La tarde que morí
La gastroenteróloga fue elocuente,
imperativa:
-Los síntomas que describís determinan que
puede ser colon irritable pero si tenés antecedentes de cáncer en tu familia
tenés que hacerte una colonoscopía.
Lo dijo de modo sugerente pero decidida, no
me dio lugar a repreguntas. Tenía noción de qué tipo de estudio se trataba,
pero nunca tuve en cuenta el laxante. La noche anterior debí tomar una de las
dos dosis indicadas, la segunda sería a la mañana siguiente, ya que luego, a
las cuatro de la tarde, debería presentarme en la clínica para el estudio.
El laxante era un brebaje espantoso, algo
similar a beber aceite lubricante o líquido para frenos, tragué como pude el
vaso de brebaje lechoso. A la media hora un león furioso pareció despertarse en
mi vientre y luego de una explosión interna, por unas horas no pude separarme
del inodoro. No solo eso, también sobrevino una pequeña descompensación, típico
malestar de las gastroenteritis y por supuesto el malhumor habitual.
Al día siguiente ingerí la segunda dosis.
En ayunas el sabor del laxante era vomitivo. Otra vez la erupción gástrica, la
incontinencia, la evacuación líquida y el ardor hemorroidal ya desesperante. El
tiempo transcurrido hasta que llegué a la clínica se hizo eterno y agotador, es
increíble como uno puede disecarse en tan poco tiempo con esos purgantes. Mi esposa
me acompañó.
-¿Estás nervioso?- me preguntó cuando
estaba preparado con la vestimenta de fiselina y a la espera en el box pequeño
en el que me había cambiado.
-No, para nada- dije honestamente. La
verdad que no suelo preocuparme en estos casos hasta que me encuentro acostado
a merced de los profesionales.
Ya en el quirófano los latidos comenzaron a
subirme de velocidad. La doctora, la anestesista y las asistentes me
conversaban de cosas cotidianas seguramente para alivianar mi estrés. Me
hicieron colocar de costado mirando hacia una pantalla donde la doctora presuntamente
observaría mis intestinos mientras manipularía una especie de manguerita que sería
introducida por el ano. Sí, por el ano.
-Vas a sentir un pequeño dolor donde te
pincharemos en el brazo y te vas a dormir una siesta.
-Bueno -contesté- si no despierto nunca más
sepan que no les voy a guardar rencor ni las voy a demandar.
No sé si les resultó gracioso, yo lo dije
en el momento en que me invadió el sentido de preservación y supervivencia que me
gritaba desesperado que saliera corriendo de allí.
-¿Y? -dijo alguien -¿te estás durmiendo?
Para los que no conocen lo que es dormir
por anestesia deben saber que es lo más recomendable del mundo. En apenas
segundos, esa milagrosa sustancia, te transfiere del estado de lucidez a un
sueño por demás de profundo. No sé si llegué a contestar la pregunta porque
sentí el pase del líquido en mi brazo y ya no pude mantener los ojos abiertos. A
la caída pesada de mis párpados y esa sensación de paz única le siguió la
desconexión total del mundo.
No se puede decir que desperté. Mi estado
consciente se reveló cuando ya estaba parado en una hermosa galería de una
bellísima casa. Frente a mí, en lo que era el patio, había una pileta de
natación, una cancha de tenis y otra de fútbol. Sentí la presencia de alguien y
me di vuelta.
-Hola, bienvenido- dijo cediéndome la mano.
Era una mujer elegante, medianamente joven y hermosa.
-¿Usted es...?
-Soy la secretaria.
-Ajá- contesté, pero mi atención se
enfocaba ahora en el interior de la casa, algo me decía que yo ya conocía esas
instalaciones, aunque no lograba darme cuenta de qué lugar se trataba. La dama
pareció reparar en eso porque dijo:
-La hemos preparado tal como la soñó, tiene
el piso de madera que tanto le gusta, la cocina estilo country, el living con
su smart tv y el sistema de sonido. Creo que no nos ha faltado nada. Sígame.
Ella me mostró el dormitorio con sommier
king size, el baño en suit con hidromasaje y el vestidor, impecable. Luego me
condujo hacia otra puerta. Antes de abrirla dijo:
-Conocemos sus gustos y necesidades así que
esperamos que le guste.
Detrás de la puerta un confortable estudio
de música se descubrió frente a mis ojos. Guitarras de todos los gustos,
Telecasters, Stratocasters, Les Paul, 335, Taylors acústicas con cuerdas de
acero y españolas de nylon, hasta una réplica de la guitarra Corado, la que me
regaló mi tía Ana y mi madre a los siete años. También amplificadores
valbulares, un piano de cola inmenso, entre varias cosas más.
