UN LUGAR LLAMADO MERCEDES




Desde que vi la película de Julia Roberts, la de la actriz famosa que se enamora de un simple librero, me quedó la fantasía de que algo así me pase a mí. ¿Por qué no? Pero claro, uno es de un pueblo de provincia y las posibilidades son de una en un millón.


Imagináte yo, el Pecas Rojas, treinta y siete años, panzón, todavía con algo de pelo pero hasta ahí nomás, casado con la Flaca Brito -que de flaca le quedan los tobillos-, tres pibes y dueño de una carnicería de barrio con un empleado pelotudo que no puede distinguir el lomo de un osobuco ¿qué posibilidades tenía de que una belleza famosa, una Julia Roberts argentina entrara por la puerta a comprar unas mollejitas?  Absolutamente ninguna. ¿Qué debería pasar? ¿Que pinche la goma justo cuando pasaba por acá camino a la ruta? ¿Que le hayan comentado las bondades del salame mercedino y entre a ver si tengo para vender? y sí, a veces fantaseaba con eso, qué sé yo, debe ser por la opresión de lo cotidiano y la rutina, pero después la realidad te acomoda la imaginación, sobre todo cuando llego a casa y la Flaca me tira los pibes encima para que los bañe, los reprenda, le ayude con la tarea y la mar en coche, entonces el mundo se me viene encima como un tren de carga sin freno.

La carnicería es un buen laburo, laburás como perro todos los días pero cuando ya tenés tu clientela todo se te hace más fácil. Me lo había dicho Cirello, una vez que armás la rueda, listo, no le errás con los pedidos y ya te sentís como pancho por tu casa. Pero claro, mucho tiempo parado te liquida la zona lumbar. De todos modos no hay mal que por bien no venga y gracias a esa dolencia pasó lo que pasó. Fue hace dos meses. Hubo días que hasta me dolían las cejas de tanto aguantar la contractura y tuve que ir al traumatólogo.  Dominguez me pidió unas placas radiográficas y notó que tenía dos pinzamientos en la cuarta y quinta vértebra, y así como quiere la cosa me mandó a hacer kinesiología.

En mi puta vida tuve que ir a hacerme masajes, pero claro, los años no vienen solos. Por ese asunto de las obras sociales solo tenía dos posibilidades, o terminar en lo del viejo Cárdenas, que creo que le hacía masaje a mi abuela Clara cuando era chica o ir al centro de kiniesiología de Levó.

Por suerte conseguí justo el horario de la siesta, después de almorzar, me vino bárbaro porque tuve una real excusa para descansar de los chicos, con este tema me libraba de ir a buscarlos a la escuela al medio día, darles de comer y esperar que la Flaca llegara del laburo tipo dos y media. Como la Flaca trabaja en el municipio esa vez presentó certificado de familiar enfermo y se quedó en casa. Uno de los beneficios que tiene por el magro sueldo que cobra.

Muy recomendable esto de la  kinesiología, la verdad es que eso de la masoterapia, los aparatitos de calor y los masajes estaba genial, me pegaba un apolillo que ni te cuento, siesta espectacular totalmente relajado, pero después tenía media hora de ejercicios que me hinchaba soberanamente los huevos.

Pero el tercer día pasó lo increíble. Me levanto de la camilla, salgo del box, entro a la sala de ejercicios y… primero fue el impacto, ella estaba de espalda y apenas la vi quedé paralizado, como te puede pasar con cualquier mina que sale de lo común, buen lomo, buen cuerpo, algo que no estás acostumbrado a ver, porque generalmente en el pueblo te podés encontrar con algo así pero casi siempre son pendejas, y uno ya no tiene edad para esas cosas. Acá las minas de treinta años para arriba, con hijos, casadas, no hay caminata ni calza que le acomode la cosa. Me sentí incómodo, porque cuando un ejemplar así va a estar al lado tuyo viendo lo patético que sos haciendo ejercicios ridículos te condiciona, definitivamente te condiciona. Ni contarte cuando se dio vuelta y vi quién era, mi Dios: Karina Jelinek.

¡Cómo explicarte lo que recorrió en el cuerpo!, ¡mil centellas y mil rayos juntos! ¿Qué probablilidades habría que Karina Jelinek esté en Mercedes, haciendo ejercicios embutida en un jogging blanco al lado del Pecas, el carnicero? Cuando se dio vuelta dijo hola y juro que sonrió. Estaba a cara lavada, cero maquillaje, pero la reconocí enseguida, ni siquiera tuve dudas, primero porque como ya dije una mina así no pasa desapercibida por acá, ya la tendría registrada, y después que definitivamente era ella: el cuerpo, la cara, el pelo largo castaño, el lunar… todo eso era ella.

Durante tres sesiones nos tocó juntos hacer los ejercicios pero no estábamos sólos, éramos siempre cuatro o cinco personas. Una vieja, el segundo día, le comentó que le veía cara conocida, y le preguntó si por las dudas no era Florella de apellido, ella amablemente le contestó que no y le aclaró que no era de Mercedes. ¿De dónde sos, querida?, le preguntó la vieja, ella contestó que era de Buenos Aires, y que estaba allí porque siempre se trataba con la licenciada Carla Botta, y que como Carla se había mudado recientemente para Mercedes y ya no atendía más en Buenos Aires prefirió viajar todos los días para corregir un problema postural. Un esfuerzo que hacía por la confianza que le tenía a Carla.

El tercer día, justo un viernes, la vi incómoda, había un pendejo baboso en sillas de ruedas que no dejaba de mirarla y que creo se había dado cuenta de quién era. Intuí una catástrofe, yo quería a Karina Jelinek para mí sólo y en cuanto más gente supiera que estaba allí, esa intimidad que compartíamos se vería invadida. No lo dudé, esa tarde salí y esperé al pendejo afuera, no tendría más de veinte años, lo tomé del cuello y lo puse contra la pared, con el pie trabé la rueda de la silla porque la vereda estaba en caída y se me deslizaba. En mi vida había amenazado a alguien pero me salió del alma. Le dije que era un guardaespaldas encubierto y que si alguien se enteraba que ella estaba acá le destrozaría la cara. No sé cómo me habré puesto porque creí que el pibe se meaba encima.

El fin de semana duró un siglo. Debe haber sido el único domingo de mi vida que quería que las horas pasen rápido. A la mañana estuve desconcentrado en el laburo, por la tarde miré a River contra Colón pero mi mente estaba en otra cosa, hasta la Flaca se dio cuenta porque no grité el gol de Gutierrez y me preguntó si me sentía bien.

El lunes estaba nublado y lluvioso pero dentro de la sala de ejercicios salió el sol, temía que ella ya no viniera a la sesión pero no sólo que Karina estaba sino que no había nadie más en la sala. Esta vez vestida de calzas negras, imagináte, y una remera semi escotada, no esos escotes a lo bruto que muestran media teta, era apenas un sutil triangulito que le dejaba ver dos centímetros de rayita. La licenciada Botta, estuvo un ratito explicándole un ejercicio a Karina y luego se me acercó y me dijo que tratara de ser discreto porque no le gustaría tener a todo el pueblo en la puerta del edificio. Se fue. No sabía qué hacer, si hablar o no hablar, si continuar con los ejercicios o mirarla como levantaba su pierna hacia atrás, su brazo hacia adelante, el bailoteo de su cabello...

De pronto sucedió: se abrieron las nubes, cayó un haz de luz y me habló…  me preguntó si conocía un lugar para ir almorzar porque no había podido hacerlo antes de hacer la sesión. Titubeé como un idiota, le dije que era lunes y que no había muchos lugares que puedan estar  abiertos, que lo único que quedaban eran los bares del centro. Yo pensaba que estas minas si no van a un restaurante como La Fonda directamente no comen. Pero me sorprendió su pregunta. ¿Una hamburguesa puedo comer ahí? Me lo preguntó con ese tono aniñado que le hacía a Tinelli en su programa de televisión cuando se presentaba en el concurso de baile, porque juro por Dios que la mina habla así todo el tiempo, parece una nena de doce años y te hace puchero a cada rato y después te sonríe, te guiña el ojo, ¡mamita!, y con ese tono me dijo que era el último día que estaba allí y que no quería almorzar sola, y me pidió que la acompañara.

Lo único que se me ocurrió fue enviarle un mensaje a la Flaca diciéndole que tenía que ir al Banco Nación a hacer unos depósitos y que estaba lleno de gente. Me contestó con un “ok”. Nervioso me fui con Karina a la Recova. Fuimos caminando, estábamos a seis cuadras, ella se recogió el pelo y se cubrió el rostro con una gorrita, se colocó una campera de pollera para seguramente taparse el culo y se puso un buzo. Cuando entré a la confitería me fui directo a hablar con Caio Gaggia, el dueño, mi viejo es conocido de él y le pedí sino nos habilitaba el piso de arriba y le guiñé el ojo, el tipo ni se dio cuenta quien era la mina pero me dijo que no había problemas y le indicó a uno de los mozos que nos preparara la mesa.

