Asesinas
Estás
en silencio tratando de comprender la escena. La fuente de ravioles y la de
carne con tuco, ocupando el centro de la mesa, aún permanece intacta. Mientras
Dora comienza a servir los platos, ellos hablan del nuevo trabajo de Manu, ese
sobrino que solo conocés de nombre, al que varias veces lo han definido como el
vago de la familia.
Carlos, Matías y Pecas, los tres hermanos
rubios, parecen salidos de un molde de tan parecidos que son. Pero las tres
mujeres que son sus parejas rompen la uniformidad. Vos,
que sos la novia de Pecas, colorada; Pili, la novia de Carlos, morocha como el
chocolate; y Clara, ya esposa de Matías, con su castaño suave, es la única que
se acerca al tono rubión de los tres hermanos.
Como no podía ser de otro modo, Omar y Dora,
los padres de los tres varones, son rubios rabiosos. Hablando de colores, allí
en la mesa, sólo un tono te preocupa: es el pañuelo verde que Pili lleva en su
cuello. Siempre Pili, la que no respeta, la que quiere llevarse el mundo por
delante ¿Había necesidad? Casi lo decís en voz alta. Puta madre que te parió
Pili, ¿tenés que venir a provocar justo ahora en un almuerzo familiar de
domingo? Es obvio que Carlos está contenido, te das cuenta porque no habla, su
madre es católica, ayuda al Padre Curtis en la parroquia y ya aclaró que no
quiere que se hable de política en la mesa.
Qué boluda que sos Pili, pensás de nuevo,
la puteás tanto por dentro que querés asesinarla con el Tramontina que tenés a
mano. Sobre el trabajo de Manu solo conversan Matias, Pecas y Omar. Ironizan,
dicen que el hecho de que Manu consiga un trabajo es todo un logro, ahora falta
que lo conserve. Hablan sobre eso, sin ganas. Querés concentrarte en la charla
pero el pañuelo verde en el cuello de Pili te molesta de nuevo y sabés que ese
almuerzo no va a terminar bien. Pili se fue al carajo, te lamentás, estratosféricamente
a la mierda.
Dora y Clara siempre publican cosas en Facebook
sobre el aborto. Pili más de una vez le ha contestado y vos recordás una
publicación, justo de esta semana, en la que sin entender mucho de qué iba la
cosa leíste con asombro que escribió “Ya lo vamos a hablar personalmente"
Pili siempre fue así, un bicho raro,
feminista, contestataria, lo mirás a Carlos ahí sentado con cara de chico
reprendido y no podés creer que la pueda aguantar. El almuerzo es un velorio.
Porque la charla sobre Manu termina y solo queda la música de los cubiertos.
Tenés la sensación de que solo una palabra detonaría la bomba neutrónica en
forma de mesa servida que está frente a tus ojos, claro, sí, junto al pañuelo
verde en el cuello de Pili.
No hay preámbulo. Porque Dora lo dice en un
tono suave pero dominante, como la palmada que se adivina bofetada:
-¿Te parece estar con eso puesto, Pili, hoy
acá?
Mirás a Pili esperando una reacción quizás
violenta o que se produzca la catarata de cosas que prometió decir en su
comentario de facebook. Pero solo se encoge de hombros y dice:
-Somos libres ¿no?
Los segundos de silencio te inquietan, pero
Dora no está dispuesta a quedarse callada, y contesta con enojo contenido:
-Yo también soy libre de querer lo que pase
en mi casa...
Pili no espera que termine la frase.
-Yo no voy a quedarme callada, Dora. Usted
sabe por qué.
No lo dice enojada, lo menciona casi con
una sonrisa, hay ironía, pero con tristeza.
-Estás equivocada, Pili, ya te dije
-responde secamente Dora, y luego se queja -no son momentos...
Te das cuenta de que las dos tienen un tema
pendiente. Lo que te sorprende, lo que te resulta inimaginable es que Pili llora.
No parece querer ocultarlo, seca sus lágrimas, y lo mira a Carlos, que
permanece cabizbajo.
-Ella no lo entiende, Carlos, no lo
entiende, y vos tampoco…
Notás que Omar y todos están sorprendidos,
no te es difícil deducir ahora que el secreto también lo conoce Carlos. ¿Qué es
lo que pasa, Pili? lo decís, lo preguntas casi con desesperación sin darte te
cuenta. La segunda voz que te acompaña ahora es de Omar, que echándose sobre el
respaldo, visiblemente hastiado, refuerza tu pregunta.
