¡QUE TE QUIERAN, PIBE! - La gloria no se mancha

Dedicado a mi gran amigo canalla y rosarino Pablo Musillo

Que te quieran, pibe. Que te recuerden bien. No hay nada mejor que eso.

Mirá que soy conciente de que las cosas con el tiempo cambian y mucho más en estos últimos años. Te le dice uno, querido, que alguna vez tuvo que salir corriendo hasta el otro campo, el de los Torres, a que le presten el teléfono para llamar al médico, o tener que ir en sulky a buscarlo al pueblo mientras la mamita se partía del dolor en la cama. Hoy eso es una antigüedad terrible, pero en ese tiempo querido, era lo que había. Hoy con ese aparatito te comunicás con quien quieras y hasta en cualquier parte, y te digo que no estoy en contra de la tecnología, porque seré viejo pero no “viejo cachuzo”, yo también tengo un celular y aunque apenas si veo los números y los doscientos chirimbolos que tiene, lo uso igual.

Sentate, sentate que hago unos mates, usted también señor, siéntese allí que la casa es chica pero el corazón es grande. ¡Lo que debe ser para un padre que el hijo llegue a primera ¿no?! Si me acuerdo la cara de mi viejo cuando le conté que iba al banco: abril de 1949, cancha de San Lorenzo, diecisiete recién cumplidos. Fue la segunda vez que le vi ese brillo en los ojos y el rostro encendido, la primera vez había sido cuando Evita y el General vinieron a Rosario. Después claro, no me fue bien como jugador, ni me acuerdo los partidos que pude jugar hasta que tuve el accidente, me caí de un andamio trabajando con mi viejo y la rodilla se me partió en cuatro partes, y a otra cosa mariposa, en aquella época llegabas a primera pero igual había que seguir laburando, porque salvo que fuera River o Boca los demás equipos no tenían un mango. Hoy un pibe se rompe los ligamentos y a los pocos meses está jugando, eso es una bendición pibe, hay cosas buenas que van sucediendo con el tiempo. Pero saben qué, en mi época no había las lesiones que existen hoy, algo pasa… algo pasa. O los entrenamientos son muy fuertes o la leche para alimentar a un pibe no viene como antes. Por supuesto que sé que la línea que separa la exigencia física del descanso en un jugador es muy delgada, es decir, la pregunta que deben hacerse los profesores es “¿hasta cuándo se le puede exigir a un jugador?”.

Vamo al grano pibe, y usted discúlpeme señor pero yo le voy a hablar a él porque al fin y al cabo la vida es de él, no se ofenda, sé lo que es un hijo para un padre, pero si le quiere hacer un bien, permítale decidir por sí mismo. Cuando usted me habló por teléfono para decirme que no estaba conforme con el representante del pibe, yo lo escuché con atención, y le voy a dar mi punto de vista. Usted me habló de la parte económica casi todo el tiempo y una sola ocasión le escuché decir que deseaba también que el pibe jugara. Déjeme decirle que la propuesta del representante para ir a jugar a Rusia y cobrar toda esa plata es muy tentadora ¡Caracho! ¡Diez mil euros por mes más departamento a disposición es una fortuna! Así que si priorizamos la parte económica, esa plata por un jugador que apenas tiene veintisiete minutos en primera es más que negocio. Pero que algo sea negocio no quiere decir que sea un hecho. Porque hoy parece que el negocio está por sobre todo, la ley que impera determina que si es negocio no hay más nada que hablar. ¿Y el corazón señor? ¿Qué precio tiene?

Es muy probable pibe que después de esta reunión terminés jugando en Rusia y cuando vuelvas te compres cuatro o cinco casas, departamentos y la vida te sea más cómoda prácticamente sin trabajar. Pero dejame que te muestre qué es lo peor que te puede suceder en la vida a partir de ahora: que por cualquier causa, por salud, por suerte o lo que sea no puedas jugar al fútbol y que tengas que plantearte estudiar o trabajar en otra cosa, atender el negocio de tu viejo o manejar un taxi o barrer las calles. Y eso no es la muerte de nadie. Pero te puedo jurar que el que barre la calle, el que maneja un taxi o el que atiende el negocio, tu padre inclusive, hubiesen dado cualquier cosa por estar en tu lugar, pero no por la plata que puedas ganar o la vida que puedas tener, solamente por entrar a la cancha, acariciar la pelota y realizar la jugada de sus sueños, y escuchar que la gente coree tu nombre, te salude en la calle y te pida que le firmes un autógrafo.

Sé también que todo el mundo te dice que la vida de un futbolista es corta, que son quince años de vida profesional, quince años en los que hay que armarse económicamente porque la jubilación te llega pronto. ¿Y el tipo que trabaja en una fábrica y a los treinta y cinco, cuarenta años tiene que salir a buscar laburo o ver si pone un negocito para poder seguir dándole de comer a sus hijos?

Que te quieran pibe, es el premio mayor. Yo a los representantes de jugadores me los conozco a todos, la mayoría conoce bien el negocio y te aseguran que ellos te van a cuidar el bolsillo como nadie. Yo no te prometo cuidarte el bolsillo y es por eso que mis consejos van a contramano del resto… yo, pibe, prefiero cuidarte el alma. Cuando termines tu carrera y vuelvas de Rusia ni remotamente vas a regresar allá y acá vas a tener una vida de bacán, pero vas a caminar por la calle y no vas a recibir un solo saludo, una mísera palmadita en el hombro. En cambio, si firmás para Central, que encima es el club que te enseñó lo que sabés, cuando tengás setenta, ochenta, noventa años, en el barrio, en la ciudad, en todo Rosario, vas a recibir tanto afecto, tanto cariño, que los diez departamentos que hubieses podido tener serán solo migajas.

Yo, perdóneme señor, fui testigo la otra tarde cuando hablamos en el bar por primera vez y hablábamos del futuro del pibe, con todo respeto se lo digo, su énfasis estaba puesto nada más que en la parte económica. El pibe ni siquiera cumplió dieciocho años y usted le estaba hablando de las dos o tres generaciones que no tendrán que trabajar para vivir. ¡Estamos todos locos, señor! Permítame decirle que ser ídolo en Arroyito, en Rosario, recibir la mirada encendida del hincha canalla… ¡es tan sublime que no tiene precio! ¡No tiene precio!

Sinceramente no creo ser un buen representante para su hijo… quizás es mejor que sigas con el que estás ahora pibe, porque probablemente entienda mejor los nuevos tiempos. Yo siento que mi pensamiento es de antaño, pero saben qué, no puedo, no puedo traicionar mis sentimientos… tener plata en la vida soluciona mucha cosas, pero que te quieran pibe, que te quieran… es tocar el cielo con las manos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Creo que ni el viejo Zof se atrevería a plantear algo así... con ese nivel de idealismo. Pero todavía hay hinchas que tienen esas extrañas ideas. Hace tiempo que descreo de esos extremos de devoción, pero me emociona que un club pueda generar esa comunión entre hinchas y (algunos pocos) jugadores. Sí creo que los jugadores se deben al club que los formó. No hay nada más lindo que un equipo de jugadores del club que juegua bien y sale campeón.
Hay algo innegable: para estar cerca de lo que podríamos llamar "gloria", el jugador debe ser digno portador de una camiseta tan amada, con eso basta para lograr lo que cualquiera de nosotros persigue: ser querido por los demás.