yo, a lo sumo, podría contraer una contractura leve que al otro día ya no sentiría.
Carretilla 26. Pasa una Amarok, el hijo de puta que va adentro todavía no se enteró que ya no hay más ruta y que es una calle de tierra. Por treinta segundos la visibilidad se reduce a la pala y la carretilla.
Carretilla 27: Me reconforta que yo me tengo mejor ganada la cerveza que Roque.
Carretilla 28: En la carretilla 30 voy a tomar agua hasta morir.
Carretilla 29: ¿Qué estará haciendo Achilli un sábado a la tarde?
Carretilla 30: Dudo en hacer la pausa, podría no volver a empezar, los músculos se relajarían y tendría problemas en volver a activarlos, decido directamente en desparramar el montículo de tierra que he logrado en el patio. Pero antes caeré de rodillas a la canilla del garaje.
PAUSA: Después de alisar la tierra tomo agua.
Carretilla 31: Veintidós paladas por treinta carretillas me da… seiscientos sesenta paladas. Perfecto. Me siento Sansón.
Carretilla 32: Llega Malena, la vecina de enfrente, no puedo decir nada de Malena, ella corta el pasto de su casa, pinta sus aberturas, es una mujer hacendosa. Me pregunta cuánto me salió la tierra, le digo que cuatrocientos pesos, me pregunta a quién, y le contesto a Achilli, pero le advierto que si va a comprar le pregunte a Achilli si ya arregló el camión chico porque si no te la dejan en la puerta… Malena sonríe, ella sabe que no me gusta trabajar forzosamente.
Carretilla 33: Mi perra Greta, la más chiquita vuelve llorando después de pelear con unos perros más grandes.
Carretilla 34: Veintidós paladas… ahora parece que fueran como cien.
Carretilla 35: Imagino a los albañiles que hicieron los cimientos de casa, además ellos tuvieron que cavar y sacar tierra, imagino que sentirían cuando yo bajaba de mi auto con aire acondicionado para verificar que la cosa estuviera bien. Si alguien ahora viniera a verificar si estoy haciendo bien las cosas, con la excepción de mi esposa, le cortaría la yugular de un palazo.
Carretilla 36: Recuerdo películas con los presos haciendo trabajos forzados ¿En qué ocupaban su cabeza mientras trabajaban horas y horas, en qué pensaban? Yo ya no encuentro cosas en qué pensar. Se me ocurre entonces escuchar música con el celular, es una muy buena idea. Hago una pequeña pausa en la palada once y corro a hacerlo.
Carretilla 37: Imposible, se me caen los auriculares berretas que compré de las orejas en cada movimiento brusco, desisto del celular.
Carretilla 38: ¿Tzu que sueña la mariposa o la mariposa que sueña a Tzu?: Los presos confinados a trabajo forzados ¿pensaban en un pobre tipo entrando una montaña de tierra a su casa subordinado por la voluntad de su esposa?
Carretilla 39: El tiempo comienza a ser amorfo, la realidad es confusa, cuento las veintidós paladas sin querer, como un autómata, pero ya no quiero contarlas porque sé a que altura debo llenar la carretilla pero lo sigo haciendo como algo involuntario.
Carretilla 40: me detengo un ratito para contemplar la montaña de tierra, parece que mi Obra va por la mitad o un poco más quizás, eso me da fuerzas para continuar, por primera vez parece observarse a la distancia una línea que puede llegar a hacer un horizonte.
PAUSA: Tomo agua y aliso la tierra. Van dos horas y veinte de puro trabajo. Contemplo el terreno y tomo nota de cuales son los lugares en los que falta tierra. Tomo una decisión drástica: no voy a alisar más la tierra, entraré toda la tierra que falta de una vez y la colocaré estratégicamente en los lugares donde falta.
Carretilla 41: No hay que pensar más, hay que colocarse en una especie de trance mecánico en el que sólo exista la pala, la carretilla y la tierra que es la materia que debe transmutarse. Yo apenas seré el canal, el medio inerte para lograrlo.
Carretilla 42: Abruma el sol. Siento la espalda como una brasa, me coloco la remera nuevamente.
Carretilla 43: No pensar es una acción imposible, pues sólo pienso en que no debo pensar pero en definitiva estoy pensando.
Carretilla 44: No siento las piernas, me detengo e intento erguirme pero algo en la cintura me lo impide, como si me hubiesen soldado las articulaciones.
Carretilla 45: La visión se me pone borrosa, en parte por el sudor que cae de la frente hacia mis ojos y en parte por la polvareda que levanta una camioneta vieja.
Carretilla 46: Recuerdo varias escenas de películas en que un soldado o un beduino cruza el desierto en busca de agua, por momentos siento que estoy en el Sahara pero un golpe de vista me recuerda que tengo la canilla a mano. Tomo agua.
Carretilla 47: No pensar, esa es la cuestión.
Carretilla 48: Bien, lo leí en un libro de autoayuda en la librería, los leo allí porque me sentiría muy vejado en mi orgullo si comprara un libro de autoayuda, allí decía que hay que focalizarse en la meta para lograr el objetivo, mientras coloco las veintidós paladas de tierra imagino que toda esa montaña derruida que aún falta será en poco tiempo una planicie parejísima, lo puedo ver…
Carretilla 49: Sigo viendo la planicie en lugar de la montaña pero noto que es algo contraproducente, pues casi que me convenzo que el montículo de tierra ya no existe y me invade el irresistible impulso de sacar la cerveza de la heladera y sentarme en la reposera a disfrutar del objetivo logrado. Debo pensar en no pensar.
Carretilla 50: En cuanto termino no hago una pausa pero sí estiro las piernas y los brazos, cincuenta carretillas es toda una proeza, definitivamente no seré el mismo después de esto.
Carretilla 51: No pensar.
Carretilla 52: Pensar en la Obra, en mi Obra.
Carretilla 53: Recuerdo el personaje de Paul Auster en La música del Azar, algo parecido a lo que estoy haciendo sucedía allí, pero transportaba piedras, debería leer de nuevo esa novela.
Carretilla 54: La excesiva repetición de un movimiento lleva a la mecanización del mismo, es una premisa futbolística si se quiere, como cuando un jugador se queda después de los entrenamientos a practicar tiro libres, y elije el segundo palo del arco, y lo hace diez, veinte, cien veces clavando la pelota en el ángulo, luego en el partido, a la hora de los bifes, tendrá altísimas chances de concretar un gol. Yo siento que no olvidaré jamás el movimiento con el que llevo la pala de tierra a la carretilla.
