Otra vez la vieja, piensa Pablo y teme decirlo
en voz alta, mientras intenta terminar de colocar los precios de las carpetas y
cartucheras que acaban de enviarle. El oficio de comerciante impera y saluda de modo amable a la mujer gitana que ha venido desde
hace dos meses, día por medio, a refrescarse con el aire acondicionado y por supuesto
a conversar. En apenas dos meses le ha confesado cosas a Pablo que
parecieran que le hubieran sucedido a tres o cuatro personas juntas: la muerte de su
esposo, el desprecio de sus dos hijas, la enfermedad de su nieto mayor al que
no le permiten verlo porque ninguno de sus dos yernos soportan a los gitanos,
en fin, cosas que Pablo y también María, su antigua empleada, han
ido escuchando religiosamente dos o tres veces a la semana, a veces sin muchas
ganas.
Pablo sólo
ha estado preocupado por Luis, el pibe que trabaja con él desde hace más de tres años y del que está seguro que es el responsable de las cosas que han faltado,
desde dinero hasta mercadería. Y no sólo eso sino que está convencido de que,
por la manera de contestar y ante el modo en que solo cumple con la mitad de
los trabajos que le pide, pretende que lo eche. Y lo presiente además
por el hecho de que el tío de Luis, hermano de su madre, es un reconocido
abogado de la ciudad que seguramente lo asesora y no busca otra cosa que quedar despedido para iniciar un juicio laboral, que podría resultar, como Luis bien sabe, en un monto sideral imposible de pagar.
La mujer, que se llama Carmen, saluda y se sienta, como lo ha venido haciendo en días anteriores, en el banco al costado del mostrador. Desde allí pudo advertir que hubo malestar y discusiones entre Pablo porque sin preámbulo pregunta.
-¿El muchacho que te saca canas verdes no está?
-Lo mandé a pagar la luz...-responde Pablo.
-El flaquito te
molesta ¿no? - sus manos grandes juegan con una calculadora.
Hace mucho tiempo que Pablo vienen acumulando el resentimiento de tener que lidiar con él que a modo de descargar la bronca le contesta que sí,
y luego termina por confesarle, que el pibe, el flaquito, con esa
carita de “yo no fui” era flor de hijo de puta.
-¿Y por qué no
lo echás? –pregunta la gitana, en un gesto que denota obviedad. Pablo, con resignación responde:
-Me sale un
huevo y la mitad del otro.
El huevo frito está en el plato sobre la mesa
y eso pone contento a Luis, lo escoltan en el plato dos filetes de pechugas de
pollo y una ensalada de tomate. Su madre se sienta en la mesa aunque ya ha
comido. ¿Cómo te fue? le pregunta a Luis. Hoy nada, contesta Luis con la boca
llena. Ya nos quedamos sin lápices, le dice su madre y Luis hace un gesto de
desgano. Está difícil, dice, ahora me controla mucho más, creo que ya se dio
cuenta porque la manda a María para que me pregunte si sé algo de las agendas
que faltan o las cajitas que faltan…a parte me doy cuenta que me revisa la
mochila, nunca está como la dejo… que se joda el hijo de puta, no me quiso
poner en blanco cuando se lo pedí ahora que se joda. Por supuesto, dice su
madre, el que te está robando es él, el tío Guillermo siempre me dice que al no
tenerte efectivizado se está quedando con la plata de la obra social y esas
cosas. Y luego de servirle vino en el vaso de Luis y en su propio vaso,
continúa: arriesgáte, total el Tío Guillermo me dijo que en cuanto te eche le
sacamos hasta el auto. Luis toma un trago de vino y piensa que ya es
intolerable vivir en ese mono-ambiente de mierda, con su madre, repleto de
chucherías que van quedando del puesto de venta que tiene en Flores, y
pregunta: ¿A vos cómo te fue? Algo se vende, responde su madre, pero lo que vos
traés es mejor porque lo remato a buen precio, viste cómo es, en la calle manda
el precio
-El precio de las abrochadoras volvió a aumentar, Maria.