-Sí, qué mierda pasa.
Mirás a Pili, todos miran a Pili. Pero la
que habla es Dora.
-Está confundida.
Sabés que no hay peor cosa que esa
expresión para Pili, Dora está a punto de llamarla loca o delirante.
-¿Confundida?-dice Pili al momento que larga
una carcajada suave, corta, fingida. Luego de mirar el techo y morderse los
labios sigue:
-Dieciocho años tenía y quedé embarazada,
Carlos estaba terminando la carrera y yo apenas empezaba...
-No quedaste embarazada - interrumpe Dora.
-¡Cómo que no!- responde Pili- ¡cómo que
no! ¿qué cosa es para usted quedar embarazada?
Dora bajó el tenedor con violencia. El
golpe del acero sobre el plato cortó el aire. Su gesto era de bronca. Después
de un silencio Pili, mirándola a los ojos, en un tono bajo pero claro siguió:
-Si no me vino y dos Evatest me dieron
positivo ¿qué otra cosa puede ser?
Dora chasquea la lengua queriendo
desacreditar a Pili. Pero ella continúa:
-Yo la entiendo porque usted es religiosa y
vive publicando cosas en contra del aborto y si bien ahora no tiene puesto un
pañuelo celeste se la pasa compartiendo publicaciones de los antiderechos y
toda la mierda provida, pero yo aborté y fue gracias a usted.
Ves que Omar se levanta de la silla y sube
las escaleras sin decir una palabra, parece consternado y abrumado, pero no
podés deducir si él también estaba al tanto. Ahora vos querés escapar, huir,
llegar a tu casa y ponerte a mirar Netflix o boludear en internet, no querés
estar ahí, tratás de recordar en qué momento pasó lo del aborto pero de
inmediato reparás que si Pili tenía dieciocho años todavía vos no conocías al
Pecas. La voz de Dora interrumpió sus pensamientos.
-Eso no es abortar querida, estás
confundida.
-¿Ah no? ¿tomarse cinco o seis píldoras para
que el embarazo no siga no es abortar? Si usted misma tuvo que ir a pedirle a
su amiga, la doctora Marsón, para que le dé esas pastillas...
Te das cuenta que Pili habla para todos,
quiere que todos lo sepan, Carlos no se inmuta, con su petrificación da
muestras de que avala el descargo de Pili. Por suerte Pili baja más el tono, se
nota el esfuerzo, respira y sigue:
-Yo no la voy a culpar porque yo quería
abortar, Carlos estaba de acuerdo, y usted también, no le podía decir a mis
padres porque no me iban a entender y usted lo supo porque Carlos no pudo
aguantar y se lo contó. Hasta me dijo que no quería que nos cagáramos la vida
tan jóvenes ¿recuerda? pero yo quiero que entienda que lo que hicimos los tres
fue abortar. Las píldoras que tomé eran abortivas, las consiguió y las pagó
usted y hasta la doctora le escribió cómo tomarlas, por eso me revienta
soberanamente que publique cosas acusándonos de asesinas...
Entonces Pili llora a moco tendido, ves que
Carlos la abraza, dudás si es un pelotudo o al final es el más inteligente de
todos. Matias y el Pecas miran los platos. Dora tiene el rostro inclinado hacia
la pared. Otra vez el silencio. Recordás y ponés en contexto, que Pili vivió
con su abuela desde los seis años porque su madre falleció en un accidente y el
padre se tomó el palo sin conocerla. Te conmovés y no te importa lo que piense
Dora porque de pronto te parás y vas a abrazar a Pili, no sabés por qué lo
hacés, si porque tuvo que pasar por eso sola o porque te sentís culpable de
haberla prejuzgado. Dios mío, pensás, lo que debe haber sufrido y siendo tan
chica, apenas dieciocho años y pasar por una cosa así sola, en las sombras,
porque Dora la habrá ayudado pero no imaginás conteniéndola, abrazándola. El
cuerpo de Pili ahora tiembla entre tus brazos, mientras sentís la vibración de
su congoja escuchás la voz dura y seca de Dora apenas vacilante.
-Eso no fue un aborto, querida... estás
confundida.
Fin

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