Carretilla 55: Pienso que no me servirá de mucho mecanizar ese movimiento.
Carretilla 56: ¡La puta que lo parió! Me acordé que no pagué el teléfono y podrían cortarlo. ¿Por qué me acuerdo justo ahora?... claro… nada es al azar: mi teléfono termina en 56.
Carretilla 57: Me lo cortan justo hoy que es fin de semana largo y me quedo sin internet. Sería una cagada.
Carretilla 58: No conviene pensar cosas negativas en un momento como este en el que necesito toda la fortaleza anímica y física posible.
Carretilla 59: Vuelve Roque, claro, pasaron dos horas desde que se fue, viene de jugar al fútbol.
Carretilla 60: La única palabra que me viene reiterativamente a la mente es: conchudo.
Carretilla 61: Achili hijo de mil putas. Otra frase recurrente.
Carretilla 62: Seguramente Roque ahora tendrá problemas con la mujer, ella le va a recriminar que en lugar de jugar al fútbol debería estar haciendo algo de la casa y me va a mencionar como ejemplo.
Carretilla 63: No se oyen discusiones, pero seguramente los reproches ella debe hacerlo en voz baja...
Carretilla 64: Sale Roque nuevamente en moto, lleva un envase de cerveza en su mano, me saluda con un gesto con la mano… con la que se hace la paja, seguro…
Carretilla 65: Falta poco… pero falta… y cuanto menos falta más elástico es el tiempo…
Carretilla 66: Vuelve Roque, pronto, era previsible, fue hasta la despensa de la otra cuadra…
Carretilla 67: Sale la mujer de Roque y tiene en la mano una bordeadora… Casi me pongo a aplaudir, las minas son terribles, porque la muy guacha le va a hacer cortar el pasto del frente de la casa a Roque con una bordeadora… claro, como castigo…
Carretilla 68: No… falsa alarma la que empieza a cortar el césped es ella misma… no puedo contenerme y le digo, no sin antes hacer un esfuerzo descomunal para enderezar la columna, ¿Calorcito, no?... No tanto, dice ella… ¿Te gusta cortar el pasto? Le pregunto sin pensar demasiado, porque lo que estoy intentando sugerir entre líneas es si con este calor de mierda tiene que ser ella la que corte el pasto mientras el desconsiderado de su esposo se fue a jugar al fútbol con sus amigos. No -me dice ella-, no me gusta pero Roque tuvo que jugar hoy y está muy cansado.
Carretilla 69: EL sonido de la bordeadora es como la de un animal extraño que se queja y se queja y se queja…
Carretilla 70: Dudo que esté en condiciones de seguir, pues veo a la mujer de Roque cortando el césped con una bordeadora y a Roque sentado en una reposera a la sombra del sauce tomando cerveza. Me refriego los ojos, comenzaron las alucinaciones. Pero todo parece ser real.
Carretilla 71: Roque me dice algo… ¿eh? Le digo apoyándome en la pala sin poder contener un gesto de desprecio. Que ya casi lo tenés, me dice sonriendo. Pareciera que me está alentando, pero creo que lo mejor hubiera sido que no dijera nada, sonrío por cortesía y continúo.
Carretilla 72: Llevo cinco horas exactas de trabajo forzoso.
Carretilla 73: Roque ya no está y la mujer está ahora plantando unos arbustos. Pienso cuánto tiempo puede soportar una mujer semejante violencia de género, no puedo controlarme y pretendo avivar la llama de la discordia entre ellos. Le digo: ¿Y a Roque? ¿no le gusta la jardinería? Sí, a él le encanta, me contesta de buen modo, lo que pasa que hoy tuvo que jugar y bueno, viene cansado pobre.
Carretilla 74: Viene cansado pobre. Nunca escuché que mi esposa dijera esa frase. ¿La dirá hoy?
Carretilla 75: La mujer de Roque ya no está. Falta poco pero ya no sé si soy yo.
Carretilla 76: Los montoncitos de tierra desparramados en el patio ya lo hacen intransitable, no sé por dónde dejar más carretilleadas. ¿Existirá el vocablo “carretilleadas”?
Carretilla 77: Lo lamento por los sapos pero debo cubrir justo en una de las cuevas, espero que pueda salir por algún otro lado.
Carretilla 78: ¿Existe Dios?
Carretilla 79: ¿Si Dios es todo bondadoso por qué yo estoy confinado a esto? ¿Tendré otro castigo por haber enterrado a un sapo vivo?
Carretilla 80: Dios se manifiesta a través de su Obra y esta es la mía, Él quiere que yo me manifieste y vaya si lo estoy haciendo.
Carretilla 81: Nueve por nueve. Nueve veces nueve transporté la carretilla de tierra.
Carretilla 82: Los milagros ocurren.
Carretilla 83: Mi esposa me adorará, no me olvidará jamás, si me fuera infiel sentirá una culpa insoportable al recordar que fui yo quien entró toda esta inmensa cantidad de tierra.
Carretilla 84: Por primera vez siento que el final está cerca.
Carretilla 85: Mi cuñado no lo va a poder creer: el bohemio de la guitarrita culminando semejante hazaña.
Carretilla 86: Procedo a un acto masoquista muy típico de mí: solo tomaré agua cuando vuelque la última carretilla de tierra.
Carretilla 87: Ya no sé donde poner tierra en el patio, me detengo un momento a analizar el terreno, pero mi capacidad de análisis está vedada, me decido por un rincón y allí dejaré tierra negra de reserva para las plantas que mi esposa decida colocar.
Carretilla 88: Pueden que falten dos carretilleadas más.
Carretilla 89: Casi seis horas, el sol está por ponerse.
Carretilla 90: Mal cálculo, todavía faltan un par más.
Carretilla 91: Siento el placer del triunfo, como si faltaran dos minutos para terminar el partido y fuéramos ganando dos a cero.
Carretilla 92: Fue media carretilla nada más, el cuerpo ya no me pertenece, pronto deberé tomar un ibuprofeno 600 para relajar las cervicales y la cintura, pero primero será la cerveza y la beberé recostado en la reposera como mi vecino Roque. Yo jugué uno de mis partidos más importantes en la vida y triunfé: Le gané una batalla desigual al montículo de tierra y creo que a partir de esto seré otra persona, otra persona mejor… pensándolo bien Achili me hizo un favor dejándome la tierra afuera. Todo conlleva un aprendizaje, en el futuro seré menos impetuoso y no me adelantaré a juzgar ni a las personas ni a sus acciones, las cosas suceden por algo. Y no tendré vergüenza en comprar un libro de autoayuda.