Pablo lo dice preocupado, porque es buena y mala noticia, buena porque todavía no vendió muchas y tiene tiempo de
actualizar el precio, y mala porque sabe que tendrá que soportar el
malestar de la gente.
-Cambiale el precio, subilas un quince por ciento.
Termina de dar la indicación a María cuando Carmen entra, como siempre lo hace, muy lento, tan
pesadamente que causa cansancio de mirarla nomás, acusando ese problemita de
cadera que hace que en el vaivén del andar se incline mucho más a la derecha que a la izquierda. María, como todas las mañanas le
ofrece un café y como todas las mañanas ella acepta.
Carmen cuenta
una historia sobre su madre, una relato al que Pablo no presta atención porque
no quiere involucrarse, sabe que ella terminará llorisqueando y el no
sabrá como sobrellevar la situación, pero María escucha con curiosidad, hasta
que entra un cliente y pide disculpas a Carmen para atenderlo, es en ese
momento, en el que María no los escucha, que la vieja gitana le dice a Pablo.
-¿Cuánto decís
que te sale despedir al flaquito?
Pablo queda
sorprendido porque no esperaba que le pregunte algo así.
-Mucha guita -responde sin ganas de volver a hacer un cálculo cuyo resultado lo deprime.
Se escucha la voz
del cliente, un hombrecito de unos cincuenta años que trae una lista de lo que
necesita su hija en la escuela, Pablo oye que pide dos carpetas de Paca, la
cantante adolescente del momento e interviene para contestarle al hombre bajito
que están por entrar la semana que viene.
Cuando vuelve hacia donde está
sentada Carmen pregunta:
-¿Vos te querés
sacar de encima al Flaquito?
Pablo sonríe,
duda en contestar.
-¿Por?
-Te pregunto si
vos querés que no venga más…
-Sí… pero…
-Si vos querés
te puedo ayudar…
Pablo vuelve a
sonreir, y siente el nerviosismo en el cuerpo.
-No sé de qué estamos hablando…
Carmen sonríe
también pero inmediatamente se pone seria y luego, bajando la voz y
acercándose, le dice que no se haga problema, que al flaquito no le va a pasar
nada, que son trabajos, así dice: “trabajos”, virtudes que ella heredó de su
madre y que sólo tiene que decirle que sí y le soluciona el problema. Luego
Carmen toma un sorbo de la taza.
-Qué lindo está
el café.
Casi se quema con el café, entonces Luis le
hecha un chorrito de agua fría de la canilla, en el noticiero dan el clima,
buen tiempo para toda la semana, su madre sale del baño y se pone la campera. ¿No
tomás nada? Le pregunta Luis. No, contesta ella, se me hace tarde, seguro que
Alejandra hace unos mates. ¿Tampoco llevás nada? Vuelve a preguntar Luis porque
nota que no tiene ninguna bolsa en su mano. No, dice ella, hoy nos traen
mercadería nueva, espero que Alberto ya esté en el depósito. ¿Sabés qué traen? Pregunta Luis mientras
enjuaga la taza en la bacha. Parece que es importada, seguro que camperas,
aunque con este calor no sé si se va a vender mucho, y otro problema es que los
locales van a patalear, pero mientras le paguemos a los canas no van a poder
hacer nada.
Ella se va. Luis se prepara para salir,
estos días, de mañana, son frescos pero elije salir solo con remera y buzo.
Antes va al baño, casi todas las mañanas le dan ganas de cagar y probablemente
llegue unos minutos tarde a la librería pero pensándolo bien es mejor, le gusta
ver como Pablo se contiene para no putearlo.
Cuando sale por la puerta y baja los cinco
pisos por el ascensor, Luis se siente en el aire, la única suerte del trabajo
en la librería es que le queda cerca, por lo demás, no se cumplieron las
expectativas que tenía al empezar: cobra la mitad de María, que es como una
especie de encargada, y tampoco, como ella sí tiene, cuenta con una obra
social, que a él poco le importa pero como su madre tanto le ha insistido pudo
al fin trasladarle su propio deseo, en eso pìensa mientras camina, que quizás
trabaja en esa librería para satisfacer a su madre, no por su propio deseo.