-Como dije, conocemos sus gustos así que
aquí podrá componer su música y grabarla, sabemos que no le gusta la parte de
técnica de sonido así que podrá contar con el asistente que usted desee. Además
tenemos un simulador de conciertos dónde podrá elegir en qué banda tocar y en
qué lugar, pubs, teatros, estadios... lo que desee.
-¿Lo que yo desee? -pregunté hipnotizado.
-Claro.
Luego me condujo hacia otra puerta. La
abrió. Allí había solamente una notebook, un cómodo escritorio y un sillón
mullido. Las paredes eran prácticamente de libros y discos de vinilo. Me
sorprendió ver una máquina de escribir igual a la que usé en mi adolescencia y
al lado una bandeja con un vaso y una botella de wisky.
-Sabemos que le gusta leer, pero sobre todo
escribir, así que le hemos preparado este cuarto para que pueda hacerlo.
-Perdón, hace rato que no uso una máquina
de escribir...
-Es sólo un cliché...
-¿Y el wisky?
-También, es de utilería, aquí no se
bebe...
Luego me condujo hacia la galería exterior
nuevamente.
-Bueno, como ves Walter- se interrumpió
bruscamente -¿Puedo tutearte, verdad?
-Sí.
-Sabemos que eres apasionado del fútbol y
del tenis, últimamente has optado por jugar al tenis después de aquella vez que
te fisuraron la costilla jugando al fútbol y entendiste que ya no era
conveniente, pero aquí puedes retomarlo. Y la cancha de tenis es de polvo de
ladrillo, allí puedes jugar con quién desees...
-¿Con quién yo quiera?
-Sí...
-¿Con Roger?
-Con Roger, Rafa, Nole, Del Potro, con
quien quieras, te daremos un dispositivo con diferente aplicaciones, una de
ellas es la de tenis y ahí te darán las opciones.
-Perdón...¿dónde estoy?
Ella soltó una carcajada.
-Es más que evidente, ¿no?
-No entiendo.
-Bueno, tranquilo. Pasó lo que tenía que
pasar. La anestesista se excedió un poquito y tu corazón no resistió. Además
cumplimos tu principal deseo, que de morir, preferías que fuera casi sin darte
cuenta, de golpe. Y hemos cumplido.
Sonó un bip, levantó la solapa de su
chaqueta y contestó diciendo okey, me di cuenta que tenía un pequeño auricular
en su oído.
-Por ahora te tengo que dejar, en
cualquiera de los dispositivos puedes encontrar las aplicaciones. Que te
diviertas. Más tarde vuelvo.
-Perdón, una pregunta ¿Estoy en el cielo,
no?
-Llámalo como quieras, solo diviértete
-dijo sonriendo.
Pasé gran tiempo hurgando en los libros del
estudio de literatura, eran autores que me gustaban, novelas y cuentos que
había leído, inclusive el tomo de Educación Sexual para el adolescente que
había comprado a mis quince años.
Luego fui al estudio de música y toqué los
instrumentos. Probé el simulador de conciertos, me coloqué una especie de visor
y fui Mark Knopfler en Sultans of Wings en guitarra, Pedro Aznar en Eiti Leda
en bajo y cantante con Peter Gabriel en Dont Give up, y por supuesto Paco De
Lucía junto a Aldi Meola y Jonh McLaughlin con la guitarra criolla. Tocaba
cosas que jamás podría haber ejecutado de ese modo en vida, mis dedos se movían
con tal precisión y ductilidad que hasta me dieron ganas de trastear o pifiar
una nota pero no pude.
Aunque a decir verdad, lo que más
curiosidad me daba era la aplicación de tenis. Inclusive ese mismo lunes en el
que me morí había suspendido un partido contra ni amigo y rival Pato Capandegui
y me había quedado con las ganas.
Apenas activé la aplicación, un tutorial me
condujo al vestuario ubicado al lado de la cancha de polvo de ladrillo, había
raquetas y ropa, me vestí y busqué en la opción jugadores de la aplicación mi
rival, obviamente Roger Federer. Presioné su nombre en el display y Roger se
cristalizó frente a mí, quise ir a saludarlo, pero justo en la red choqué
contra una pared invisible. Sin mediar palabra me lanzó una bola con su saque
que me dio en pleno pecho y me tiró al suelo. Fue humillante pero extraño
porque no sentí dolor. Inmediatamente tomé mi posición de devolución y apenas
pude seguir su saque con la vista. Todos aces. Los games se sucedieron sin que
pudiéramos efectuar un aceptable peloteo. Probé con Nole y fue lo mismo, con
Rafa Nadal apenas empezamos lo cancelé, me aburría esperando que saque.