MARTA DESPIERTA - Scrooge plagium.



Marta despierta y se da cuenta que no está en su casa. Suele tener sueños muy vívidos y lo que acontece ahora puede ser uno de esos momentos en que queda atrapada en la zona neutral entre la vigilia y el sueño. Pero esta vez es diferente, mira su cuerpo y lo siente muy consistente, con peso. No se droga, ni bebe alcohol así que el lugar que está observando, una habitación pequeña de paredes sin revoque donde el ladrillo hueco está a la vista, con tirantes viejos en el techo y chapas agujereadas no puede ser otra cosa que producto de un sueño. Pero en los sueños no suele haber olores ni sensaciones y Marta siente un tufo a humedad penetrante y algo de frío. Nota que está tapada con un par de frazadas viejas y se encuentra vestida.

Levanta el peso de sábanas y mantas que la cubre y se da cuenta que ese jean gastado y el buzo de friza color bordó que lleva puesto no son suyos. Debe ser un sueño, piensa y luego se sienta en la cama, nota que es vieja y el colchón se hunde generosamente. Ahora siente pasos, los oye y se acercan a la puerta donde precisamente no hay puerta pero sí una cortina mostaza que debe tener siglos por lo ajada y desteñida que está. El paño azulino se mueve y una niña de aproximadamente diez años le dice:

-¡Vamos mamá!

Marta es mamá, pero tiene dos varones, uno de quince y otro de trece. Los dos ya están en la secundaria y van al colegio San Luis. Pablo, el mayor, juega a al tenis y Agustín es hiperactivo, practica fútbol, tenis, natación, inglés, informática, es una esponja que lo absorbe todo. Aunque lo hubiese deseado Marta no tiene una hija. En el desconcierto que le produce ver a esa niña hablándole, decide que lo mejor es ser parte del sueño, entregarse a esta película que parece protagonizar. Intenta no desesperarse y pregunta a la niña que aún está allí:

-¿Adónde vamos?

-¡Adónde va a ser mamá!- contesta la niña.

La pequeña sale y Marta intenta recordar si anoche pasó lo que pasó, porque fue ayer a la tardecita que Moni la pasó a buscar para ir a cenar con sus compañeros de secundaria. Mientras comían y bebían discutieron sobre política como siempre y luego, tipo tres de la mañana se retiró en un taxi, llegó a su casa, pasó por el living, dejó su campera en el perchero, fue hasta el comedor, entró en la cocina, tomó un vaso con limón, subió las escaleras, se cambió en el vestidor, fue al baño, se pegó una ducha para sacarse el olor a humo de cigarrillo, fue hasta los dormitorios de Pablo y Agustín, comprobó que estaban bien y volvió a su cama, le pidió a Santiago que dejara de roncar, que se ponga de costado y se durmió.

Pero ahora está allí en una habitación espantosa y comienza a impacientarse, no quiere pararse porque tiene miedo, quiere volverse a acostar y despertarse de una vez por todas. Lo único extraño de la noche anterior fue que Jorge trajera a un amigo que lo había venido a visitar de Ramallo. Un tipo raro que prácticamente no habló hasta que la conversación entre los ex compañeros de la Escuela Normal, una decena de hombres y mujeres de ya pasado los cuarenta años, derivó en la discusión política habitual que esta vez terminó rayando lo bélico. Marta recuerda haber discutido con el tipo que trajo Jorge, Aaron se llamaba, que a toda vista parecía definitivamente de izquierda. Pero lo que más la exasperó fue la voz monocorde y pausada con la que el tal Aaron la interpelaba.

-Vamos mamá- le dice ahora la nena que vuelve a aparecer tras la cortina-, ponéte la campera que en la cocina hace frío y vamos que se hace tarde.

Marta obedece. Se para y busca algo para calzarse. Lo único que hay allí es un par de zapatillas náuticas, gastadas, de las baratas sin marca. Se las coloca y se abriga con el camperón celeste que está en el respaldo de la cama de hierro. Nota que la manga está quemada con cigarrillo y uno de los bolsillos está descocido. Tiene el impulso de sacársela pero ante la falta de otro abrigo y un chiflete áspero de frío que entra por la puerta desiste y termina por cerrar el cierre hasta el cuello.

 

xxx

 

-No entiendo cómo podés estar de acuerdo con los planes trabajar del gobierno- le había dicho vehementemente Daniel a Jorge que intentaba contestar con tranquilidad cada pregunta que le hacían. Romina, Pedro, Andrea, Daniel y ella misma que lo tenían acorralado en una franca diferencia de cinco contra uno.

-Somos libres-protestaba Daniel-¿por qué no me dejan comprar dólares si me rompo el orto laburando?

-¿Y para qué querés dólares?- preguntaba Jorge

-Para ahorrar.

-Hay otras opciones para ahorrar.

-¿Cuáles?

-Comprá un terreno, querido, construí, ponela en el banco, comprá acciones si querés arriesgar

-Pero si yo quiero comprar dólares porque es lo más seguro ¿por qué me lo tienen que impedir?

Jorge suspiró y demostró franca intención de contener el tono de voz.

-Porque vivís en un país que, te guste o no, tiene que tener ciertas reglas.