Ya el deseo de
que Luis no trabaje más en la librería es tan grande que Pablo no puede
concentrarse en otra cosa que lo que le ha dicho la gitana, porque que ahora
Carmen, por enésima vez se encuentra allí sentada conversando con María, pero esta
vez es María la que está contando los problemas con su novio mientras limpia lo
que ya está limpio y ordena lo que está ordenado por la falta de clientes.
Pablo se decide
por preguntarle a la gitana por el tema de Luis, es un buen momento porque Luis no parece venir esta mañana, otra falta más para su prontuario, y él ha
estado todo el fin de semana pensando en ello, no entiende bien cómo puede
llegar a hacer la cosa esta del trabajito, cuál es la treta, la trampa, si
tiene que ver con cosas de brujería o no, pero toma impulso y se anima.
-María, ¿no me
vas a buscar cambio al banco?
Le da mil pesos
y le pide que traiga billetes de dos pesos y de diez pesos, María, de muy buen
modo, porque es buena empleada y nada cuestiona ni se queja dice que sí, se
pone una camperita y sale por la puerta.
-Quiero saber
cómo sería, doña Carmen.
-No me digas
Doña, Carmen a secas.
Pablo sonríe. Y
escucha lo que ella comienza a decir, que el “cómo” se lo deje a ella y que
solo él tiene que tomar la decisión.
-¿Y cuánto me
saldría esto?
-Eso lo decidís
vos, querido…
-Sí… bueno…
pero…
Pero Carmen
ahora ya no parece ser la viejita inocente y le explica lo que parece que
hubiera dicho mil veces por año, que no es ella la que le pone precio a las
cosas que ella sólo quiere hacer el bien pero se fija bien a qué clase de
persona está ayudando y que ella ve que él es una gran persona que está en un
problema y que si ese problema es grande o chico, la retribución sólo debe
suceder si la persona beneficiada lo decide y que el porte de esa retribución
debe ser lo suficientemente menor a la talla del beneficio y lo suficientemente
mayor a lo que magramente sería un acto de caridad.
Luego de un
silencio Pablo pregunta lo que le ha venido carcomiendo la conciencia, sí a
Luis le va a pasar algo. Carmen sonríe y pide un papel y una lapicera, en ella
escribe lo que parece ser una lista y cuando termina se la da a Pablo, es como
una lista de ingredientes de cocina a no ser por la caca de sapo y pelo de
perro, lo demás son especias, comino, orégano, ruda y otras cosas por el
estilo.
-En cuanto a lo
que debería pagarte, no sé de qué estamos hablando… yo prefiero que la cosa sea clara…-dice Pablo.
-¿Creés
en Dios?
-Se puede decir
que sí…
-Bueno, sea la
religión que sea siempre te piden el diezmo ¿no?
La cana
quiere un diez por ciento ¡qué hijos de puta!, dice su madre al momento que le
da el primer mate. ¿Y qué saben ellos que es lo que trabajaste?, pregunta Luis.
No lo saben, responde su madre, calculan cómo ellos quieren, te miran cuándo
empezás y te ponen el precio que se les antoja, pero ellos dicen que es el diez
por ciento, los hijos de puta. Luis toma el mate y se angustia pero prefiere
pensar que pronto Pablo va a proponerle un arreglo y él le va a pedir mucha
plata, porque no da para más, cobra una miseria y cada vez está más difícil
sacarle plata de la caja porque ahora está más prolijo todo y siente que María
también lo controla.