Pedimos hamburguesa y papas fritas, y una cerveza. Hablamos mucho. Me contó lo de su última pareja, que había terminado por ser un idiota pero que ella había estado muy enamorada, me confesó que el periodismo le había abierto los ojos y que todo lo que le había pasado le sirvió para crecer. Después quiso saber de mí.  Yo le dije la verdad, nada de mentiras, le conté de mi laburo, de la Flaca, de cómo juega al fútbol Franco, lo inteligente que es Agustín y la plasticidad de Renata para la danza artística. Vi que se emocionaba cuando le hablaba de mis hijos, ella me contó que deseaba tener hijos pero que no pudo dar con el hombre adecuado, que necesitaba alguien simple, con un trabajo normal, que no le interesaba el dinero que pudiera tener ni tampoco la pinta. Y que si tenía que ir a vivir fuera de Capital mejor.  

Hablamos de cosas de la vida, me contó su historia y yo le hablé de la mía. En un momento me tomó la mano y me preguntó si era feliz. Le dije que sí, estando allí con Karina me di cuenta que yo a la Flaca la quiero y que no podría vivir sin ella. Me escuchaba con atención, sonrió tristemente y otra vez con ese tono de niña jugando con peluches me preguntó si la acompañaba hasta el auto. Pagué la cuenta, como debe ser  y caminamos las seis cuadras hasta el centro kinesiológico donde estaba su auto. 

Mientras caminábamos en silencio comenzó a llorar, le pregunté qué le pasaba y me dijo que la había pasado muy bien conmigo, que hacía tiempo que no se abría espiritualmente con una persona. Llegamos a su Toyota Corolla negro, hermoso auto, y me tomo la mano nuevamente, me lo dijo al momento que daba un beso en la comisura de los labios:

   -Sos un hombre de verdad. Es una lástima…

   Se secó las lágrimas, subió al auto, lo puso en marcha y se fue.

POR LA COCA - Riesgo del juego en penumbras.

    Fue en el año que Maradona firmó para Newells Olds Boys. O Ñuls, o Ñubels, como se acostumbra en Rosario a llamar a la Lepra, deformaciones españolizadas de ese club que cuando era chico sólo le prestaba atención cuando jugaba contra Boca. La cancha se encontraba muy cerca de donde vivía a principio de los noventa. La verdad que nadie en Rosario podía creer semejante cosa: que Diego Armando Maradona firmaría para los del Parque Independencia.

     Nunca compraba el diario, pero ese día lo hice. Mi amigo Pablo, fanático de Rosario Central, tocó el timbre del departamento para pasar a buscarme para ir a trotar en los senderos del parque Independencia y después prendernos en algún picado de fútbol. Ese día, el rumor de que Maradona sería leproso se terminó de confirmar en tapa de diarios rosarinos, allí se anunciaba de que el primer día de práctica se haría en el estadio de Ñubels a puertas abiertas para celebrarlo.
 
   En la mesa, junto al mate, mientras Pablo subía por el ascensor dejé el diario La Capital con el artículo a la vista en el que noticiaba sobre la primera práctica. Desde que estaba el rumor en la calle, tanto él como su familia habían dejado de hablar del tema Maradona y esquivaban cualquier medio que diera noticias, Pablo vivía con sus padres y sus hermano en Arroyito y allí el tema no se mencionaba, no existía, como no existían los colores rojo y negro de la Lepra. En ese barrio todo era y sigue siendo azul y amarillo, es como el barrio de La Boca transportado a la ciudad de Rosario.
  
   La puerta se abrió. Llegó envuelto en su equipo deportivo y se sacó los auriculares. Lo único que me dijo fue “qué hacés” y la mirada pareció clavarse en el titular negro. Se puso pálido, al momento que no podía parar de reirme. Es que soy hincha de Boca pero nunca me pasó semejante cosa, que se me baje la presión por alguna incorporación que hubieran hecho las gallinas.
 
    Claro, habíamos hablado tanto de Maradona, el Diego que nos hizo llorar en el mundial 86 y contra Brasil en el 90, al Maradona que le perdonábamos todo, lo que dijera, lo que no dijera, lo que haga, lo que no haga, hasta le perdonaríamos un año después que le hayan encontrado droga en el mundial 94 y lo exoneramos de culpa abrazándonos a esa teoría conspirativa de que los yanquis no hubiesen permitido que Diego Armando levantara la copa del mundo en su propio país y aprovechara el momento para gritar al mundo ¡Viva el Che, viva Fidel!  
  
   Pablo estaba azorado, no decía palabra, creí leerle los labios temblorosos diciendo “Maradona en Ñubels…” directamente un palo en el culo, esa era la cara que tenía Pablo, la que te genera  un palo enjabonado de diez centímetros de diámetro insertado en la cavidad anal. Yo disfrutaba, teníamos la edad en la que uno todavía no repara que ciertas crueldades son dolorosas: apenas habíamos pasado los veinte años.
  
   Bajamos a la calle y decidimos ir trotando, teníamos unas quince cuadras hasta el parque y fuimos por Montevideo hasta Oroño, por primera vez lo hicimos sin hablar, el sol se ponía en el horizonte y empezaba a sentirse algo de frio, dimos una vuelta completa al Parque y a la altura del hipódromo paramos porque vimos que se estaba jugando un partido. Ya era de noche. Por suerte Pablo tenía la precaución de no ponerse una de sus remeras canallas, ni tampoco el buzo, ni las medias, ni los pantalones, estaba vestido de completo azul marino sin ningún detalle amarillo sospechoso.
 
  Nos acercamos al partido, habría jugando unos seis tipos contra seis tipos y preguntamos si se podía entrar a jugar uno para cada equipo. Nos dijeron que sí, y un petiso rubio nos dio la orden: Vos jugas para allá y vos para allá. En este tipo de picados hay unos cinco minutos iniciales en que todo el sistema cognitivo se aboca a la tarea de detectar quiénes son tus compañeros de equipo y quiénes los contrarios y todo conspira contra el éxito de la tarea: la falta de vestimenta que los distinga, el desconocimiento total de los jugadores quienes son absolutamente extraños y la debilidad del alumbrado público que apenas ilumina la improvisada cancha.
 
   Pablo se paró de defensor central en el equipo contrario y yo me fui al medio, sin preguntar a nadie, empecé a detectar quiénes eran mis compañeros y me di cuenta que a mi derecha, para mi equipo, jugaba un pibe morrudito, morochón, de pelo semilargo que tenía puesta la camiseta de Ñubels, empezó a asombrarme cierta característica en su juego, bastante particular, me parecía que era lento en sus movimientos pero quienes pretendían marcarlo no podían sacarle la pelota, como si tuviera una especie de áurea mágica que lo protegía. El parecido con Maradona era elocuente, pero con ese Maradona que había jugado en el Sevilla, pasado de kilos, robusto, con el peinado corto en la parte superior de la cabeza y largo hacia atrás. En un momento del partido caminé al lado de Pablo y le dije, mirá ¿No parece el Diego?, ya tiene la camiseta puesta… No me dijo nada pero supe que puteó para adentro…
 
    El partido se jugaba fuerte, no era habitual que eso sucediera, noté que había mucha ansiedad. A los pocos minutos una pelota se fue a la calle, y como era el que estaba más cerca fui a buscarla para sacar el lateral, lo hice caminando, y una avalancha de gritos me aturdió: ¡Dale boludo! ¡Corré que termina! Sin entender comencé a correr y saqué el lateral, me di vuelta y la pregunté al petiso rubio que era lo qué pasaba. Es por la coca, me contestó enojado, vamos perdiendo uno a cero. Allí entendí la aspereza del partido y francamente no sabía cómo jugar, si debía poner la pierna fuerte, si tenía que meter el cuerpo, me di cuenta que estos tipos estaban jugando por la coca con un estrés propio de la copa del mundo.
  
   ¿Sabías que es por la coca?, le pregunté a Pablo después de que me sacó una pelota antes de que pudiera pegarle al arco. Recién me entero, me contestó. Y lo noté: me di cuenta que a causa de la apuesta, en el que el equipo que perdiera debería pagar la bebida que se tomaría al final del partido, fue la puerta abierta para que Pablo desplegara sus virtudes de marcador rústico y potente, porque, a pesar de en la teoría apreciaba el juego vistoso, en la práctica asumía el rol de destructor con igual convicción.
 
    Empecé a sentir que el partido era otra cosa, atacábamos permanentemente pero la pelota no entraba, un gol que hice fue anulado porque protestaron que fue demasiado arriba y que había superado el travesaño imaginario, ya que los arcos estaban conformados por los abrigos de los jugadores. A medida que transcurría el partido todo se ponía difícil. El morrudito siguió siendo la estrella de nuestro equipo, pero a la vez me corroboraba que algo no era lógico, nunca vi un jugador tan lento que se pase tantos defensores, era evidente que los defensores del equipo de Pablo eran muy malos.
 