A Marta le dio tanta bronca lo que decía Jorge que quiso intervenir. Esas conversaciones le aburren y la actitud de Jorge hablando de política le resultaba pedante. Ella también quería decir que debería tener derecho a comprar dólares si necesitara.

 

xxx

 

Pero ahora Marta abre la cortina y aparece una especie de cocina pequeña, también con ladrillos huecos y luego de girar la vista se da cuenta que esa pequeña habitación es todo en uno: la cocina que es una anafe, el baño que es una letrina, y también está el otro colchón acomodado en el piso sobre la pared. La nena está en la mesa tomando té en una taza y Marta escucha que luego de beber un sorbo le dice: tomá mamá que se enfría. Un zumbido grave que luego crece en intensidad, como si fuese un trueno, y que de pronto hace que la habitación vibre paraliza a Marta. Sólo atina a mirar hacia la ventanita por la que se ve un pedazo de cielo hasta que abruptamente el cielo se eclipsa por la silueta de lo que evidentemente es un tren. Cuando termina de pasar el tren sale por la puerta que conduce hacia afuera y nota que apenas son tres o cuatro metros los que separan la casita de las vías. Se da vuelta y le pregunta a la nena:

-¿No te da miedo?

-Ya no, mamá, hace cuatro años que estamos acá, ya me acostumbré.

-¿Adónde tenemos que ir?- pregunta Marta haciéndose la olvidadiza

-¡Ay mamá! ¿Cómo te podés olvidar? nos espera Antonio, para mostrarnos la casita y ver si nos podemos anotar.

 

xxx

 

Anoche Marta, ya un poco enojada, se lo preguntó a Jorge. El tono fue irónico. En algún punto siempre se sintió atraída por Jorge, pero este nuevo Jorge, con su manera de pensar, la decepcionaba:

-¿Vos estás de acuerdo que le den plata a esa gente en lugar de darle trabajo?

Pero no fue Jorge el que contestó sino Aaron, el desconocido, quien con absoluta suavidad, como si saliera de una clase de yoga, respondió:

-Es histórico.

-¿El qué es histórico?- repreguntó Marta quien empezaba a subirle la temperatura.

-Está en nuestra historia como país, pasa en todos los países latinoamericanos, una historia muy desigual.

Pero Aaron no pudo seguir porque fue Jorge el que interrumpió:

-¿Y cómo pensás que puede solucionarse la cosa para la gente que no tiene nada? ¿Qué hacés, los pasás por arriba con una topadora y los transformás en abono?

-No querido- dijo Marta ya con bronca- hay que darles trabajo, no planes.

-¿Y cómo les das trabajo? -preguntó Jorge levantando las cejas.

-Que haya más empresas- dijo Marta.

-¿Y cómo hace un gobierno para “hacer” más empresas?

-No sé, están ellos para pensarlo, yo soy abogada y me rompo toda para tener lo que tengo ¿por qué el gobierno tiene que regalar las cosas con los impuestos que yo pago?

 

xxx

Ahora la nena le señala que allá está Antonio, caminan varias cuadras, muchas cuadras hasta lo que parece ser algo estatal, como una municipalidad. Un señor de anteojos, vestido con ropa azul de trabajo se acerca a ellas en la puerta del edificio y saluda amablemente.

-Hola Marta -dice luego de darle un beso-, parece que se da, conseguí que te anoten en una de las casas y el intendente me dio la llave de una parecida para que puedas verla, vamos en mi auto.

Marta y la nena suben al auto gris que les indica el tal Antonio. Marta lo hace adelante y la nena atrás, el hombre parece bueno, es más grande que ella y no parece tener intenciones de seducirla. Mientras circulan por la ciudad Antonio baja el volumen de la radio y dice:

-Bueno, Marta, parece que las cosas se acomodan, ya tenés trabajo en la cooperativa y ahora vamos por la casa.

Luego hay un silencio en el que Marta no dice nada. Por la ventanilla observa un barrio que no reconoce, que podría ser cualquier barrio de la ciudad. Un detalle que le advierte que está en un sueño, aunque siente su cuerpo físico, siente sus manos, sus brazos, sus piernas. La voz de Antonio le interrumpe sus pensamientos:

-Yo ya estoy medio cansado porque la gente no me da bola, cada vez van menos a trabajar, mañana hay que barrer en el centro así que empezamos a las cuatro, no me faltes Marta, no aflojés, hacelo por la nena.

-Ella no quiere ir, Antonio-dice la nena desde el asiento de atrás-, porque dice que siempre son pocas y que es mucho trabajo y que las otras cobran igual y no hacen nada.

-Sí -contesta Antonio-, pero vos no le des bola, yo a las que van a laburar les doy una mano y ahora se te puede dar una de las casas del plan.

Marta observa que comienzan a transitar por uno de esos barrios que siempre ve desde la autopista, ese de casitas iguales, las que hace el gobierno. Antonio estaciona frente a una de ellas y señala la manzana de enfrente:

-Ahí, en ese terreno baldío, se va a hacer la tuya Marta, en un año están viviendo ahí, vas a ver que se da la cosa.

 

xxx

 

La discusión se terminó cuando Jorge volvió a desubicarse. Porque en el momento que Marta dijo que ella quería vivir en un país libre, donde pudiera comprar dólares, viajar al exterior cuando quisiera y sobre todo, cobrar los sueldos que cobran los políticos sin hacer nada, Jorge le contestó que no podía andar comparándose con los demás porque ella ganaba muy bien para lo que hacía. Que si quería ganar más que deje la comodidad de empleada judicial y ejerza privadamente como abogada y que de ese modo, contándole las costillas a los demás iba a ser infeliz toda su vida y que además si quería un país para ella que se lo compre porque en este tenemos que vivir todos. A Marta le irritó tanto la postura de Jorge que, no sabe si estuvo mal o no, le dijo que él era un vago de mierda, que había conseguido ese trabajo en Desarrollo Social por chuparles las medias al delincuente de Minetto. Luego hubo un silencio, incómodo, difícil. Todos pensaban eso sobre Jorge, que la jugaba de pro gobierno para acomodarse, él y su esposa, pero nadie lo decía, mucho menos en una reunión que pretendía ser agradable. El silencio se hizo cada vez más tirante. En ese momento se escuchó la voz tranquila de Aaron que le preguntó a Marta:

-¿Vos cambiarías lo que tenés y tu trabajo por un plan del gobierno?

