DERECHO ADQUIRIDO - Tentaciones cotidianas.

Yo a los contratos los respeto, me podés pedir cualquier cosa pero en eso soy un roble, para mí un contrato es palabra empeñada. Porque yo sé que en estos tiempos las cosas son distintas y hay gente que se caga en los contratos, y también sé que un nuevo contrato borra un viejo contrato pero dejáme creer que por lo menos para cierta gente algunas cosas siguen vigentes. Como la palabra, por ejemplo, y yo tengo palabra, y te juro que si fuera por mí –yo sé que esto es imposible pero te lo digo como ejemplo-, yo no firmaría ningún contrato porque cuando me comprometo con alguien lo cumplo a rajatabla.

Y creeme que te agradezco la propuesta porque estoy seguro de que acá estaría mejor, que tendría más libertad, más comodidades incluso ¿pero sabés qué? yo creo en el derecho adquirido, allá no tendré el confort ni la libertad que seguro tendría acá pero existe el derecho adquirido. Ya pasaron muchos años y la verdad es que con ellos yo me siento muy querido, muy respetado, incluso fijáte que hasta en la comida soy un privilegiado porque mi plato siempre está lleno y hasta se me permite un vasito de vino cosa que antes tenía muy controlada, pero ahora, qué sé yo, excepto algunas cositas que mucho no me gustan me siento un rey.

Y yo me imagino acá y digo, ¡pucha, lo que me estaré perdiendo!, pero allá estoy en mi casa, cómo explicarte, años de ver los mismos rincones, sentir los mismos olores, oír las mismas voces, cómo cambiar entonces ahora que estoy un poco más viejo, más sentimental incluso.

Además los hago bolsa si me voy, se mueren, para qué te voy a mentir, no es que uno se crea importante pero ellos te hacen sentir así: cómo que sos indispensable. Ya sé que nadie es indispensable en la vida pero nosotros siempre la estuvimos luchando y que yo los dejara sería –modestia aparte- una baja importante. Somos un equipo, no sé si somos un “gran equipo”, pero cada uno de nosotros tiene roles diferentes y los asumimos como tal y yo casi te diría que soy la columna vertebral, el faro por decirlo de otro modo, y tengo que hacerme cargo de esa responsabilidad.

Y otra cosa, ¿qué va a decir la gente cuando me vea?, lo menos grave sería traidor, o falso, yo no lo podría soportar, me sentiría poco menos que una cucaracha, una larva inerte y todo porque decidí no respetar un contrato y cambiar después de haber recibido tanto cariño, tanto amor, tanta pasión.

Te confieso: años atrás, en el momento que firmé supe que era indefinido, porque vos te das cuenta, lo sentís en la piel, más allá de lo que digan los papeles ¿eh?, lo presentís cuando mirás alrededor tuyo y reparás en los sectores en los que te movés día a día: donde tomás mate, donde comés, donde te vestís, donde te bañás, y cuando ves el césped cortadito con ese olor que penetra hasta el alma, te parás sobre ese colchoncito espumoso, mirás alrededor y decís: ¡Esta es mi casa!

Sé que uno siempre quiere tener lo que no tiene. Venir acá me seduce, no te lo voy a negar, aparte todo cambio puede venir bien, pero también existe el sacrificio, y el hecho de mantener la palabra algo de sacrificio conlleva, eso es inevitable, sino no sería un sacrificio. Y también -esto no es cosa menor-, hay que hacer el ejercicio de valorar lo que se tiene porque muchas veces lo que es de uno, al fin de cuentas, es el deseo de otro.

Y sí, yo sé que la Gorda no es la misma de antes pero los años pasan para todos y cuando vos tenga mi edad vas a comprenderlo. Perdonáme que insista, pero además del contrato que hicimos con la Gorda hay un derecho adquirido incuestionable que yo no puedo menospreciar: hace más de veinticinco años que me aguanta, me lava la ropa, me cocina... Por supuesto que los chicos están grandes y es muy probable que lo lleguen a comprender; ellos son muy abiertos, muy liberales, yo los eduqué así para que puedan sobrellevar los avatares de la vida sin que les resulte demasiado dramático, pero dejar la Gorda para venir a vivir con vos sería un crimen, la asesinaría. Te repito que yo firmé un contrato con ella y lo voy a respetar; hay una foto en la cómoda de casa en la que estamos los dos mirando la cámara al momento de firmar en el Registro Civil que me lo recuerda todos los días. Por supuesto que cuando estoy acá me siento muy bien, vos sos joven y linda, y cuando te veo desnuda a mi lado con esa piel lisita y suave no lo puedo creer pero… para qué mentirte… la Gorda es la Gorda.

Mercedes 2008