    Noté que ellos se llamban por su nombre, se conocían, los extraños sólo éramos nosotros. A mi me bautizaron Naranja, por mi remera y a Pablo Azul, por toda su vestimenta, no fueron originales. En un momento Pablo le puso el cuerpo a un treintañero que jugaba por la izquierda y que tenía puesto unos jeans y mocasines viejos, uno de los mocasines voló en el aire mientras que su dueñó rodó por el pasto, se levantó como una tromba y lo fue a buscar a Pablo, se armó una trifulca pero el que parecía ser más viejo de todos, un pelado panzón, controló la cosa. Te puso el cuerpo, le dijo el pelado al del mocasín, no te pegó, tranquilo. Pablo se alejó pero en su rostro se traslucía la furia. Luego, quizás porque le adiviné algo de mala intensión cuando se me tiró a los pies en una jugada y no me tocó porque salté a tiempo, le dije por lo bajo, a modo de chicana, que al de mocasín sí se le  animaba pero a “Maradona” no, porque lo asustaba la camiseta, y le señalé al morrudito morocho de Ñubels que se paraba en la cancha de win derecho.

   Fue un espanto, un minuto después Pablo lo cruzó con la vehemencia de un guerrero espartano en plena batalla, el morocho voló en el aire y rodó mientras un grito agudo pareció salir de las vísceras. Todos se le fueron encima, un flaco de gorra que jugaba para el equipo de Pablo lo tomó del cuello y lo hizo caer al piso. Yo no sabía qué hacer, lo único que se me pasó por la cabeza es que nos iríamos de este mundo esa misma noche. Cuando pude separar a Pablo para que no lo descuarticen el flaco de gorra se interpuso y con voz indiscutiblemente femenina le dijo: ¡Cómo le vas a pegar así, malaleche! ¡¿No te das cuenta qué es una mujer, conchudo?! El flaco de gorra no era un pibe, era una piba y el modurrito morocho se reveló en una gordita retacona que al levantarse la remera rojinegra por la caída se vio claramente que se había fajado las tetas para achatarlas y que se confundían con su panza como si fuera una sóla cosa. 

   Eran las dos únicas mujeres del partido, una para cada equipo, si yo no podía entender semejante cosa Pablo mucho menos, toda su cara era desconcierto. Nos fuimos sin esperar que terminara el partido, nos dimos cuenta que era lo que esa gente deseaba. Cruzamos el Parque y volvimos por Avenida Pellegrini.

   -Eran minas, boludo, no lo puedo creer -le diije a Pablo mientras volvíamos por Pellegrini,- con razón no la marcaban.

   Pablo no me contestó,  aún seguía furioso. Hicimos varias cuadras en silencio.

    -Mirale el lado positivo... -le dije casi sin pensar -...puede haber cosas peores que Maradona venga a Ñuls.      

LA MECEDORA - OBRA DE TEATRO (Versión adaptada por el director EDUARDO GRINOVERO)

PERSONAJES POR ORDEN DE APARICIÓN

CARLA                                     Luján Biaggini
MANUELA                                Karina Ricchini
ROBERTO                                Eduardo Grinovero
EL PADRE                                Javier Laresca




(La acción transcurre en la capilla ardiente de una casa velatoria de la ciudad de Mercedes. Dentro del ataúd se encuentra EL PADRE.
Dos mujeres con cara dolida. Son sus hijas. MANU -la mayor de las dos- elegantemente vestida. Carla -la menor de los tres hermanos- viste descuidada y no muy bien peinada. Tampoco usa maquillaje.
Al principio hablan con volúmen bastante bajo.)