Termina el mate y agradece, dice que no
quiere más y le cuenta a su madre que por fin tiene algo, entonces saca diez
cuadernos Rivadavia de la mochila. Tuve suerte, dice Luis, entró una caja
grande de cuadernos y no tuvimos tiempo de hacer el control porque salen como
pan caliente, estos los vas a vender bien. Su madre asiente pero le contesta
que ella no los va a poder vender en su puesto que se los va a ofrecer a Gloria
que tiene cosas de librerías, que con los cuadernos entre las camperas y las
polleras de su puesto va a parecer un rubio en Bolivia. ¿Y cuánto te va a dar
Gloria por los cuadernos?, pregunta Luis. Gloria sabe, contesta su madre, ella
se dedica a estas cosas, no me va a cagar. Luis duda y piensa, antes de ir al
baño le aclara: que no sean menos de veinte pesos por cuaderno.
-Lo mandás a ordenar unos cuadernos cualquier
cosa a la estantería por ejemplo, pero antes le tirás esto debajo sin que se de
cuenta.
Pablo mira lo que hay dentro del paquete
improvisado con hojas de diario, es un polvo gris-amarronado.
-¿Estas son las
cosas que le compré? –pregunta Pablo.
Carmen, la
gitana, le contesta que sí, pero que tiene además algunas cositas más. Pablo lo
guarda en el bolsillo de la campera y busca que el mozo le cobre la cuenta.
Quedaron en encontrarse en el bar para no levantar sospechas. Carmen le
advierte que tiene que ser hoy mismo y además, se lo dice acercándose como si
fuera cuestión de vida o muerte, que ni se le ocurra pasar por encima del
polvo, ni María tampoco, y que una vez que el flaquito esté unos minutos pisándolo
que lave el piso con detergente.
Pablo queda
pensativo a demorado varios días desde que compró las cosas que le pidió la
gitana pero en estos últimos días no lo ha soportado más, tres veces llegó más
de una hora tarde y hace la mitad de las cosas que le pide. EL mozo se acerca y
le cobra los dos cafés y las seis medialunas. Busca la mirada de Carmen.
-¿Y después?
–pregunta Pablo.
-Después
esperás.
La
espera es insoportable, el ascensor no parece arrancar y Luis se impacienta, o
le han dejado la puerta abierta o ya no funciona, decide bajar por la escalera.
Otra vez siente ganas de ir al baño, la
diarrea parece no detenerse, igual que la lluvia, porque afuera llueve torrencialmente y siente
unas ganas tremendas de faltar, pero tampoco le conviene le dijo el tio
Guillermo, con María de testigo puede llegar a ponerse más difícil la cosa.
Porque bien le dijo su tío que tiene que hacer todo lo posible para llevarse
bien con María y lo que es mejor, que ella le tenga lástima, que le cuente que
la está pasando mal con su madre, que le mienta inclusive, que le diga que la
mamá está enferma y que de todas maneras tiene que trabajar, pero que no le
diga la verdad, que tiene un puesto de venta, no, que le diga que trabaja
limpiando casas o en un taller ilegal de costura o cualquier cosa que no esté
relacionado con la venta.
Ya en la puerta del edificio se da cuenta
que la lluvia es torrencial, que apenas puede ver a través de esa cortina de
agua furiosa que parece pegar en la vereda como si fueran chicotazos.
Luis piensa que todo conspira para que no
vaya a trabajar, las ganas de cagar, el ascensor, la lluvia demencial, ¿para
qué ir un día cómo hoy?, ¿para que el hinchapelotas de Pablo le haga ordenar
las mismas cosas y después le haga lavar el piso cómo ayer? es un buen día para
quedarse y, apoyado en la pared de la puerta del palier, duda.
La
duda lo carcome, ya van tres días en que Luis no aparece por la librería pero
no sabe si es el trabajito de la gitana o la antesala de una carta documento en
la que puede llegar a decir cualquier cosa. Pero tres días es mucho. Después de todo la cosa resultó fácil, el
lunes llegó unos minutos antes y colocó el polvo debajo del estante de los
folios y las resmas, apenas llegó Luis le indicó que lo ordenara. Luego simuló volcar
café en el mismo lugar y por las dudas le hizo pasar a Luis el trapo con agua y
detergente. Pasó ese lunes y el martes, y el miércoles Luis no se presentó. El
miércoles fue el día en que llovió como no llovía en años y se inundaron varias
calles, apenas a dos cuadras de la
librería y justo para el lado del departamento de Luis. El jueves el agua de las calles había cedido y Luis tampoco apareció. Pero ahora, ya viernes, a tres
días Pablo no sabe qué hacer.