-No, no me gustaría, pero tampoco me gusta que me saquen lo mío para dárselo a los vagos-contestó duramente Marta, ya indignada.

Hubo un silencio incómodo. Jorge suspiró y luego de tomar el último sorbo de vino vaciando la copa, mirando a Marta a los ojos, dijo:

-Vos sos empleada estatal, así que también gozás de un plan del gobierno, lo que pasa que es más calificado, nada más.

 

xxx

 

La nena, que Marta ahora sabe que se llama Julia, camina por toda la casa en la que los ambientes son pequeños.

-Mirá mamá, qué lindo el baño.

Marta observa que es un baño chico sin ni siquiera una bañera. La cocina y el comedor son un solo ambiente y el living es apenas de dos por tres metros. Antonio dice que tiene patio con galería y que en la galería de adelante se podría dejar un auto si lo tuviera.

-Tiene gas, mamá, no tenemos que comprar más garrafa-, y girando la cabeza hacia Antonio le pregunta -¿Es muy caro el gas?

-No Julia, el gas natural es más barato que el de garrafa, es increíble pero es así nomás, los que más tienen pagan menos por el gas.

Antonio cierra la puerta de la casa mientras asegura que la que les toque en el sorteo va a ser igualita, que faltan un par de cosas y va a ser definitivamente de ellas. Ya en el auto, mientras maneja, parece descargarse hablando, como si tuviera mucha furia contenida:

-No me aflojés Martita, yo lo conocí a tu viejo, laburaba como toro, hacía todo, sembraba, cosechaba, arriaba el ganado… hasta arreglabas las máquinas, pero el patrón que tenía era una mala persona, por ser dueños de la tierra se creen dueños del hombre. Marta, tu viejo quería que ustedes estudien pero Hernández no le dio esa posibilidad, cuando vos y tus hermanos tuvieron edad de trabajar le dijo que: o trabajaban para él también o se tenían que ir porque no podían ocupar la casa que les daba, que había como diez familias que querían el trabajo. Sé que le tenés rencor a tus padres porque no pudiste estudiar pero tenés que concentrarte en Julia, cuando tengas la casa y con el trabajo en la cooperativa, Julia va a poder seguir estudiando, no aflojés…

Marta mira por la ventanilla, cuando Antonio sube el volumen de la radio siente que se adormece.

 

xxx

Marta despierta, lo primero que ve es la luz prendida del baño en suite, escucha que la canilla está abierta y la sombra de su esposo suele oscurecer la luz que deja la puerta entreabierta. El techo de yeso y el grueso acolchado a sus pies –nunca termina de taparse con el acolchado porque la calefacción en la pieza es casi intolerable- le demuestran que efectivamente ya está verdaderamente despierta.

FIN

 

¿POR QUÉ LITERATURA? - Carta para Germán.


Germán, hijo querido, me animé a escribirte esto después de pensarlo mucho, me llegó tu mensaje en el que me dices que vas a dejar la carrera de arquitectura para dedicarte a la literatura.
   Te confieso que me sentí descolocado, te darás cuenta de que hemos tenido poquísima comunicación en los últimos años, sobretodo desde que empezaste la escuela secundaria, momento que al menos yo considero bisagra en nuestra relación. Pero no puedo entenderlo hijo, no te enojes por la pregunta pero no puedo evitar hacerla: ¿Por qué literatura?
   Se me ha hecho muy difícil sobrellevar con fluidez nuestra relación. Cuando naciste, tuve la esperanza de que podamos hacer muchas cosas juntos pero nada de lo que a mí me apasiona pude transmitírtelo. Soñaba con verte jugar al fútbol, de veras me desvelaba que pudiera verte entrar a la cancha, esa especie de templo sagrado en que ciertos hombres eran designados por mandato divino a representar los dioses del olimpo. Verte pujar por el magnánimo tesoro circular revestido en gagos de cuero sobre el océano verde, amable, suave como una alfombra y verte, por cierto, traspasar trampas y bloques de piernas y botines para llegar a penetrar con fuerza esa ventana a la gloria conformada por tres palos cilíndricos. Te llevé a la Bombonera y te conté de los fantasmas que aún parecían estar allí, te conté de jugadas que como un mecanismo de reloj, reloj siempre rebelde y dinámico, terminaron convirtiendo la estática red en un animal robusto moviéndose a capricho del balón.
   Cuando noté que el popular juego de la pelota te era totalmente ajeno, -ya desde niñito tomabas la pelota con la mano cuando jugábamos juntos y no pude inculcarte los principios básicos del juego- opté por llevarte a pescar. La pesca para mí es la vida, te habrás dado cuenta de que es una de las pocas cosas por la que pierdo la cabeza, ¡cómo explicarte lo que se siente!, ¡para qué hablar de la noche en una jornada de pesca con los muchachos!, el aroma del agua del rio, las caricias del aliento de la fogata en el rostro y charlas profundas con algún amigo en que los dolores y las angustias que la vida nos regala se van por el cauce de la conversación hacia mares lejanos, y todo esto mientras saboreas un sorbo de vino tinto o una dulce caña, y en cuanto esta se desliza por el paladar, fluye por la garganta y enciende el estómago, por un instante, al menos por un breve momento sentís que Dios te toma del hombro y te dice: ¡hoy puedes ser feliz!.
    No hubo caso, te llevé más de una vez al arroyito Frías y en cuanto una mojarrita quedaba prendida del anzuelo de tu caña rompías en llanto y no cesaba hasta que, después de que juntábamos las cosas, subíamos al auto y volvíamos a casa. Me quedaban los autos en la pista. Ya no quería que fueras piloto, me conformaba con tenerte al lado y estar los dos gritando para alentar a Traverso. ¡Vamos Chevrolet, carajo! Hacía rato que no iba a las carreras pero llamé a un par de amigos que siempre concurrían y les dije que me avisaran. No podía fallar. Sólo debía llevarte una vez, con una sola vez bastaba, y en vivo, porque si algo seduce para siempre es el sonido, el rugido de los motores del Turismo Carretera es grave y demoledor, no hay trueno ni rayo que haga vibrar el cuerpo y el corazón como el estruendo totalitario y omnisciente del motor de un auto de carrera, y podríamos sumarle a todo eso el color, la gente, el aroma seductor de la carne asada y la belleza helénica de las promotoras. Y por fin allí estabas, en el autódromo de Rafaela disfrutando de una maniobra inédita e inconfundible de ese rey de los bólidos que fue el Flaco Traverso y cuando te miré observé que asentías y te pregunté que te había parecido, pero no contestabas, tuve la sensación de que habías quedado perplejo por ver semejante obra artística, pero no, te sacaste los auriculares -que yo no había notado que tenías puesto porque llevabas el pelo largo- y me preguntaste: ¿pasó algo?
   Y bueno, no lo esperaba, había renunciado en que alguna pasión que llevara en el alma pudieras heredarla, pero cuando me dijiste que ibas a estudiar arquitectura me emocioné. Me acuerdo la noche en que me lo contaste y entonces quise incrementar tu entusiasmo contándote la importancia de la arquitectura en la historia y el arte, la inconmensurable obra arquitectónica de los Incas, los vistosos y magistrales aportes de la Grecia antigua, te hablé de la identidad de los pueblos y de la belleza a la que nunca se debe renunciar, mucho menos en semejante arte físico que aspira siempre a la eternidad. Quizás me excedí porque un ronquido tuyo me volvió a la inevitable realidad del patio de nuestra casa y observé el bendito tirante de la galería que por falta de manos de pintura iba a camino a podrirse. Te desperté y entramos. Estaba feliz.
    Y ahora me decís que vas a dejar la carrera de arquitectura para dedicarte a la literatura. Intento rememorar qué integrante de la familia, tanto mía como la de tu madre, haya tenido algún vínculo con la literatura y no lo encuentro, a veces me pregunto en qué fallé, ¿cómo es que apuntando todas las saetas con extremo cuidado, concentrado, enfocado en el pretendido punto central que oficia de blanco en este juego de ser padre, puede errarse tanto?. Querido Germán, vuelvo a preguntarte ¿por qué literatura? Pero no te sientas en la necesidad de responderme.