CARLA:         No quedó nadie…
MANU:           Es muy tarde, son más de las dos de la mañana.
CARLA:          Qué día, por Dios…
MANU:           Casi no pudimos conversar: entre la tía Gloria y Carmela no pararon de incendiarme la oreja contando las mismas anécdotas de papá y mamá que cuentan siempre…
CARLA:          Y sí… vino mucha gente…
MANU:           Debe haber sido horrible encontrarlo en el baño…
CARLA:          Fue espantoso, te juro que no sabía que hacer…
MANU:           Espero que no haya sufrido…
CARLA:          No, el médico dijo que fue de golpe, que ni lo sintió…
MANU:           ¿Habrá sido un infarto nomás? ¿No vio si se golpeó la cabeza con algo, con el inodoro, o el borde de la ducha…?
CARLA:          Yo lo que le escuché decir clarito al doctor es que fue un infarto fulminante, que no le dio tiempo a nada.
MANU:           No te pude preguntar: ¿Rober como lo tomó?
CARLA:          Lo llamé por teléfono, y no quise decirle que papá ya había fallecido, viste que en estos casos se dice que se descompuso como para se vaya imaginando y después no lo sienta tanto…
MANU:           Carla, Rober ya está grandecito querida, ya dejó de ser un chico…
CARLA:          Y sí, ya lo sé, pero ¿viste? Es el varón. Vos sabés cómo era papá con él. La cosa que cuando le dije que papá estaba muy mal me preguntó si era necesario que viniera porque estaba cenando.
MANU:           ¡Esa bruja! ¡No lo deja ni respirar! ¡Lo tiene agarrado de las pelotas!
CARLA:          Siempre fue débil nena, siempre debajo de las polleras…
MANU:           ¿Y?
CARLA:          Y al final le tuve que decir: “¡Pelotudo, vení porque papá ya está muerto!”
MANU:           ¡Pero sí…! ¡Qué se joda!... ¿Qué te dijo?
CARLA:          “Voy…”
MANU:           ¿Cómo “Voy…”?
CARLA:          Sí, dijo “Voy…” así de simple y me preguntó donde lo velaban…
MANU:           Pero ¿no te preguntó qué le pasó a papá, cómo falleció?
CARLA:          Antes de cortar me dijo “¿El corazón?”
MANU:           …¿Y qué le dijiste?
CARLA:          ¡¿Y qué le voy a decir?! ¡Que fue la próstata?! ¡Le dije que sí, que fue el corazón!
(Silencio.)
MANU:           Lo terminó de matar él Carla, lo hizo reventar…
CARLA:          No digas esas cosas Manu, papá tenía todos los factores para morir del corazón: fumaba, se tomaba su vinito de todas las noches, estaba gordo, no hacía caminatas… tenía colesterol… tenía ansiedad…tenía nervios…
MANU:           Y tenía un hijo pelotudo que no paraba de darle disgustos.
CARLA:          Yo a papá nunca lo vi disgustado por él, nunca dijo nada que yo sepa.
MANU:           Se lo guardaba, nena, por eso reventó…
CARLA:          Yo no veo que haya hecho ningún mal.
MANU:           Papá quería que fuera contador ¿Te acordás que Rober tenía facilidad para las matemáticas? Papá tenía buen ojo para esas cosas y le pagó el alquiler del departamento en Buenos Aires para que estudiara…
CARLA:          Bueno, no era lo que le gustaba a él… Si papá hubiese tenido tan buen ojo se habría dado cuenta que apenas terminaba las tareas se ponía a dibujar y a pintar…
MANU:           ¡Pero sí! Yo no te digo que no. Pero como hobby, ¿cuántos son los que viven del arte?
CARLA:          Pero Rober da clases…
MANU:           Ya sé, pero ¿cuánto saca dando clases de dibujo en el departamento?
CARLA:          No importa, el tampoco es de gastar mucho…
MANU:           Si por lo menos se diera maña para pintar casas… ¿Sabés lo que ganan los pintores? Patri, la Turca, la que vive en Acceso Sur, contrató un pintor y llegó en una Eco Sport nuevita. Ni yo tengo una Eco Sport..
CARLA:          ¿Por qué: ni yo tengo una Eco Sport”?
MANU:           ¡Y… querida! Me rompo el culo trabajando en Tribunales y todavía estoy pagando el Ford K que ya está viejito…
CARLA:          Manu, primero: el Ford K tuyo no es viejito: apenas tiene tres años, y segundo: tu marido tiene una Hilux, un Mercedes, que debe valer lo que vale una casa, más el cuatriciclo y la Chevy que está remodelando… y sin contar el camión y la camioneta de la empresa…
MANU:           Carla, primero: mi marido dice que los autos hay que cambiarlos cada dos años, y segundo: si Jorge tiene todo eso es porque es bueno para los negocios, ¡Y bien ganada que se lo tiene!
CARLA:          Bueno, no te enojés, pero no podés pretender que tu amiga Patricia viva en una casa quinta de dos plantas, con quincho y pileta y encima contratar un pintor de oficio y que venga en bicicleta a trabajar, seguramente su pintor también se tiene ganado lo que tiene…
(Silencio.)
CARLA:          Después de todo, te aclaro, que ser pintor artístico como Robertito, no implica que tenga que ser bueno para pintar paredes, no tiene mucho que ver…
MANU:           ¡Pero Carla, tiene un hijo! ¡Sabés lo que cuesta un hijo!
CARLA:          (Dolida.) No, no lo sé
MANU:           Disculpame, no te preocupés, ya vas a quedar…
CARLA:          ¡¿El qué voy a quedar si ni novio tengo?! ¿Vos nunca pensás lo que decís?
MANU:           (Tratando de salir del tema.) …Te decía, no puede tener un hijo y no tener un trabajo estable, los alumnos por lo que me cuenta él, a veces le quedan debiendo, otros le faltan y termina cobrando monedas…
CARLA:          Pero ella también trabaja… entre los dos…
MANU:           ¿Y qué hace?
CARLA:          Tiene un plan de trabajo del gobierno… ¡¿para qué preguntas si ya sabés?!
MANU:           Sí, ya sé que tiene un plan del gobierno, ¡¿pero qué hace?! ¡Eso me da una bronca!
CARLA:          ¿El qué te da bronca?
MANU:           Que le paguemos el sueldo nosotros por no hacer nada…
CARLA:          ¡Mirá vos! ¿Y cómo sabés que no hace nada?
MANU:           Por lo que me contó ella: va al museo público, trabaja un par de horas, y después se ponen a tomar mates con las compañeras hasta cumplir el horario…
CARLA:          Claro, porque en tribunales se desloman trabajando las seis horas sin parar…
MANU:           Igualito que los docentes querida, ¿o vos tenés las manos llena de callos?
(Silencio.)
CARLA:          Ahora… Manu, ¿por qué no dejás de trabajar? El Gordo ya tiene tres sucursales, más los duplex que alquilan. ¿Para qué seguís…?
MANU:           ¿Pero qué querés que haga? ¿Que me ponga a trabajar con él? Si me pongo de ama de casa no tengo más vida social, además falto al trabajo cuando se me da la gana…
CARLA:          Bueno, hace dos años te sacaste la licencia sin goce de sueldo… no fuiste a trabajar en todo el año…
MANU:           Carla…
CARLA:          Si…
MANU:           Ahora que papá no está, te puedo decir la verdad: no fue sin goce de sueldo…
CARLA:          (Sorprendida) Mirá vos… ¿y como fue…?
MANU:           Fue una licencia siquiátrica..
CARLA:             (Preocupada.) ¡Qué te paso!
MANU:           Nada, que va a pasar, me sentía mal…
CARLA:          ¿Mal cómo?
MANU:           Estresada, qué sé yo… Pero no quise que papá se enterara porque ¿viste como pensaba él de los empleados estatales…? Que nos la pasamos rascándonos, que cobramos por no hacer nada…
CARLA:          Pero la verdad que yo no te vi mal…
MANU:           Es que estaba cansada, y uno de los médicos de la junta justo se había divorciado y le pidió al Gordo si no podía prestarle un departamento… y bueno… le devolvió la gauchada ¿viste? Pero al viejo le dije que era una licencia sin goce de sueldo para que por lo menos no se pusiera cargoso…
(Silencio.)
CARLA:          ¿Qué hora es, ahora?
MANU:           Casi las tres de la mañana
CARLA:          Yo escucho voces (Mirando hacia la puerta.)
MANU:           En la cocina está el tío Pablo charlando con Chupete…
CARLA:          Chupete… siempre fiel con papá…
MANU:           Ahora… te digo… se veía venir ¿eh?: no paraba de fumar. ¿Vos no le decías nada?
CARLA:          Bastante que lo cuidé Manu. ¿Otra vez me vas a empezar a criticar? Le tuve que soportar todos sus caprichos, desde que tuvo el ataque de presión había que ayudarlo en todo, yo no daba abasto… tres años de mi vida pasé así y vos y Rober casi ni aparecían…
MANU:           No te enojés…
(Silencio.)
MANU:           ¿Pero este pelotudo a qué hora piensa llegar?
CARLA:          Me dijo que apenas cortaba se pedía un remise. De Buenos Aires acá tiene como dos horas…
MANU:           ¿Un remise? ¿Lo va a poder pagar?
CARLA:          Espero que sí. Al último 57 no llegaba. Y si se tomaba la Lujanera hasta Luján y se pedía el remís desde ahí, no sé si llegaba para el entierro…
MANU:           ¿Vendrá con la enana?…
CARLA:          ¡Manu, cortala! ¿No podés dejar de llamarla así?
MANU:           Si mide un metro la negrita esa…
(Silencio.)
CARLA:          Escuchame una cosa: tengo que decirte algo importante…
MANU:           ¿Algo importante?
CARLA:          Sí, algo sobre papá…
MANU:           ¿Qué pasó?
CARLA:          Una noche, que discutiste con él, después de que te fuiste, se puso a escribir y me mandó a comprar tres sobres, despues puso una nota en cada sobre y los rotuló, uno para cada uno de los tres…
MANU:           ¿Y que decían las notas?
CARLA:          Los sobres los cerró y me dijo que los abriéramos cuando él ya no esté y los puso en el cajón de su mesa de luz… Por supuesto no los abrí…
MANU:           ¿Y dónde están ahora?
CARLA:          Los tengo en la cartera…