Su novia le dice
que se anime, que lo llame, pero el decide que es mejor un mensaje de texto,
corto y conciso y ya para la hora del cierre lo envía “Hola Luis ¿Te pasó
algo?”
¿Pasó algo que otra vez no vas a trabajar?,
le pregunta su madre. Luis se levanta de la cama y enciende un cigarrillo nervioso,
entonces decide contarle porque ya van tres días, ya ha hablado con el tío
Guillermo y lo tiene resuelto. Le dice a su madre que no va a ir más a trabajar
y que no va a hacer ningún juicio. ¿Después de tanto esfuerzo te vas a rendir
así nomás?, pregunta su madre y se adivina en el tono algo de enojo, pero Luis
hace silencio. ¿Me podés decir que pasó? ¿Qué te dijo el tío Guillermo?, le
dice ella cada vez más alterada. Nada, contesta él, que tenga cuidado, que eso
ya no es asunto para abogados. ¿Qué cosa no es asunto para abogados?, pregunta
su madre. Los gitanos, mamá, dice Luis. Y le cuenta que el día que llovió, el
miércoles luego de esperar en el palier a que parara de llover y viendo que eso
no iba a suceder se decidió a abrir el paraguas y salir casi sin ver para la
librería pero que apenas hizo una cuadra, antes de cruzar Junín, un auto rojo
se detuvo y un tipo grandote lo metió en el auto, y le dijeron que ellos
estaban al tanto de todo, de quién era, que le robaba a uno de ellos y que
cuando la cosa es así se paga con la muerte y que primero, si sigue insistiendo
iban por su madre así él entendía de qué se trataba la cosa. ¿Y cómo sabés que
son gitanos?, pregunta su madre ahora conmovida. Ellos me lo dijeron, contesta
Luis con voz temerosa, y también que ni se me ocurra ir con la policía porque ellos
tenían todo arreglado, y después me lo dijeron, que no me querían ver más en la
librería de Pablo… entonces me acordé de la gitana. ¿Qué gitana?, pregunta su
madre. La renga que iba todos los días a tomar café al negocio, contesta.
Entonces su madre le dice que no puede ser, que hay que llamar al tío Guillermo
y preguntarle si se puede hacer algo, denunciarlos. Y Luis le explica,
fastidiado, que ya lo llamó y que le dijo que eso es mafia y que están protegiendo
a Pablo, entonces el le preguntó si no se podía seguir con lo legal y el Tio
Guillermo le contestó que él es abogado pero no boludo.
-¿Me estás
diciendo en serio, boludo?
Rondinella, el
abogado de Pablo, no puede creer lo que escucha del otro lado del celular, que la
gitana le pidió una lista de especias, que al otro día le trajo un polvo para
que lo esparciera por donde anduviera el pibe y que después de tres días no
apareció más, que le mandó un mensaje preguntándole si le había pasado algo y
que a las doce de la noche le llegó un mensaje respondiéndole que no iría más,
que no se había animado a decírselo y que lo disculpara. Rondinella se rie,
nota que Pablo está contento, que baila en una pata.
-¿Y te
cobró algo? –pregunta Rondinella.
-Todavía no. No
sé cuánto.
-Y yo en tu
lugar le doy buena guita, mirá si se enoja y te tira el polvito.
-No tengo idea
cuánto.
-Mirá, la joda
esta te iba a costar más de cien lucas, así que menos de diez no le podés
tirar.
-El famoso
diezmo.
Los dos se rien,
luego Pablo se despide dándole las gracias y Rondinella le dice antes de cortar,
un poco en broma, un poco en serio:
-lo único que
falta que una gitana me ande sacando el laburo.
FIN
7/2/2014