                                                          Jorge, tu padre que te quiere mucho.

EL NUEVO MUNDO DE RODOLFO - De River Plate y el surrealismo argentino.


     La mañana en que Rodofo despertó estaba solo. Aunque hacía dos años que sus dos hijos, Norberto y  Angel, su esposa Laura y la Bety, su hermana, lo visitaban casi todos los días, justo en esa mañana, por causas fortuitas, algo que había que hacer y cosas que tenían que arreglar, por una cosa o la otra, ninguno estuvo. Se dio cuenta la enfermera. Apenas le vio los ojos abiertos mirando el techo creyó que era un reflejo pero luego, cuando se acercó a la cama, notó que las dos bolitas celestes la seguían y con toda claridad escuchó que Rodolfo dijo “hola”. Fue tal el sobresalto que cuando quiso salir corriendo a avisar a sus compañeros y al médico tropezó con la frazada que tocaba el piso y casi se cayó.

Rodolfo había sufrido el accidente casi dos años atrás. Por esa manía que tenía de no usar casco cuando salía a cobrar en la vieja Zanellita la lesión fue grave. Ya estaba jubilado pero reforzaba su sueldo haciendo cobranzas para un productor de seguros y un servicio de venta telefónica de productos domésticos. Ese día estaba lloviendo y apenas amainó Rodolfo quiso salir a hacer su recorrido. Según explicó el tipo de la camioneta pudo frenar a tiempo pero Rodolfo se asustó, quiso esquivar el impacto con tal mala suerte que la rueda trasera patinó en el asfalto húmedo, se deslizó sin control hasta que su cabeza pegó en el cordón. Allí quedó inconsciente. Lo pericia que se llevó a cabo en la camioneta demostró que no había un solo indicio de que hubiera tocado a la moto de Rodolfo.

Al principio los médicos eran optimistas y pensaban que en las próximas horas volvería en sí, pero al cabo de veinticuatro horas sin ninguna evolución fue derivado al hospital Italiano donde, luego de varios estudios, determinaron que la causa del coma era un lesión crítica en el cerebro.

Rodolfo no era un hombre adinerado pero a causa de su hipocondríaca personalidad invertía mucho de sus ingresos en una importante prepaga de salud y ésta le cubría varios centros privados de salud de primer nivel. Luego de derivarlo al Sanatorio San Marcos por pedido expreso de la familia, comenzó una incierta espera en la que Laura, Betty, Norberto y Angel y varios de sus amigos se daban fuerzas para no caer en la desesperanza. Norberto, por momentos perdía la fe y ponía en discusión el hecho de que quizás era mejor dejarlo ir pero su padre solamente estaba inconsciente, respiraba por sus propios medios así que ese “dejarlo ir” no era otra cosa que abandonarlo.

Fue angustioso para la familia, viajaban los treinta minutos desde Castelar a la ciudad de Buenos Aires para visitar a Rodolfo casi todos los días. Habían tenido que modificar sus rutinas habituales y como todas las cosas de la vida-y haciendo gala de ese precepto que reza que el hombre es un animal de costumbre- alcanzaron ese estado inercial en que lo inesperado comienza a parecer normal. De igual modo, a medida que los días pasaban, evidenciaban en el cuerpo los síntomas y secuelas del esfuerzo que estaban haciendo para sobrellevar el imprevisto. Los rostros sombríos, las espaldas encorvadas y los permanentes gestos de cansancio eran cada vez más elocuentes. 

 Cuando recibieron la noticia de que Rodolfo había despertado ninguno de ellos lo podía creer, así que en menos de media hora todos confluyeron en el sanatorio para comprobarlo con sus propios ojos. Cuando estuvieron allí la recomendación fue que lo visitaran gradualmente, sin invadirlo. Laura y Bety no pudieron contenerse y se pusieron a llorar, Norberto y Angel le hacían preguntas sobre cómo se sentía, y qué cosas recordaba. El médico dejó la recomendación de que por un tiempo no lo abrumaran y les pidió que lo acompañaran pero turnándose.