MANU:           (Se le abalanza a la cartera.) ¡Dámelo ya!
CARLA:          (Se la saca.) No sé, me parece que no queda bien, tendríamos que esperar a Rober…
MANU:           No… sí. Tenés razón…no queda bien…
(Silencio.)
MANU:           (Se vuelve a abalanzar a la cartera.) ¡Mostrámelo ya!
CARLA:          Antes quiero que me digas por qué discutiste con él.
MANU:           No te hagás la distraída que bien que vos hablabas todo con papá…
CARLA:          Por la mecedora…
MANU:           Ajá…
CARLA:          ¿Tanto querés la mecedora?
MANU:           Es una Thonet…
CARLA:          En Mercado Libre hay como docientas mecedoras Thonet
MANU:           ¡Y bueno, pero es la mecedora que usaba mamá, en la que nos amamantó a los tres…!
CARLA:          Bueno, pero nosotros también tenemos derecho a disfrutarla…
MANU:           Pero si vos no la usás porque decís que preferís el sofá… y Rober vive en Buenos Aires y cuando viene… venía a visitar a papá lo sacaba a pasear porque no le gustaba estar en casa, decía que le traía malos recuerdos… Además yo se la quería comprar. A papá esa plata le venía bien…
CARLA:          Papá nunca necesitó porque yo me encargué de que no le faltara nada…
MANU:           Ay, Carla, ¿qué le costaba venderme la mecedora? Vos por lo menos podés usar toda la casa…
CARLA:          No tuve la suerte de casarme e irme a vivir con alguien…
MANU:           ¿Por qué te ponés así?
(Silencio.)
MANU:           Ojo que no es solo suerte…
CARLA:          ¿El qué…?
MANU:           Conseguir a alguien…
CARLA:          ¿Qué querés decir, arpía? ¿Qué yo tengo la culpa de no haberme enamorado?
MANU:           Y un esfuercito hay que hacer…
CARLA:          ¿Pero esfuercito para qué?
MANU:           ¡Y querida!... si no te da bola el que a vos te gusta, buscá otro…
CARLA:          Eso lo decís vos, porque lo primero que le mirabas a un hombre es como tiene el bulto…
MANU:           ¡Qué guacha que sos! ¡Pero si yo nunca le miré la cosa a un hombre, Carla!
CARLA:          El bulto de la billetera Manu… Alguna vez me tenés que contar qué tan enamorada estás del Gordo.
(Silencio.)
MANU:           ¿Tu sobre lo abriste?
CARLA:          Te dije que no me parece bien…
MANU:           Mostrámelos…
(Carla saca los sobres de la cartera.)
MANU:           ¡Y este pelotudo que no viene! ¡Tiene razón el Gordo cuando dice que Rober no va a llegar a ningún lado porque va en carreta…
CARLA:          No todos van en Toyota como el Gordo, nena… Tené un poco de paciencia, ¿querés?
(Escuchan ruidos, miran a la puerta. Llega rober. Se saludan, llorisquean y se abrazan. Rober se acerca al ataud y toca a su padre visiblemente desconsolado, luego se sienta junto a sus hermanas.)
MANU:           ¿Y el nene?
CARLA:          ¿Y Larita?
ROBER:         Se quedaron. Juanito está con fiebre. Tiene una bronquitis galopante. Le dije a Lara que venía solo.
CARLA:          ¿Mucha fiebre?
ROBER:         No, 38. pero está tiradísimo…
CARLA:          Pobre…
MANU:           ¿Lo llevaste al médico?
ROBER:         Seguro nena, no somos tan descuidados… ¿eh?
CARLA:          Aflojá Rober, no empiecen que no es momento…
ROBER:         (Refiriendose a la casa velatoria.) ¿Qué empresa es?
CARLA:          ¡Silva Servicios!
ROBER:         ¿Se estába pagando la cuota…?
CARLA:          Sí, quedate tranquilo.
MANU:           ¿No estaban pagando Rossi con mamá?
CARLA:          Sí, pero después que mamá murió papá se quiso cambiar. Decía que había pagado siempre Casa Rossi porque mamá era pariente… y no quería discutir. Pero que Silva te da más servicios ¿viste? Tenés los consultorios… la Liga en el verano…
MANU:           ¿Papá iba a la pileta?
CARLA:          No, ¡pero qué sé yo!
ROBER:         Qué lástima, en Casa Rossi te dan sandwichitos de "La Casa de Alicia".
CARLA:          Es verdad. En el velatorio de mamá los sandwichitos fueron más ricos.
MANU:           A Chupete parece que le gustan de los dos lados, por lo que ví.
ROBER:         ¿A que hora lo llevan?
CARLA:          Mañana a las diez de la mañana…
ROBER:         ¿Al crematorio de Giles?
MANU:           No, al cementerio de acá, lo vamos a enterrar…
ROBER:         ¿Pero papá no querían que lo cremaran?
CARLA:          No sé, Manu me convenció…
MANU:           Va a estar mejor en el Cementerio Parque Del Recuerdo. El Gordo consiguió una parcela ahí, es hermoso… todo verde… un césped divino…
ROBER:         ¡Por lo que le va a importar a papá…! Justo a él, que le encantaba cortar el pasto: le puso baldosa a todo el patio de la casa para no tener que lidiar con la tanza de la bordeadora… (Nota los sobres en la mano de Carla.) ¿Y esos sobres?
CARLA:          Los dejó papá para nosotros…
ROBER:         ¿Cuándo?
CARLA:          Hace dos meses… es uno para cada uno de nosotros…
ROBER:         Dame el mío… los podemos abrir ¿no?
(Los tres abren los sobres, Manu visiblemente sorprendida, Rober sorprendido, y Carla con cierta alegría…)
ROBER:         ¿Qué dice el tuyo Carla?
CARLA:          Qué puedo vivir en la casa hasta que yo lo decida. Con todas sus pertenecias… sus muebles…
MANU:           ¿Te regaló la casa? ¿Toda para vos sola?
CARLA:          No, dice que puedo vivir en la casa. Pero no que me la regala, sigue siendo propiedad de los tres a heredar…
MANU:           A mí me regala 250.000 pesos de un seguro de vida que estuvo pagando desde hace unos años… (A MANU.) ¿Vos sabías lo del seguro? (No espera respuesta.) ¡No lo puedo creer! Me viene bárbaro para cambiar el auto, el viaje a Disney con los chicos…
(Las dos miran a Rober esperando que les diga que dice el sobre.)
ROBER:         (Visiblemente desanimado Dice que me quede con la mecedora, que tiene mucho valor afectivo y que… que le gustaría que la tenga yo… No entiendo…
CARLA:          (Cotejando los sobres.) Se debe haber confundido ¿No hay más nada?
ROBER:         ¡Que confundido ni confundido! Acá dice “Rober, la mecedora es para vos, espero que la disfrutes junto a tu familia, tiene mucho valor para mí desde lo afectivo y me gustaría mucho que la conserves. Te quiero, papá” y punto.
MANU:           (Enojada) ¡Qué viejo de mierda! Te regaló la mecedora a vos después de que me desviví pidiéndosela, casi me le pongo de rodillas…
ROBER:         ¿Pero de qué te quejás Manu? A vos que no te falta nada te regala 250.000 pesos, ¡casi lo que vale una casa! y yo apenas junto para el alquiler… ¡Yo soy el que tiene derecho a decir que es un viejo de mierda!
MANU:           Si no tenés una casa es porque nunca te preocupaste… siempre pensaste que podías vivir del aire…
ROBER:         Obvio que yo no me preocupé tanto como lo hiciste vos, acostándote con ese gordo cara de orto que lo único que le interesa es la guita…
MANU:           ¡Le interesa la guita, como vos decís, porque es lo que se necesita para vivir ¿De qué va a vivir tu hijo, cómo lo vas alimentar, cómo lo vas a educar?
ROBER:         ¡Como vos seguro que no! ¡Mi hijo no va a necesitar un cuatriciclo, ni celular de moda, ni ropa de marca para ser feliz!
MANU:           Vos nunca entendiste, nada, nene…
ROBER:         Vos seguro que sí, sobre todo eso de ser feliz: tenés todo y vivís amargada… ¿Sabés por qué? Porque a lo mejor no tenés todo: Tenés todo lo que se puede comprar.
MANU:           Mirá tarado…
ROBER:         Pero mirá que tenés suerte ¿Eh? Tenés más guita que los Anchorena y el viejo te regala 250 lucas…
MANU:           Será porque el Gordo lo ayudó más de lo que lo ayudaste vos. Nosotros hicimos mucho más por él que vos…
ROBER:         Digo una cosa… ¿para vos lo único que sirve es lo que puedas ayudar con plata? Porque no sé si te acordás que todas las veces que estuvo enfermo, me quedaba a cuidarlo turnándome con Carla… y vos no aparecías…
MANU:           Yo no sé si te acordás que yo tengo tres hijos querido… y vos todavía no eras padre…
ROBER:         Siempre tenés una excusa, pero la verdad que vos lo único que mirás es tu ombligo, te importa tu familia y lo demás lo solucionás tirando un chequecito firmado por el Gordo para hacernos sentir que valés más que nosotros…
MANU:           Papá no pensaba igual, por lo visto. Parece que para él la que más valía era Carlita. Después de todo la suma más grande está en la casa y se la dejó a ella.
CARLA:          Si es para problemas, la ponemos en venta y listo.
ROBER:         No dejá. Si la voluntad del viejo era esta, que sea así.
MANU:           No, pará Rober. A lo mejor a ella toda esta situación de ser la preferida de papá la hace sentir culpable. (A CARLA.) ¿Enserio vos querés que la vendamos? Si querés le digo al gordo que hable con su abogado para iniciar la sucesión. Y yo te puedo prestar unos diez o quince mil pesos, le pegamos una lavada de cara y por ahí le podemos sacar un poco más. Con el tercio de lo que vale la casa vos te podés comprar un departamentito. A vos sola te alcanza. (A ROBER.) ¿No es buena idea?
ROBER:         (Imitándola.) “Yo te puedo prestar unos diez o quince…” ¿Vos estás hablando en serio? Esa plata de la que hablás es la plata de papá, y si te la dejó a vos, es porque a cambio, le deja la casa a Carla. Papá estaba seguro que Carla le va a dar más valor que vos. A vos te dejó la guita porque sabe que te hace feliz. De otra manera no estarías casado con el gordo garca ese.
