LOS RUBIOS - De tal palo...

Cómo anda Medina, casi le diría que estaba pensando en usted- el Coronel Albanesse le habría la puerta del living de su casa mientras que con la mano derecha lo palmeaba en el hombro, el comisario Medina sintió genuino afecto en ese gesto.

-Acá andamos Coronel, tirando pero bien, esperando el nuevo año-contestó Medina sintiéndose aliviado porque el recibimiento amable del Coronel significaba que no había reproches con su desempeño.

-Y con quién lo pasa esta noche Medina.

-Con mi familia Coronel, y mis suegros.

-Me parece bien, pero por favor, estamos en fuerzas diferentes así que ahórrese el “Coronel”, dígame Albanesse… o mejor Carlos… quedémonos aquí en el living, no hay nadie en la casa, no se preocupe… tengo toda la tropa visitando parientes.

Medina sonrió asintiendo mientras aceptaba sentarse en el sofá de cuero negro que el Coronel Albanesse le proponía con decidida amabilidad.

-¿Wisky, Medina?

-No viene mal…-contestó a pesar del agobiante calor que lo aquejaba.

-¿Cómo ve la selección para el año que viene?

-Y creo que estamos muy bien…-iba a decir “Coronel”, pero se contuvo, tampoco le salía decirle Albanesse y mucho menos Carlos, sencillamente no podia hacerlo con naturalidad- yo soy hincha de River así que con Fillol en el arco estamos salvados…

-Así que de River, bueno, en esta estamos en veredas contrarias… no siempre se puede estar del mismo lado.

-Pero con la selección estamos todos…

-Sí, si… me gusta eso… cuando se trata del país…

Medina se acomodó en el sillón y un silencio incómodo hizo de preámbulo para lo que tenía que decir. Largó la frase secamente.

-Conseguimos un caso.

-Ajá –dijo el Coronel luego de beber un trago y con un ademán invitó a Medina a que continúe.

-Va por los ocho meses, los dos son rubios, descendencia polaca y vasco francesa, contextura mediana los dos, delgado él, ella apenas obesa…

-¿Gorda?

-No, no, cierto sobrepeso pero nada grave… puede deberse al embarazo…

-Me está dando una buena noticia Medina, el jefe se va a poner contento.

Medina vio que el Coronel sorbía de un tirón su vaso y volvía a servirse, en la casa solo se oía el motor de la heladera y el canturrear de un canario que seguramente estaba en el balcón del departamento que daba a la calle.

-Hay un inconveniente…-dijo Medina sabiendo que interrumpía quizás un goce íntimo en la humanidad pequeña del Coronel Albanesse, quien luego de escuchar las tres palabras frunció el seño y los labios y endureció la mirada.

-Están limpios.

-¿Qué significa están limpios Medina?

-Probablemente un dato erróneo –iba a decir “Coronel” pero frenó a tiempo –en el interrogatorio no se reveló nada, no se contradijeron…

-Quizás porque son profesionales y están preparados, Medina.

¬¬-He visto casos de profesionales pero puedo asegurar que no, estos son dos perejiles.

-Dígame el prontuario.

-Bueno exactamente prontuario no tienen, se pudo averiguar que ella es apenas una estudiante de medicina, cursa el cuarto año y él empleado de la Municipalidad de Ramos Mejía, del sector administrativo…

-¿Qué tiempo dijo que tiene el embarazo?

-Bueno, por eso mi apuro por verlo, el doctor Roma estima que ocho meses y medio, en el interrogatorio ella no dijo una palabra y le puedo asegurar que tuve que frenar a Camargo porque si seguía dos minutos más se nos iba, es más, el doctor Roma teme por el embarazo porque si seguimos puede llegar a complicarse.

Esta vez el silencio fue mayor, el Coronel se paró del sofá y cruzándose de brazos comenzó a caminar de un lado a otro, inquieto.

-Dígame Medina, ¿Por qué llegó esta pareja hasta su gente? Porque por algo están allí.

-El profesor ¿recuerda?, no se aguantó, nos dio una lista más larga que la guía telefónica …parece ser que la vinculación es el padre del muchacho…

-¿Montoneros?

-No precisamente, fue ayudante del cura Tomás, no sé si recuerda, el del barrio Obrero en la Villa de los Sufrientes.

-Ah… bueno… santo no es entonces.

-Estamos hablando del padre –dijo Medina levantando las cejas intentando sugerir que quizás poco tenía que ver con lo que pudiera hacer el hijo.

-Claro… ya lo dice el dicho, de tal palo…

Medina sintió un escalofrío, supo de pronto que ya no habría vuelta atrás y mientras humedecía los labios en el hielo turbio de su vaso pensó en su sobrina que también estaba embarazada y no pudo dejar de sentir incomodidad. Una cosa llevó a la otra y hasta allí, luego de siete años, todo lo que había hecho parecía cumplir con cierta lógica, no había nada que reprochar, una guerra es una guerra pensó, y en la secuencia de los acontecimientos nunca sintió que algo se fuera de las manos pero en este caso había un eslabón chúcaro en la cadena y por primera vez sintió la necesidad de reparar algo que el creía se desviaba de los objetivos. Como una especie de último recurso, último aliento, última chance, tímidamente dijo:

-¿Es necesario?

-¿Si es necesario? –contestó el Coronel que seguramente cavilaba sobre lo mismo, y lo dijo sonriendo luego de exhalar un brusco resoplido como si fuera un caballo, volvió a sentarse y vació por segunda vez su vaso-, es más que necesario, es imprescindible… con toda confianza le digo que este tema me tiene las bolas por el piso, aún no entiendo porque tanta pleitesía con esta mujer, pero por lo visto es un asunto que desvela al jefe… vive preocupado por la señora…

-¿La señora?

-No me pregunte quién es la señora pero por como viene la mano la señora es la Señora, con mayúsculas, y a esta conchuda ya le conseguimos uno y no quiso porque era morocho, luego ubicamos otro y no, porque le resultaba feucho, y luego otro y no, porque le parecía un poco indio…

Medina tomó el último sorbo de wisky haciendo luego chocar los dos cubos de hielo, pensaba en su hijo Martín, de seis años y en los guantes de arquero que le había pedido a los reyes magos, “igual a los del Pato” le hizo agregar en la carta… le interrumpió los pensamientos la voz rugosa del Coronel.

-Año nuevo, vida nueva Medina… –lo dijo parándose del sofá, lo que era una clara invitación a retirarse.

Medina asintió sin sonreir, miraba para abajo, buen mosaico, pensó, de los caros. El cuero del sofá le había hecho transpirar y despegó la camisa de la espalda mojada. Se paró y caminó los pocos pasos hacia la puerta, el coronel Albanesse la abrió.

-Por un próspero setenta y ocho Medina.

-Qué tenga un buen año usted y su familia.

El Coronel levantó los brazos y lo palmeó con las dos manos en un gesto que casi llegó a ser un abrazo. Luego mirando a los ojos de Medina dijo:

-Espero que entienda Medina, ordene al doctor que proceda… no dude.

-Se hará…-contestó Medina sin ganas.

-Si la cosa sale bien, imaginará que los rubios, estos muchachos digo…

-Sí, entiendo.