Los días fueron pasando, Rodolfo volvió a su casa aún sin comprender qué era eso de que había estado dormido casi dos años. Si algo definía a Rodolfo, por sobre todas las cosas, incluso sobre el hecho de que le apasionaba la pesca era ser hincha de River Plate. Sus propios hijos Norberto y  Angel se llamaban así por su admiración a Norberto Alonso y Angel Labruna. Rodolfo iba a la cancha a ver a River tanto de local como de visitante, salvo cuando River debía jugar en otras provincias o en otros paises. Más de una vez contó que le hubiese encantado ser médico pero que lo había desechado porque se dio cuenta que para ejercer como la profesión lo exige  no podría ir a ver a jugar a River como el quería, así que buscó la forma de entrar a trabajar en tribunales como oficial de justicia porque veía que su tío Juan, qué trabajaba allí faltaba cuando se le daba la gana. El mismo Juan consiguió que lo tomaran en el Palacio de Tribunales luego de que Rodolfo hiciera el curso.

Laura tuvo que resignarse, así lo conoció y así lo aceptó, hasta sonrió el día del casamiento, cuando notó, porque quizás más de una vez Rodolfo se lo había anticipado, que debajo de la camisa blanca se traslucía la banda roja de la camiseta de River. También aceptó la sesión de fotos luego de la ceremonia se hiciera, en gran parte, frente al estadio en Nuñez. Todo fue y es River Plate para Rodolfo, sus autos siempre fueron rojos o blancos, cuadros y posters de jugadores empapelan las paredes del living y sobre el respaldo de la cama matrimonial, bajo el crucifijo colgaba un banderín que su propio padre le regaló cuando era chico. Laura, lejos de enojarse, se divertía con las locuras de Rodolfo y hasta se había hecho hincha de River a pesar de su pasado como simpatizante de Racing.

 El médico había dado precisas indicaciones que preservaran a Rodolfo de malas noticias, al menos por un tiempo y el único hecho que había sucedido en su dos años inconsciente que reunía las características de ser un verdadero problema era que River, que ahora por suerte competía en primera, había descendido a la segunda categoría. Norberto fue el que pidió que no se lo contaran, asegurando que no lo iba a entender y que probablemente podría hacerle daño, Angel le decía que era como tapar el sol con un dedo, que tarde o temprano, se iba a enterar de la verdad. Pero Norberto convenció a todos que fueran de a poco, llamó a todos los amigos del barrio y del club de pesca, para decirles que no podía recibir malas noticias y que no se le tenía que comentar nada sobre el tema. A Pocho, fanático de Boca y propenso a la gastada, dueño de la casa de artículos de pesca, directamente lo amenazó con incendiar su negocio si osaba comentarle algo sobre el tema.

Cuando el accidente ocurrió, River no estaba en un buen momento pero nada hacía predecir que podía perder la categoría, luego, Norberto siempre lo recuerda, en cuatro meses se produjo la catástrofe. Es verdad que Norberto y Angel no llegaban a la altura del fanatismo de su padre pero los dos habían llorado el día que Belgrano de Córdoba logró la máxima hazaña de su historia: ascender a la primera división condenando a River Plate, uno de los dos clubes más populares de la Argentina, el que más campeonatos locales había conseguido hasta el momento, a jugar a la segunda categoría del fútbol argentino. Es verdad que también se habían conmocionado todavía más porque su padre aún estaba inconsciente y también, pensando lo terrible que sería si se enterara, sufrieron por él.

Rodolfo despertó a pocos días del primer clásico que River, recién ascendido jugaría contra Boca en Mar del Plata por el torneo de verano. Un año, diez meses y veintitantos días en el que Rodolfo se libró de sufrir viendo la caída vertiginosa de River llegando a jugar la promoción y luego el eterno año en que debió competir en los lugares más recónditos del país, en estadios pequeños de pueblo y superficies áridas y desparejas. Rodolfo estuvo todo ese tiempo inconsciente, y una mañana de enero, unos días antes del clásico despertó.

El primer día en la casa fue emocionante para todos, se notaba que Rodolfo no sabía muy bien qué hacer y deambulaba por toda la casa como buscando acomodarse, preguntaba algunas cosas, sobre todo cosas de seres queridos y también mostró preocupación por su trabajo, pero lo tranquilizaron cuando le dijeron que entre Norberto y  Angel, quienes estaban estudiando en la Universidad y disponían de tiempo, lo habían suplantado repartiendo en sus momentos libres y le aseguraron que cuando se sintiera mejor podría volver a hacerlo. 

Apenas al otro día de llegar a su casa, cuando Laura dejó las compras del supermercado en la mesa, se puso a investigar el ticket de los precios -pues era su obsesión tratar de conseguir el mejor precio de cada producto que comprara- y no podía creer lo que habían aumentado de precios las cosas, en dos años le resultaban el doble más caro, y todos en la casa se dieron cuenta que su memoria inmediata había quedado intacta, como si esos dos años inconsciente para él fueran apenas una noche.

Rodolfo, a medida que transcurrían los días, reclamaba que le compraran el diario y Norberto se encargaba de revisar el Clarín de punta a punta para que no se encontrara con ninguna mención de que River había transitado por la B. “¡¿Trezeguet en River?!, ¡mamita querida!”, exclamó Rodolfo con cierto orgullo mordiéndose el labio inferior cuando descubrió que el jugador era parte del plantel. Ya le habían contado que los putos de Boca habían obtenido un título más y que River también pero sin aclararle que había sido en la segunda categoría. Ese era el convenio entre toda la familia: omitir sí, mentir jamás, “Total, jamás se va a imaginar que River se fue a la B, así que eso no lo va a preguntar”, argumentó con cierta ilusión Norberto.