MANU:           Por qué no te dejás de decir boludeces, idiota. (Llora y se va.)
CARLA:          ¿Alguna vez podrías ser más suave con tu hermana?
ROBER:         El día que ella sea más suave con nosotros.
(CARLA va tras su hermana y sale. Rober queda solo frente al ataud. De pronto el ataud comienza a moverse hasta que EL PADRE se sienta… rober observa visiblemente asustado…
PADRE:            (Mirando lo que lo rodea.) ¡Eso que les dije que no quería que me velaran! ¡Yo no sé para que habla uno si no lo escuchan! ¡Creen porque uno es viejo no hay que prestarle atención!
(Rober, desconcertado, intenta ver si realmente le esta sucediendo lo que pasa…)
PADRE:          ¿Qué pasa que tenés esa cara Robertito? ¿Nunca viste un muerto?
ROBER:         (Duda) Nunca vi uno que hablara, ¿resucitaste?
PADRE:          ¡Pero, no querido! ¡Sigo bien muertito y coleando!
ROBER:         ¿…Estás bien… te sentís bien?
PADRE:          Para ser honesto: incómodo.
ROBER:         ¿La muerte es incómoda?
PADRE:          No, la muerte no, el cajón de mierda que compraron, apenas entro… ¿Cómo estoy?
ROBER:         ¿Cómo… qué?
PADRE:          (Mirandose los brazos.) ¿Pero mirá como me emperifollaron estos! ¡En la puta vida usé un traje! Espejo, vos no... ¿no? (Se pasa cuidadosamente la mano por la cabeza.) ¡Y me peinaron a la gomina! ¡Qué hijos de puta!
ROBER:         Pero… estoy soñando…
PADRE:          No sé si estás soñando o no, pero después de escucharlos a ustedes tres, la pesadilla la tengo yo… Tomalo así Robertito: Me rompieron tanto las pelotas que no me quedó otra que aparecer de algún modo… (Masajeándose la cintura.) ¡Qué cajón de mierda, che! Ahora… los hacen como para que uno no descanse… Escuchame una cosa… ¿Qué empresa es…?
ROBER:         (En el mismo tono que usó CARLA.) ¡Silva Servicios!
PADRE:          ¿No pedí yo que que no me velaran, y que me cremaran…?
ROBER:         No sé, entre Carla y Manu se encargaron de arreglar todo…
PADRE:          ¡Pero por Dios! ¡Son igual a tu madre las dos!
ROBER:         Te quiero preguntar algo…
PADRE:          Sí… decime
ROBER:         ¿Vos escribiste esos sobres?
PADRE:          Ajá…
ROBER:         ¿Y te acordás qué pusiste en el mío?
PADRE:          Perfectamente… que te dejo la mecedora Thonet…
ROBER:         ¡¿Y para qué quiero yo una mecedora…?!
PADRE:          ¿No te interesa la mecedora?
ROBER:         ¿Pero vos me estás cargando? En el monoambiente que alquilamos con Lara tuvimos que sacar dos sillas para poder tener lugar ¿y querés que ponga la mecedora…? ¿Y encima le dejás doscientos cincuenta lucas a Manu… que está podrida en plata…?
PADRE:          Pensé que no te interesaba lo material…
ROBER:         Es que no se trata de lo material… Se trata de tener tu lugar, tu hábitat, y que nadie te saque de él, se trata de no estar pendiente de los caprichos del dueño del departamento que porque quiere hacer un viaje a Cuba te sube el alquiler…
PADRE:          Pero vos nunca me dijiste a mí que necesitabas tanto una casa.
ROBER:         ¿Pero vos no te dabas cuenta…?
PADRE:          Hijo querido: te fuiste a buscar lo que querías apenas terminaste la escuela; apenas si te vi una vez por mes desde hace quince años… ¿cómo querés que yo sepa tus necesidades si apenas abrís la boca para que yo me entere…?
ROBER:         Lo que pasa que a vos no te gustó que yo dejara la carrera de contador…
PADRE:          Mirá, no te voy a negar que al principio me cayó mal, pero después se me pasó. Me dio un poco de bronca cuando el hijo del Gallego se recibió de abogado y puso el pasacalle ese felicitándolo como si fuera presidente… “¡Felicitaciones Doctor Rodríguez!” ¡Flor de garca resultó ser el Doctor Rodríguez!....
ROBER:         ¿Ves lo que te digo…? te revienta que no tenga el título….
PADRE:          No, mirá, nunca te lo dije, pero cuando ganaste el premio Municipal con ese cuadro tan lindo, “Destellos del olvido”, yo me sentí muy orgulloso. Pero más orgulloso me hizo sentir que todas las personas que estaban allí, el día de la entrega, me felicitaban a mí por algo que había hecho mi hijo… Yo les decía que no era a mí a quien me tenían que felicitar… y también me di cuenta que mucha de esa gente te apreciaba… no como al hijo del Gallego que no lo quieren ni las moscas…
ROBER:         Pero… ¿la muerte te pone sentimental? Siempre fuiste el rey de los renegados…
PADRE:          No fue la muerte lo que me puso así, fue la vejez. Mejor dicho, el tiempo libre que da la vejez y el tiempo que uno emplea para pensar, y pensar…
ROBER:         Te dije que te buscaras algo para hacer…
PADRE:          Te voy a pedir algo, estoy medio cansado y este cajón del orto es muy incómodo para estar sentado… quiero que me escuchés bien y hagás lo que te digo…
ROBER:         Me parece que estás resucitando porque se te fue la tranquilidad a la mierda…
PADRE:          Quiero que le regalés la mecedora a Manuela…
ROBER:         ¿Cómo que se la regale? ¡Que ella me dé las doscienta cincuenta lucas del seguro, entonces…!
PADRE:          ¡Pero digo yo!: ¿Le vas a negar el deseo a un muerto? ¿¡Y encima tu padre!?
ROBER:         Pero no entiendo…
PADRE:          Por una vez en la vida, ya que no terminaste la carrera de contador, hacé lo que te digo: a vos la mecedora no te interesa así que se la regalás a Manu… Es la última vez que te lo digo y te juro por mi vida… -bah… por mi muerte-, que esta vez es cierto. (Se acuesta y los pocos segundos se levanta nuevamente.) ¡Y más vale que me cremen! ¡Llego a aparecer cubierto de tierra en esa mierda del “Parque de los peloludos”, me levanto y los cago a patadas a todos… (Se acuesta.)
(Rober queda sentado desconcertado, llegan manu y carla.)
Carla:          Rober, estamos diciendo con Manu que tendríamos que dar una vuelta por casa. No sería la primera vez que alguien aprovechara que estamos de velorio para robar…
MANU:           Viste como está la cosa ahora… con esto de la inseguridad…
ROBER:         ¿Querés que te acompañe?
CARLA:          Sí, decíamos que alguno de nosotros se va a tener que quedar por si viene alguien…
MANU:           El gordo me dijo que recién a las seis de la mañana venía para acá…
ROBER:         Y bueno… te acompaño…
(Carla y rober se van, queda manu y a los pocos segundos ve movimiento del cajon, grita y sale corriendo, luego vuelve y ve a su padre levantarse…)
PADRE:          Ay Manu, ay Manu, siempre igual vos, parecida a tu madre, que en paz descanse, pero, ¿nunca escuchás lo que te pido…? Escuchame, ¿qué cosa repetía como un tonto cada vez que hablábamos de mi funeral? Que quería qué…
MANU:           Que… que… te cremaran…
PADRE:          Y qué más…
MANU:           ¿Algo más?
PADRE:          Sí, que después me esparcieran dónde…
MANU:           No sé… ¿en el mar?
PADRE:          ¡¿En el mar?! ¿Pero tengo cara de marinero yo?
MANU:           No… no sé…
PADRE:          ¿Dije alguna vez que me gustaba el mar?
MANU:           No… pero… (Intenta tocarlo.)
PADRE:          ¿En serio no recordas?
MANU:           No, decime…
PADRE:          En el andén hija, donde trabajé toda la vida, en el andén de la Estación…
MANU:           ¡Pero yo creí que era un chiste que vos hacías!
PADRE:          No hay caso… Uno habla al pedo… La culpa la debe tener uno que los educó así… ¿Recibiste el sobre?
MANU:           Sí, pa, gracias, me viene bárbaro para el viaje que estamos por hacer… te agradezco…
PADRE:          ¿Y por qué pensás que te dejé esa plata?
MANU:           No sé, supongo que como con el Gordo siempre te estuvimos ayudando, es una forma de devolver los favores… supongo.
PADRE:          ¿Vos vas a ser así con tus hijos?
MANU:           ¿Así cómo…?
PADRE:          Lo más parecido a un banco que vi en mi vida…
MANU:           Me estás insultando…
PADRE:          No hija, te estoy dando una oportunidad…
MANU:           ¿Una oportunidad? ¿De qué?
PADRE:          De ver la vida de otra forma…
MANU:           No te entiendo…
PADRE:          ¿Qué es lo que me pediste la última vez que hablamos, que tanto te molestó que no te diera? que incluso me la quisiste comprar…
MANU:           La mecedora…
PADRE:          ¿Te acordás que te enojaste conmigo porque no quise que te la llevaras…?
MANU:           Yo siempre sentí que estabas en contra mío…
PADRE:          No hija, lo que pasa es que no pudiste ver cuál era el motivo que yo tenía para que no te la llevaras…
MANU:           ¿Y cuál era el motivo…?
PADRE:          A veces lo que para algunos es simple para otros es complejo, y para mí el tema era simple: Tenías razón que la mecedora estaba arrumbada en el galpón y que nadie la usaba, ni siquiera yo… Pero yo, como padre, intuyo que alguno de mis otros hijos también siente lo mismo que vos por la mecedora, que a ellos también le hace acordar a su madre, a su infancia…
MANU:           Pero yo no escuché que Carla o Rober quisieran la mecedora…
PADRE:          Por eso dije que yo lo intuyo: cuando le conté a Carla que te la querías llevar no me dijo nada, pero noté en su cara que no le caía bien…
MANU:           Pero yo te la compraba, podías repartir la plata con ellos…