Por suerte había también como opción
algunos amigos, jugué contra Gastón Bugarín -que me dio un poco de lástima
porque me ganaba cuatro a cero y terminé ganándole seis a cuatro y se puso muy
mal, gritaba, puteaba-, me le animé a Huguito Pescio y también a Pablo
Rodriguez, allí me entretuve un rato largo. Increiblemente no estaba cansado.
Así que probé con el fútbol. Elegí un equipo netamente argentino. Maradona,
Riquelme y Messi estaban allí, yo me puse de cinco, hice muchas faltas, me noté
fuera de fútbol, inclusive me sacaron la roja y tuve que reprogramar todo.
Definitivamente era como estar en una playstation, recuerdo que pensé: qué
hijos de puta estos de la serie Black Mirror, acertaron en todo.
Quise reposar un momento de semejante
actividad pero sospechosamente no me encontraba cansado físicamente. La
secretaria llegó en ese momento.
-¿Cómo te ha ido? - preguntó.
-Creo que bien, pero noto que no siento
cansancio, ni sed, y a pesar de que estoy en ayunas y a puro laxante desde ayer
no siento hambre... ¿es normal?
-Absolutamente normal. Las cuestiones
mundanas aquí no corren.
-¿No se come?
-Para nada.
-¿No se bebe, no se come...?
-Exacto.
-¿Sexo?
-¡Te has muerto, hombre! ¿Qué pretendes tú?
-¿Es necesario que me hables en español
neutro? Digo, soy
argentino...
-Es lo que hay...
Comencé a sentir angustia,
el cielo no parecía ser lo que yo creía, todo muy decepcionante.
-¿Y mi madre?-pregunté casi con miedo
-debería estar aquí...
-Nosotros ya no tenemos ese servicio, desde
hace tiempo...
- No entiendo.
-Hubo muchas complicaciones, amantes
infieles que luego se
encontraban aquí, vecinos
enojados, parientes enquistados, nos generaban un caos, hubo nuevas
disposiciones y ya nadie se encuentra con nadie... es mejor así.
-No sé... no me está gustando mucho esto.
-Lo único que se está permitido es dormir,
hemos logrado ese recurso para dar una condición... cómo decirte -hizo una seña
de entre comillas con los dedos - una condición terrenal, que al menos sientan
el día y la noche. Tenemos un día y una noche...
-¿No sé podrá hablar con el señor? Me
gustaría hacer con todo respeto un reclamo...
-¿Señor? ¿Qué señor?
-Tu jefe...
-¡Jajajaja!
La carcajada fue irónica, sin dudas. Luego
me escrutó con la mirada de los pies a los ojos.
-Qué manera de haber fábulas allá ¿no? ¿Por
qué tendría que ser hombre el jefe? ¿Acaso no podría ser la señora?
-Mirá flaca -dije enojado- a mí no me
corras con eso porque yo lavo ropa, cocino, limpio la casa...
-Tranquilo, aquí no hay señora ni señor...
pero no importa... no tiene caso explicarlo...
-¿Y a qué hora sentiría ganas de dormir?
Toqué más de cinco horas, jugué tres partidos de tenis y uno de fútbol y no
siento cansancio, ni hambre, no transpiro, no tengo ganas de bañarme...
-Pronto las luces se apagarán y dormirás
tranquilo. Te recomiendo mientras tanto mirar una película en la sala de cine,
acompáñame si lo deseas.
Fui tras ella, me preguntó que deseaba ver
y no lo dudé: Terminator II, dije. Me senté en la única y confortable butaca.
La secretaria se despidió. La película comenzó y pude relajarme. Por suerte la
estaba disfrutando, al punto de hacerme olvidar mi nueva vida pero abruptamente,
desde uno de los respaldos, una especie de brazo robot con una jeringa en el
extremo logró inyectarme un líquido transparente, mis párpados se cerraron.
-Walter, despertáte, Walter, vamos - sentí
que alguien me daba una palmada en la cara.
Logré abrir los ojos no sin dificultad, la
nebulosa sobre del rostro de la doctora y la anestesista se fue disipando, y
con la ayuda de alguien más me sentaron en la camilla hasta que encontré la
lucidez suficiente como para caminar hasta el box donde me esperaba mi esposa.
Luego de un breve momento vino la doctora y entregándome el estudio dijo que
mis intestinos se encontraban en condiciones, que solo tenía hemorroides
internas. Me alivié, lógicamente, pero me quedé pensando que quizás debería
reconsiderar mis creencias.

No hay comentarios:
Publicar un comentario