Norberto y Angel sintieron que la suerte estaba de su lado porque cuando River y Boca jugaron en Mar del Plata Rodolfo todavía no estaba recuperado físicamente, aún tenía muchos kilos de menos y se sentía débil y el mismo había desistido de viajar y verlo en la cancha. Así que esa noche se prestaron todos a verlo por televisión en el living. 

Angel decidió hacer un asado y mientras intentaba iniciar el fuego en la parrilla del patio, Norberto le comentó su inquietud: que era indispensable que vieran el partido por la tele pero sin audio porque seguramente los bosteros cantarían el clásico cántico “Vos sos de la B, vos sos de la B” y tendrían que explicarle por qué hacían eso. 

Rodolfo ya había encendido el televisor en el living y se había desparramado en el sofá entreteniéndose con un programa de chimentos que se emitía justo antes del partido. A través de la puerta balcón, los dos hermanos, mientras conversaban controlaban de tanto en tanto que programas miraba Rodolfo. Fue en el instante en que Angel sumaba brasas bajo la parrilla cuando un estruendo gutural rompió el silencio como un trueno, los dos salieron corriendo para el living para contener a Rodolfo que gritaba desaforado, con el rostro desencajado y encendido. Estaba frente al televisor como si quisiera meterse adentro de la pantalla.

   -¡Qué decís hijo de puta, qué decís la concha de tu madre! ¡La reputísima madre que te parió, conchudo!

Laura que se encontraba en la cocina preparando las papas con mayonesa, preguntaba ahora que había sucedido, Angel y Noberto intentaban calmarlo, en el televisor estaba el primer plano del periodista deportivo, el  Tano Fasccini, comentando sobre cómo iría a resultar el partido.

-¡Lo dijo, yo lo escuché, yo lo escuché! –Rodolfo parecía a punto de infartarse.

-Pará, calmáte, ¿qué decís qué dijo? –preguntó Norberto.

-¡El hijo de puta dijo que este equipo de River ya no es el mismo que jugó el año pasado en la B!

 Angel cayó desplomado sobre el sofá y Laura comenzó a llorar porque temía que la mala noticia le hiciera mal a la salud, Noeberto intentó explicar lo inexplicable, que a River lo habían boicoteado, que Pasarella se peleó con Grondona, que Carrizo desplantó a Filloy… pero nada sirvió.

-Ahora... -preguntó Rodolfo a Norberto agitado como si hubiera corrido diez kilómetros- ¿vos no me dijiste que River había salido campeón?
 
-Sí, sí... pero de la B... no te mentí…

Rodolfo quedó con el dedo índice señalando a Norberto como si quisiera clavárselo. Luego de unos segundos, miró hacia abajo, suspiró y se dirigió a su cuarto, cerró la puerta y todos escucharon que puso llave. Laura, sin perder tiempo, llamó por teléfono al médico y le contó lo sucedido y éste le dijo que tuvieran paciencia que seguramente necesitaba asimilar algunas cosas, que no lo molestaran durante la noche, que seguramente al otro día estaría más tranquilo.

Comieron como pudieron, sin ganas, luego Angel dijo que iba a dormir en el living por cualquier cosa. Colocó el ventilador y se recostó en el sofá de tres cuerpos, se dio cuenta que su padre tenía el televisor encendido y también que permanentemente cambiaba de canal. Se durmió. Todavía no había amanecido y Angel casi pega un grito cuando ve la silueta de su padre sentado en el sofá.

-Ey, despertá, llamá a Norberto y a Laura que tengo que hablar con ustedes.

-¿Ahora?

-No, pasado mañana… sí ahora ¿cuándo va a ser?

Los tres llegaron sobresaltados, se sentaron en el living y se prepararon para escuchar lo que Rodolfo iba a decirle, se lo notaba apesadumbrado, como si un tren le hubiese pasado por encima.

-Ya entendí todo, pensé que nunca me iba a pasar pero acá estoy… no sé bien que es esto, si es el purgatorio, el cielo o el mismísimo infierno, pero como nunca creí en nada puede llegar a ser que la muerte no es otra cosa que esto. No sé, debe ser una de esas cosas científicas como de los mundos paralelos, la octava dimensión o lo que sea… pero me tocó esto…

-¿Qué decís, Rodolfo, estás bien? -preguntó Laura

-Estoy, estoy, bah... ni siquiera sé que estoy...vivo seguro que no -respondió.

Luego, sin decir más nada, se fue a la pieza y volvió a encerrarse. Pasaron los días y sólo salía para comer e ir al baño, no quiso volver a trabajar “¿para qué? Lo único que falta que haya que trabajar en el más allá” contestó malhumorado cuando Laura le preguntó si iba a volver a salir de cobranza. 

Llamaron al Padre Juan para que venga a convencerlo de que la cosa no era como pensaba aunque Rodolfo aceptó escucharlo más por el aprecio que le tenía de toda la vida que por el hecho de ser sacerdote. Fue en vano, Rodolfo estaba convencido de que dos cosas eran imposible en el mundo real: que alguien estuviera dos años inconsciente y que River se haya ido a la B. El doctor, luego de revisarlo y conversar a solas con él, le dijo a la familia que lo que tenía era una negación, que no podía asimilar la realidad y que desconocía cuando iría a recuperarse, que lo mejor sería tratarlo con una terapeuta, consejo que la familia recibió desanimadamente porque si a alguien detestaba Rodolfo justamente era a todo aquel que ejerciera la profesión de psicólogo: "un psicólogo es un amigo pelotudo que encima te cobra para escucharte", decía siempre.

Rodolfo se convirtió en una especie de hombre primitivo, huraño, pasa semanas sin afeitarse y apenas se asea a fuerza de que Laura le está encima. Siempre anda de mal humor. Laura, Noberto y Angel decidieron cuidarlo y apenas hablan con él, vive encerrado en su pieza y ni siquiera deja que Laura se acueste con él, teniéndolo que hacer sola en el cuartito que oficia de escritorio. Por cansancio intentan seguirle la corriente, pero a los tres les da un poco de bronca que a cada rato, cuando lee el diario, escucha radio o mira televisión y algo no le gusta, exclama convencido.

-¡Qué cosa, cuando estaba vivo el mundo no era así!

Fin 
15/2/2013