PADRE:          Justamente eso es lo que quiero hacerte entender: todo no se compra. Hay cosas que no. Carla paga los gastos de la casa, parte de la comida, el teléfono, la luz… y sé muy bien que no tiene la plata como para poder comprar la mecedora… y Rober, pobre, hace malabares para pagar el alquiler y mantener su familia…
MANU:           ¡Y qué tiene de malo que te compre la mecedora si además los ayudaba con algo de plata a Carla y Rober…!
PADRE:          Ay Manu querida, si yo hubiese tenido la certeza, la absoluta convicción de que ni a Carla ni a Robertito le interesa la mecedora, te la hubiese regalado. Pero todos en casa sabemos el valor afectivo que tiene esa mecedora…
MANU:           Por supuesto, era de la Abuela Tota y después se la quedó mamá…
PADRE:          Tu madre se la quedó porque tu tía Gloria la detestaba y la sacó a la calle para que se la llevaran…
MANU:           Pero Carla tiene toda la casa para disfrutar y a Rober no creo que le interese…
PADRE:          Para mí es suficiente con haber notado que a Carla no le caía bien que te lleves la mecedora, ella quería a tu madre tanto como vos y siente lo mismo, no era justo que te la llevaras.
MANU:           ¿Y por eso me sacrificaste a mí?
PADRE:          No Manu, lo único que hice fue decirte “¡Hasta acá!” (Haciendo seña de poner un límite.) Uno va con billetes en la vida y consigue cosas, de eso no hay duda y respeto tu forma de vida. Pero yo soy el padre de los tres, y si mañana tengo que incendiar la mecedora… -bueno mañana ya no puedo porque estoy muerto…- pero hubiese preferido vendérsela a cualquiera que pase por ahí antes que regirme por la ley del más fuerte con mis hijos, entre mis hijos nadie es más fuerte y nadie es más débil, y nadie se mete: ni sus parejas, ni sus abogados ¿Capichi?
MANU:           Seguís siendo el mismo renegado comunista de siempre…
PADRE:          ¡Ferroviario y comunista! ¡Y a toda honra! Nunca pude vivir el comunismo en este pueblo conservador y pacato, así que por lo menos los preceptos igualitarios los voy a emplear con mis hijos…
MANU:           ¿Y entonces, por qué me dejaste esa plata a mí y le diste la mecedora a Rober que no tiene donde caerse muerto?... Ya lo veo, mirá: transformando la mecedora en esos cachivaches de arte, todo pintarrajeada.
PADRE:          No te dejé la plata, te dejé la oportunidad…
MANU:           ¿Qué oportunidad?
PADRE:          Te acordás cuando Rober ganó el premio Municipal con “Destellos del olvido”…
MANU:           ¿Destellos del olvido?
PADRE:          Así se titulaba el cuadro ganador de Robertito…
MANU:           Ah…
PADRE:          Después todos fuimos a cenar y tu marido dijo que quería comprar el cuadro de Robertito…
MANU:           No sabía…
PADRE:          Porque estabas hablando con Carla en ese momento… Bueno… Robertito le contestó que ese cuadro no tenía precio… que no pensaba venderlo…
MANU:           ¿Y?
PADRE:          Quiero que se lo compres…
MANU:           Pero si no lo quiere vender…
PADRE:          Te lo va a vender porque le vas a ofrecer los doscientos cincuenta mil pesos…
MANU:           ¡¿Estás en pedo?!
PADRE:          Peor nena: estoy muerto…
MANU:           Pero ni siquiera me va a creer, va a pensar que lo estoy insultando… si el cuadro más caro que pudo vender se lo pagaron trescientos pesos y encima de a cien pesos por mes….
PADRE:          Le vas a decir que el Gordo le encanta el cuadro, y que tiene pensado utilizarlo como imagen de las sucursales…
MANU:           ¡Pero eso no es cierto!
PADRE:          Manu, el Gordo es capaz de cualquier cosa con tal de que no le rompas las pelotas. Le insitís como hacía tu madre conmigo y te aseguro que apenas le va a importar… Y me voy acomodando en esta mierda de cajón, que ya que estás te digo: podrían haberme comprado uno más grandecito… por veinte pesos menos por mes para ahorrar me están quedando las cervicales a la miseria…
MANU:           Mirá papá que no te prometo nada…
PADRE:          Vos sólo prometeme que vas a hacer lo que te pido… y que vas a respetar mi última voluntad... Después se verá…
MANU:           Pero…
(El padre se acuesta e inmediatamente se incorpora.)
PADRE:          Ah Manu, querida… ¿Un año de licencia siquiátrica? Decime por lo menos que estuviste medicada, en cama, o algo…
MANU:           Estaba estresada… le pasa a todo el mundo…
PADRE:          Me imagino, tener que buscar expedientes y acomodarlos debe ser para enloquecer a cualquiera…
MANU:           Para mí sí.
PADRE:          Deberían darle ese trabajo que tenés a los presos como castigo…
(El padre se acuesta y llega rober.)
ROBER:         Qué te pasa Manu, estás pálida…
MANU:           No, nada.
ROBER:         ¡Tenés una cara…! ni que hubieses visto un fantasma…
MANU:           No, en serio ¿Y Carla?
ROBER:         Se quiso bañar, me dijo que viniera porque no quería que te quedaras sola, ella después viene…
(Silencio. Los dos intentan decir algo a la vez.)
ROBER:         Sí, decime…
MANU:           No, decime vos primero…
ROBER:         Bueno, primero perdoname, a veces me dan bronca algunas cosas…
MANU:           Vos también perdoname… lo que pasa que sos un poco duro…
ROBER:         Mirá que cosa: es lo mismo que pienso de vos…
MANU:           Bueno… no te lo voy a negar… ¿Qué me ibas a decir?
ROBER:         No, que lo estuve pensando, y la verdad que como para vos es tan importante, si Carla no tiene problemas yo a la mecedora te la regalo, a mi la verdad…no me interesa.
MANU:           ¿En serio?
ROBER:         Sí, no te hagás drama, llevátela nomás…
MANU:           ¿Y Lara no la querrá?
ROBER:         No, estoy seguro…
MANU:           (Contenta) ¡Gracias!
(Silencio.)
MANU:           Bueno, yo también tengo algo para decirte…
ROBER:         Ajá.
MANU:           Viste tu cuadro, ese… “Centellas en la oscuridad”…
ROBER:         ¿Te referís a “Destellos del olvido”?
MANU:           Ah sí, perdón, ese…
ROBER:         Sí, ¿qué pasa?
MANU:           Se me ocurrió algo, hace tiempo que con el Gordo estamos buscando una imagen para utilizar en en el negocio, cartelería, etiquetas, todas esas cosas….
ROBER:         ¿Y?
MANU:           Me gustaría comprarte el cuadro para poder usarlo…
ROBER:         ¡¿Vos estás loca?!
MANU:           ¿Por?
ROBER:         ¡Es una obra de arte!
MANU:           ¿Y qué tiene que ver?
ROBER:         Es como si fuera un sacrilegio, como profanar un santuario…
MANU:           ¿Sabés qué creo? Que a veces te pasás de pelotudo…
ROBER:         No me insultés…
MANU:           ¿Pero acaso nunca viste como utlizan las obras de artes para publicidad? ¿No te acordás del jingle de Sacán con la sinfonía de Mozart “Pan, el pan, el pan es de sacan, pan, sacan, sacan es el buen pan”?
ROBER:         Sí…
MANU:           ¿Y acaso Mozart dejó de ser un artista? ¿Y la Mona Lisa en las latas de dulce de Batata? ¿Lo escuchaste a Van Gogh quejarse?
ROBER:         Da Vinci.
MANU:           Es lo mismo. ¿Lo escuchaste quejarse?
ROBER:         Llevaba casi 500 años muerto…
MANU:           Y vos estás a punto de morirte de hambre, y por orgulloso, por no querer venderme tu cuadro.
(Rober pone la cabeza entre sus manos; sentado; y comienza a negar ante los ofrecimiento de manu.)
MANU:           Te ofrezco cinco mil pesos.
ROBER:         No.
MANU:           Siete mil.
ROBER:         No.
MANU:           Bueno, ¡diez!
(Rober sigue con las manos en la cabeza sin ver lo que sucede, el padre se sienta en el cajon y hace ademanes retando a manu; ella se niega hasta que acepta…)
MANU:           Bueno Rober, ¡te doy los doscientos cincuenta mil del seguro!
(Silencio. ROBER deja de negar con la cabeza, pero permanece mirando para abajo y con las orejas tapadas.)
MANU:           ¿Me escuchaste?
ROBER:         (Se incorpora. La mira. Silencio.) Es un chiste…
MANU:           Te estoy diciendo la verdad, yo no necesito esa plata y sé que a vos te viene bien, no vas a tener que pagar más alquiler…
ROBER:         No te creo.
MANU:           Apurate a creerme antes que me arrepienta…
ROBER:         ¿En serio Manu?
MANU:           En serio, yo valoro mucho que me regales la mecedora…
ROBER:         Pero no es lo mismo… no tienen el mismo valor…
MANU:           Pensándolo bien sí lo tienen. No en el mundo real, pero en nuestro mundo sí. El Gordo no sabe qué hacer con la guita, y yo sé que a vos y a tu familia les va a venir bárbaro…
ROBER:         No sé cómo agradecerte hermanita…
MANU:           Dame un beso bebé… (El la abraza, feliz. Ella resignada.)
ROBER:         ¿Querés que vaya a la cocina y prepare un café?
MANU:           (Mirando el cajón con cara de miedo) ¿Te puedo acompañar?
ROBER:         Vamos, total no va a venir nadie a esta hora….
(Salen. el padre se sienta y se queja; a los segundos llega carla que se ha cambiado de ropa. Ella viene buscando algo en la cartera y al principio no lo vé. Cuando él le habla, queda dura y se le cae lo que traía en la mano.)
Padre:          A vos te estaba esperando…
Carla:          … (Trata de balbucear cosas pero no le sale nada.)
Padre:          Sí, ya sé: no estás soñando y no resucité. Estoy muerto, pero me quedaron algunas cosas pendientes…
Carla:          ¿Co… co… con…conmigo?
PADRE:          Dame un cigarrillo. (Ella duda.) No me digas que no, porque sé que en la cartera te quedó un atado que me escondiste el otro día. Una última voluntad no se le niega a nadie, menos a un muerto. (Ella lo saca y se lo da y se lo enciende, temblando. Da una pitada.)  Ahhhh… esto es vida.
CARLA:             ¡Co… cosas pendientes conmigo?
Padre:          ¿¡Y qué te parece!? Todos los días te recordaba el hecho de que no quería que me velaran y que me hicieran cenizas… y acá estoy, a punto de ser un manjar para los gusanos, por no tener hijos que hagan lo que uno diga…
Carla:          Pensé que lo decías así… como un decir…
Padre:          No Carla, ¿sabés qué pasa? En este pueblo hay una sola cosa que domina a la gente de acá: el qué dirán… “Si no lo velamos ¿qué va a decir la gente?”, “Si no lo enterramos ¿que van a decir?”, “Si no hacemos el responso ¿qué pensarán de nosotros?”… me cago en el qué dirán, que ni siquiera deja que uno se muera tranquilo…
Carla:          No sé, Manu me hizo ver que era mejor llevarte al cementerio…
Padre:          Sí, “El Descanso de los Boludos”…
Carla:          No seas grosero… Al Cementerio Parque Del Recuerdo.
Padre:          Pero es que Manu tuvo siempre el mismo problema, pobre. Como cuando me hizo cambiarla de colegio porque el uniforme del colegio Misericordia era más lindo que el de San Antonio. ¡ Y claro que era más lindo, pero la cuota costaba el triple, menos mal que fue en el último año…!
CARLA:          Pero vos siempre cediste con ella…
PADRE:          Cedí con todos, mejor dicho con tu madre cedimos con los tres. Es que los hijos no son como los trenes, que uno armaba los ramales y los llevaba para donde uno quería. No, ellos van para donde quieren, descarrilan, se pasan a otras vías, no respetan los horarios, en fin, un verdadero caos…
CARLA:          Bueno, tan mal no salimos papá, tenemos nuestras cositas, pero…
PADRE:          No, seguro. Pasa que cuando uno tiene más de un hijo lo único que quiere es que se quieran, nada más. No hay otra cosa…
CARLA:          Pero creo que nos queremos, quedate tranquilo…
PADRE:          Mmmm…. Algunas pequeñas cosas, si uno no las corrige, son como los aludes: van creciendo con el tiempo y después son difíciles de parar…
CARLA:          ¿Corregir? Pero con lo que había en los sobres que me dejaste no creo que puedas corregir nada: le dejaste la mecedora a Rober, que no la precisa, y un montón de plata a Manu, que no le falta nada…
PADRE:          ¿Sabés qué Carla?
CARLA:          ¿Qué?
PADRE:          Necesito un favor… uno no hace el esfuerzo de levantarse cuando está muerto si no es para pedir algo importante…
CARLA:          Sí, decime…
PADRE:          ¿Viste que en el sobre tuyo te puse que te podías quedar hasta que quieras en la casa, inclusive hasta que te mueras si querés…?
CARLA:          Sí, y te lo agradezco…
PADRE:          Te lo merecés Carla, desde que murió tu madre me aguantaste casi diez años, me cuidaste, me hinchaste con lo del médico, que si no fuera por eso ya haría cinco años que me hubiese muerto…
CARLA:          Hice lo que tenía que hacer, lo que sentía…  igual Manu no podía porque ya tenía los tres nenes y Robertito me ayudó a su modo…
PADRE:          Bueno… yo quiero, y espero, que no te caiga mal, que le ofrezcas a Rober y Manu, pagarle, en concepto de alquiler, parte de la casa mientras vos vivas allí…
CARLA:          Pero… ¿me estás cargando?
PADRE:          Vos nada más ofrecele eso, aunque sea poca cosa, algo simbólico, que represente un veinte por ciento de tu sueldo…
CARLA:          No te entiendo papá…
PADRE:          ¡De la misma forma que yo no los entiendo a ustedes, que decidieron no cremarme! Tomalo como una devolución de favores…
CARLA:          ¿Y todo ese discurso, de hacer las cosas bien como padre y todo eso de los ramales de los trenes, las vías?
PADRE:          A veces la empresa de Ferrocarriles toma medidas drásticas, Carlita… La cosa se complica y hay que dar un cambio de dirección….me voy a descansar en paz… (Comienza a acostarse. Ella lo detiene.)
CARLA:          Pero… papá… (Se quedan mirándose con afecto. Carla le da un beso y el se acuesta. Inmediatamente regresan manu y rober y encuentran a carla con cara de susto…
ROBER:         ¿Carlita, te pasó algo?
CARLA:          No ¿Por qué preguntás?
ROBER:         No sé, se te ve pálida…
CARLA:          No estoy bien… bueno, murió papá, yo vivía con él ¿no?
MANU:           ¿Nos estás reprochando algo?
CARLA:          Manu, ¿cuando va a ser el día en que no veas más allá de las cosas como son? … Vivía con él, y mal o bien era una compañía para mi…
(Silencio.)
ROBER:         ¿No vino mucha gente, no?
CARLA:          Y… hasta las once de la noche gente vino. Vinieron los Jara, los Pertossi… Y la tía Gloria que mucho no lo quería: siempre dijo que un comunista renegado no era lo mejor para su hermana…
ROBER:         ¡La tía Gloria, cuanto hace que no la veo!
CARLA:          No te preocupés, a las ocho de la mañana, a más tardar, la tenés acá rosario en mano meta Ave María y Padrenuestro…
(Silencio.)
CARLA:          Escúchenme chicos, se me ocurrió una cosa, no sé que le parece a ustedes…
MANU:           ¿Qué cosa?
CARLA:          ¿Vieron que papá puso que yo me puedo quedar en la casa hasta que yo quiera…?
ROBER:         Sí.
CARLA:          Yo sé que a ustedes les vendría bien que la casa se vendiera… Pero… Es nuestra casa, la casa de nuestra infancia… ¿y que viva otro? ¿un desconocido? Bueno, se me ocurre algo mejor: me gustaría establecer un precio de alquiler y yo les pagaría la parte que corresponda…
MANU:           Ay Carlita, cómo se te ocurre…
CARLA:          A vos mucho no te va a influir… pero creo que Rober lo puede necesitar…
ROBER:         Es que Manu me acaba de comprar un cuadro por doscientos cincuenta mil pesos. Recién la acabo de llamar a Lara y me dijo que le va a pedir al padre que nos preste algo que tiene ahorrado, y con eso nos vamos a poder comprar una casa. Yo tampoco lo voy a necesitar.
MANU:           Es más, yo preferiría donarte mi parte…
CARLA:          Dejate de joder, no hagás chistes…
MANU:           Mirá, el Gordo hizo como quince departamentos y todos son bienes gananciales además de todo lo que tenemos… Si me llego a divorciar no voy a ni siquiera necesitar trabajar…
CARLA:          Pero no es lo que corresponde… Un tercio de la casa es tuya, yo te pagaría un tercio de lo que vale el alquiler…
MANU:           ¿Qué te crees? ¿Qué soy un banco?
CARLA:          No digo eso…
MANU:           Además lo aguantaste al viejo los últimos años, te merecés eso y mucho más…
ROBER:         Por mi está bien Carla, escriturala a tu nombre, podés morirte en la casa tranquila…
CARLA:          Escuchame una cosa boludo, yo también en algún momento me voy a casar y voy a tener hijos, no me des por muerta que apenas tengo treinta y ocho añitos…
ROBER:         Bueno, me alegra que esté dispuesta, te acordás de Rodrigo…
CARLA:          ¿Rodrigo? ¿Tu profe de plástica?
ROBER:         Ese mismo…
CARLA:          ¿El gordito de anteojos? ¿El peladito?
ROBER:         Siempre me pregunta por vos…
(A carla se le ilumina la cara. Sonríe.)
MANU:           ¡Epa Carli!
CARLA:          No seas pava…
MANU:           Quería preguntarte algo Carli.
CARLA:          Si…
MANU:           Rober me regala la mecedora, ¿vos tenés problema?
CARLA:          Para nada. Pero con una sola condición
MANU:           ¿Cuál?
CARLA:          Que nunca la vendas ni la restaures. Quiero ir a tu casa y sentarme unos minutos y sentir el olor…
MANU:           ¿Qué olor?
CARLA:          A nuestra infancia. El olor a cuando éramos tres hermanos jugando a la hora de la siesta tratando de no hacer ruido para que papá y mamá no se despierten…
ROBER:         Lástima que para todas las cagadas que se mandaban me enviaban al frente a mí…
MANU:           Pero papá no era tonto, siempre se daba cuenta…
CARLA:          Si, pero de que vos siempre empezabas las peleas, no se daba cuenta…
MANU:           ¡Ya estás bolaceando!
CARLA:          ¿Bolaceando? ¿No te acordás cuando me sacabas la plata que papá me daba para comer en el recreo del colegio para comprarte ropa el fin de semana?
MANU:           ¡No tenés paz!
(Silencio.)
MANU:           ¿Papá no quería que lo cremáramos?
CARLA:          Todas las noches me lo repetía…
ROBER:         Y hagámoslo entonces…
CARLA:          ¿Y la tía Gloria?
MANU:           Qué se vaya a chupar cirios a otro lado. No lo quiso nunca a papá ¿y se va a horrorizar porque no le demos santa sepultura?
CARLA:          Tenés razón…
MANU:           También quería que las cenizas las esparciéramos en el andén, frente a la campana…
ROBER:         ¿Y si lo quería por qué se lo vamos a negar?
MANU:           Nunca le hicimos caso en nada. Por lo menos hagámosle en esta…
CARLA:          Seguro.
ROBER:         ¿Si vamos a la cocina y nos tomamos un cafecito los tres?
CARLA:          Y sí… total no va a venir nadie…
MANUELA:    (Mientras va saliendo.) Decime, Rober ¿cómo es eso de que tu suegro te va a prestar plata? Si te sobra algo no te olvides que tengo un viaje pendiente con los chicos…
(Salen El PADRE se sienta. Se descontractura la espalda.)
PADRE:          ¡Qué cosa che! ¡¿Qué les costaba un cajón más ancho?! ¡Que alguien me explique, ¿qué les costaba un cajón más ancho?!


                                                                     FIN